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Minipisos de Los Pajaritos

El día en que a la entonces ministra María Antonia Trujillo se le ocurrió anunciar que había firmado un convenio con la FIRA de Barcelona para explorar “nuevas condiciones espaciales” en las viviendas sociales, bajo las premisas básicas de mínimo espacio habitable y un presupuesto limitado, se armó la marimorena nacional: sobre el papel habían nacido los ‘minipisos’ de 30 m2, que la ministra pensaba incluir en la tipología de las VPO para abaratar el descabellado precio de la vivienda.

El Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Madrid desmontó la presunta rebaja de costes que la titular del ramo creía se podría lograr con su propuesta. Los peritos hicieron un estudio comparativo a partir de precios de mercado y llegaron a la sorprendente conclusión de que un minipiso de 30 m2 era un 36,6% más caro de construir que uno de 90 m2. La aparente paradoja se explicaba por los costes de alicatados, chapados, carpintería, cristalería e instalaciones de gas, los cuales duplicaban e incluso triplicaban los del piso más grande, a los que había que añadir los gastos por movimiento de tierras (un 74% superiores), fontanería (+ 89%), cimentación y particiones interiores (+ 36%).

RECHAZO GENERAL

Salvo el Consejo Superior del Colegio de Arquitectos de España y la Asociación Española de Gestores Inmobiliarios, que le hicieron un quite a la ministra con el argumento de que su ‘solución habitacional’ (eufemismo acuñado posteriormente tras quedar maldita la expresión ‘minipiso’) podía ser adecuada para estudiantes y familias unipersonales, la idea de María Antonia Trujillo, que en la calle llegó a ser denostada con el calificativo de ‘pisos-zulo’, desató una generalizada reacción negativa.

El portavoz parlamentario de IU, Joan Herrera, expresó su temor de que los ‘minipisos’ generaran guetos “en los que se amontonaran numerosas personas en apenas 30 metros”. Por su parte, Pablo Matos (PP), dijo al tiempo de pedir la comparecencia en las Cortes de la ministra que “una cosa son las viviendas para estudiantes y otra cosa es hacer VPO como se hacían en la posguerra”.

HACINAMIENTO

A sus señorías les hubiera bastado con girar una visita al sevillano barrio de Los Pajaritos, como hizo el martes la ministra de Sanidad y Asuntos Sociales, Ana Mato, de la mano de Zoido para haberse hecho una idea de cómo se sobrevive en un minipiso de 30 m2 y de cómo aquí se cumplió el miedo expresado por Joan Herrera de hacinamiento de varias generaciones de una misma familia, al no poder independizarse por permanecer atrapadas en un ambiente de paro y pobreza. Y es que los ‘minipisos’ no fueron un invento frustrado de María Antonia Trujillo, sino la triste realidad de miles de familias sevillanas, nativas o de adopción, a lo largo de más de medio siglo.

Los 524 pisos de alquiler de Los Pajaritos aún propiedad del Ayuntamiento de Sevilla empezaron y acabaron convertidos en un gueto dentro de la superficie equivalente a 35 campos de fútbol de Los Tres Barrios, uno más de los conjuntos urbanísticos construidos durante el franquismo (las primeras obras se iniciaron en 1959, veinte años después del final de la guerra) para dar cobijo a las 70.000 personas que, huyendo del campo y de la miseria, levantaron miles de chabolas extramuros de la ciudad y que recibirían un nuevo golpe del Destino con la posterior riada del Tamarguillo.

CONDICIONES INFRAHUMANAS

El nombre de la barriada deviene del de sus calles, o viceversa, pues en el nomenclátor se dan cita todo tipo de aves, como en otras zonas de la ciudad se recurrió a advocaciones de vírgenes (Los Remedios) o a países y ciudades europeos (Los Bermejales). Aquí, bajo la ropa tendida al aire libre en cordeles de una punta a otra de los bloques, se puede caminar por calles de nombres tan eufónicos como Gaviota, Tórtola, Estornino, Mirlo, Alondra, Codorniz….. preciosos rótulos que, sin embargo, no pueden ocultar la realidad socioeconómica del barrio y de sus moradores.

Al alcalde no le dolieron prendas en reconocerlo públicamente esta semana en su visita, con estas palabras: “Es una de las zonas más degradadas de Sevilla. Estos vecinos viven en unas condiciones infrahumanas en unos pisos que ya no son susceptibles de rehabilitarse, sino que hay que tirarlos. Estoy muy satisfecho de empezar el proyecto, pero también avergonzado del estado de vuestras casas, por las condiciones en que han tenido que vivir estas personas durante este tiempo”.

POLÍTICA SOCIAL

El proyecto anunciado por Zoido es el del inicio, en un año, del derribo de los bloques de Los Pajaritos y su reconstrucción, previo alojamiento de los vecinos en un edificio-puente de la Avenida de Andalucía. La operación urbanística tardará en completarse siete años, pero permitirá transformar los ‘minipisos’ actuales en viviendas dignas de 65 m2 y dotar al barrio de 3.200 m2 de zonas verdes, frente a los deteriorados 1.050 existentes.

Se dirá que esta promesa electoral de Zoido es una copia del Plan Integral de Tres Barrios que aprobó el Ayuntamiento de coalición PSOE-IU en 2009, pero mientras Monteseirín guardó el documento en el cajón del olvido y se dedicó a gastarse los dineros del PGOU en “la ciudad consolidada” del Centro, Zoido no ha tardado ni nueve meses en dar los primeros pasos para acabar con el gueto de Los Pajaritos. Un alcalde del PP será el que haga realidad el ‘urbanismo de rostro humano’ prometido por Monteseirín, el alcalde del PSOE que acabó olvidándose de los barrios humildes y de su base electoral para impulsar el urbanismo faraónico de la torre Pelli y de las ‘setas’ de la Encarnación.

Vergüenza

Una de las vecinas de Los Pajaritos invitó expresamente a la ministra de Sanidad y Servicios Sociales, Ana Mato,  y al alcalde, Juan Ignacio Zoido, a que entraran en su infravivienda para que comprobarán por sí mismos cómo, a pesar de la sequía, los techos se caen por la humedad, al tiempo que lamentaba que en los últimos diez años ha escuchado muchas promesas de los políticos pero que, como no han hecho nada, los residentes son ya como Santo Tomás: ver para creer. Zoido, al anunciar la reconstrucción integral de la barriada, confesó sentirse avergonzado por el estado de los pisos, cuyo propietario es el Consistorio. A ver si al alcalde le va a pasar con Los Pajaritos lo mismo que con la torre Cajasol, que se va a echar sobre sus hombros las cruces dejadas por Monteseirín mientras que éste, responsable por acción u omisión, sigue lavándose las manos ayer, hoy y mañana. Zoido debió decir que sentía vergüenza, sí, pero vergüenza ajena, la que no ha tenido  Monteseirín por no haber hecho nada por Los Pajaritos en los doce años que ha estado en el Ayuntamiento.