Un notario corre en calzoncillos por Los Remedios

Cumplió una promesa por aprobar  las oposiciones a Notaría al cabo de ocho años

La Policía, al saber el motivo, acabó abriéndole paso por República Argentina

Rafael Bescansa, ya un ilustre notario de Sevilla, nunca se imaginó que sus amigos le exigirían que cumpliera la peregrina promesa que les hizo un día mientras tomaban festivamente copas en un bar, en vísperas de presentarse de nuevo a las oposiciones a Notaría tras ocho largos años de estudio con la ayuda incluso de preparadores personales: correr en calzoncillos por el frecuentado barrio de Los Remedios a plena luz del día. Rafael no veía la hora de convertirse en notario de una vez y exclamó sin pensar: “¡El día en que apruebe, corro por República Argentina en ropa interior!”.

Sus amigos, entre risas, le corearon: “¡No eres capaz!”. El problema para el aspirante a notario es que su pandilla se quedó con la copla y, cada vez que había reunión, le recordaban la promesa: “Tienes que cumplir tu palabra”. “Yo creo –recuerda ahora Rafael Bescasa- que ardían en deseos de que aprobara sólo para eso”.

¡Y aprobó!. Había tardado ocho años en superar las oposiciones a notario, pero lo había logrado al fin. Ipso facto, amigos y familiares le emplazaron a que cumpliera su irreflexiva promesa: “¡No te puedes rajar ahora!”.

Así que lo convocaron para un sábado reciente: “Corres por República Argentina tal día a las 14 horas”. El ya miembro de la ilustre carrera del notariado rememora sus sensaciones en aquellos momentos: “Toda la semana pensando: ¡Dios mío, la que me pueden liar esta gente! Y me acordaba de que mis preparadores me decían que ésta es una profesión que te permite ser un caballero. Yo había dado mi palabra, que para mí es sagrada. Y ellos me insistían: “Rafa, tenemos preparadas las pancartas. Mi padre te espera desde el balcón”.

El notario, corriendo por República Argentina junto a la Policía

El notario, corriendo por República Argentina junto a la Policía

Fue citado a mediodía en un bar de la calle López de Gómara, para ir ‘calentando motores’. El nuevo notario recuerda: “Empiezo a ver que vienen todos con las sudaderas del equipo, con petos reflectantes, en moto, en bici, con pancartas….Sólo pienso: espero que no me detenga la Policía, porque tengo que entregar un certificado de penales. Y mi madre, nerviosa, me decía: “¡¿A que no ingresas en la carrera notarial?!”. Yo le respondí como pude: “Mami, te llamo después de la carrera desde Comisaría, no te preocupes”.

Ya no había escapatoria posible. A Rafael Bescansa lo obligaron a cambiarse de ropa en el bar y a ponerse una camiseta interior de tirantas que lucía la leyenda ‘Notario 33 (en alusión a un artículo del Código Civil sobre la muerte de las personas que llamaba particularmente la atención al grupo) y unos slips.

“Ese día –recuerda el notario- hacía un frío fuera de lo normal, pero van y me dicen: “Ya puedes empezar a correr”. Empiezo –continúa- y me los veo con megáfonos, motos, coches pitando, la gente aplaudiendo en los balcones….Yo sólo decía: “¡Madre mía!”. Porque a todo esto vi que en sentido contrario de la calzada estaba un coche de la Policía Nacional que al ver el lío se dio la vuelta y se puso a mi lado. Yo pensé: tantos años preparando oposiciones para ahora acabar en el calabozo. Mi sorpresa fue que se acabó colocando por delante, encendió las luces y me abrió paso. Los agentes estaban muertos de risa. ¡Aquello parecía el Tour de Francia!”.

El notario fue forzado a correr desde el Parque de los Príncipes hasta la Plaza de Cuba, con vuelta de honor incluida a la fuente. Una vez cumplida su promesa y tras haber sido inmortalizado en fotos por su cuadrilla de amigos, que lo jaleó durante todo el recorrido, el caballero notario que dio fe de haber cumplido su propia palabra acabó celebrando el final de sus ocho años de opositor en un bar. En un bar principió la historia y en un bar tuvo su punto y final.

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