Arcas vacías

Zoido  ha anunciado una auditoría para averiguar cómo está el  Ayuntamiento, pese a que Monteseirín dijo en el Pleno del 23 de abril: “Dejaré las arcas municipales en infinitamente  mejores condiciones de lo que yo me las encontré”. Y añadió: “¿Han oído hablar de los bonos samurái, a los que yo llamaba bonos harakiri? ¿Y de la deuda con ACS por una importante infraestructura de esta ciudad?”

Al acabar la Expo, el Ayuntamiento presidido por Rojas Marcos sufrió la grave crisis post-92, que se prolongó hasta 1998 y que obligó a Felipe González a tres devaluaciones consecutivas de la peseta, por lo que los tipos de interés se situaron en el entorno del 15-20%..

Las arcas municipales estaban vacías, casi ni había dinero para pagar a los funcionarios y la deuda heredada del socialista Del Valle ascendía a 31.000 millones de pesetas (186 millones de euros).

Al prohibitivo precio que estaba el dinero en España, el Ayuntamiento optó por  lo mismo que hizo el Gobierno socialista para tapar el ‘agujero’ de 20.000 millones de pesetas como balance –no fue precisamente cero, como prometió Olivencia- de la gestión de Pellón: recurrir a los mercados internacionales, donde los tipos de interés eran bastante más bajos.

 

 

SIN SEGURO DE CAMBIO

 

Fue así como la banca japonesa prestó 10.000 millones de yenes, los bonos samurái citados por Monteseirín, al Consistorio hispalense, mientras que el Reino de España avaló un crédito multidivisas de una treintena de bancos internacionales para afrontar los nunca oficialmente reconocidos números rojos de la Expo.
Curiosamente, ambas Administraciones cometieron el mismo error, hasta cierto punto comprensible, tanto por la falta de liquidez como por el elevado coste de la medida, que hubiera disparado aún más la factura de ambas operaciones: no suscribieron un seguro de cambio en previsión de que una subida de tipos multiplicara el pago de los intereses. No parecía probable, pero ocurrió, de ahí que todavía en la recta final del primer mandato de Monteseirín (1999-2003)  quedaran por pagar 82,5 millones de euros, por lo que éste calificó los bonos japoneses como ‘harakiri’.

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ESCONDER LA MANO

 

La  gran infraestructura adeudada a  ACS era el Estadio Olímpico, con un coste de 20.500 millones de pesetas (123 millones de euros), inferior al de las ‘setas’ (140 millones incluyendo el valor de las cesiones en especie a Sacyr).

Aunque imputado en exclusiva a Rojas Marcos, la financiación de este coliseo para el Mundial de Atletismo de 1999, y de matute para la candidatura olímpica, fue acordada por todas las Administraciones,  incluida la Diputación  presidida entonces por Monteseirín, que el 20 de marzo de 1997 había defendido en Turín ante la IAF no sólo la candidatura para acoger la competición atlética, sino el estadio  en construcción como futurible núcleo del anillo olímpico para los deseados Juegos de 2004.

Monteseirín tiró la piedra del Mundial y del estadio y luego escondió la mano, al igual que hizo años después votando cinco veces a favor de que se construyera un parking subterráneo sobre los restos arqueológicos de la Encarnación pero, con esa extraordinaria habilidad del PSOE para el marketing y la manipulación, traspasó luego toda la responsabilidad y la factura política del proyecto de su gobierno de coalición con el PA exclusivamente a los andalucistas.

 

FIN DE LA ESTABILIDAD

 

Aun incluyendo los bonos samurái  pendientes de pago, en 2002 el Ayuntamiento tenía una deuda de unos 200 millones de euros (33.000 millones de pesetas), equivalente a la dejada por Del Valle a Rojas Marcos.

Así pues, en el primer decenio transcurrido desde la Expo y hasta avanzado el primer mandato de Monteseirín la deuda no crece, entre otras razones porque recibe una Tussam con el contador a cero tras el saneamiento practicado por las corporaciones del PP y del PA.

Sin embargo, en los posteriores ocho años de gobiernos de coalición con Torrijos, Monteseirín ha realizado una faraónica política de obras de dudosa utilidad o a su mayor gloria personal pensando en pasar a  la posteridad como el alcalde que modernizó Sevilla y rellenó sus vacíos urbanos (las ‘setas’ en la Encarnación, la biblioteca en los jardines del Prado) o duplicando infraestructuras (el tranvía que discurre sobre el mismo trazado del Metro); ha dado barra libre a los sindicatos con onerosos convenios colectivos muy por encima del IPC en empresas municipales (Tussam es el máximo exponente, al pasar del balance cero a deber más de 100 millones de euros, casi otras ‘setas’) y también manos libres a sus socios de IU para sus componendas en fundaciones (DeSevilla) y sociedades públicas (Sevilla Global).

 

CAJONES LLENOS DE FACTURAS

 

Sevilla está hoy en la lista negra del Tribunal de Cuentas por no haberle remitido aún sus datos de 2008, y la deuda acumulada por el Ayuntamiento y su consorcio asciende, que se sepa,  a 633 millones de euros. ¿Cuánto no se sabe aún? Eso es lo que pretende averiguar Zoido con la auditoría al Consistorio y a las empresas municipales, vedadas en estos años  a la fiscalización de la Oposición. Sólo en las semanas previas a las elecciones, Monteseirín sacó del cajón facturas pendientes de pago -incluso desde 2004- por valor de 15 millones de euros.

Monteseirín ha triplicado los números rojos a su paso por el Ayuntamiento y, parafraseándolo, deja a Zoido las arcas municipales en infinitamente peores condiciones de cómo él se las encontró.

Ya lo hizo en la Diputación y ahora lo repite: política de tierra quemada para quienes vengan detrás. Es un experto en hacerle el harakiri a las cuentas, y sin necesidad de irse a Japón.

 

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