Lluvia

Al contrario de lo que se dice (o más bien se traduce de forma arbitraria) en las películas ‘My fair lady’ e ‘Irma la dulce’, la lluvia en Sevilla no es una maravilla. Al menos en Semana Santa y Feria, porque a los aguaceros ¿a destiempo? de este año de sequía se les responsabiliza, junto con la crisis, del fiasco económico de una Semana Mayor en la que se perdieron 80 millones de euros y de una Feria de Abril en la que se han dejado de ingresar 75 millones, según las cuentas de Goro Serrano. Demasiado para una ciudad cada vez más dependiente del turismo y  donde cada día se abre un bar y se llena una calle de veladores, a mayor gloria de hosteleros y hoteleros. Desvirtuada la Semana Santa de su sentido religioso y la Feria de su sentido festivo por la conversión de ambas en el negocio colateral que al final acaba siendo lo esencial, la economía  sevillana ya no es el resultado del trabajo sobre la tierra, conforme a su raíz etimológica griega (oikos/nemein, administración de la casa), sino de lo que al margen de la voluntad de los hombres acaezca en el cielo.

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