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Bach

Este suelto no va sobre Juan Sebastián, el genial músico alemán, sino sobre un compatriota suyo, abogado, de nombre Thomas y que en la bulla de que si Madrid, Estambul o Tokio para los Juegos Olímpicos ha pasado inadvertido como electo nuevo presidente del COI. Hasta que  llegó Sevilla a la carrera olímpica, las ciudades aspirantes desfilaban por la pasarela olímpica, ya fuera en Lausana, ya en otra urbe donde se reunieran los prebostes. Para acallar las críticas sobre el dinero derrochado por los candidatos para luego morir en la orilla, se inventó el periodísticamente conocido como ‘corte’ olímpico, a fin de eliminar aspirantes antes de que se arruinaran y la opinión pública le cogiera ojeriza al COI. Quien con Sevilla inauguró el nuevo sistema de selección fue Thomas Bach, tratado a cuerpo de rey en el hotel Alfonso XIII con su séquito de examinadores. Fue él quien emitió aquel informe diciendo que éramos una ciudad medianita, fuera de las magnitudes requeridas para tan magno evento. Menudo corte nos dio. El muy alemán resultó que había sido campeón de florete.

‘Relaxing cup’

Después del “café para todos” de Clavero, el café más famoso de España ha sido el de Ana Botella cuando, en su defensa de Madrid 2020, pronunció en ‘spanglish’ (mezcla de español e inglés) ante el COI la frase “There is nothing quite like relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor (No hay nada más relajante que tomar un café con leche en la Plaza Mayor)”.

El país, y a los satíricos montajes por las redes sociales y los ‘smartphones’ (probablemente los que así los denominan no saben ni qué significa, aunque se rían de terceros) me remito, se cachondea de la alcaldesa capitalina por haber intentado hacerse comprender en otro idioma, cuando lo más fácil y lógico para ella habría sido expresarse en nuestra lengua materna y que hubiera funcionado la traducción simultánea.

Al reírnos de Ana Botella nos estamos riendo de nosotros mismos, de nuestros complejos lingüísticos y de nuestro paralizante sentido del ridículo, por cuanto en materia de idiomas, el que esté libre del pecado de la ignorancia que tire la primera piedra, desde Zapatero hasta Rajoy y con la excepción de Aznar, que no tuvo miedo en expresarse en un inglés macarrónico que ha ido perfeccionando con el uso.

Benny Lewis, cuya historia creía recordar se produjo en Sevilla pero que al parecer acaeció en Valencia, se promociona en Internet como el irlandés polígloto al tiempo que su método de aprendizaje  ‘Fluidez en tres meses’. Cuenta que era un negado para los idiomas y que sólo hablaba su inglés elemental cuando vino a pasar una temporada a España. Tras medio año entre nosotros sufría una enorme frustración por no avanzar en el dominio del español, por lo que se refugiaba en quienes le podían entender en inglés.

Un día decidió que no volvería a hablar en inglés ni con quienes se dirigieran a él en su lengua nativa; que sólo hablaría en su balbuceante español con los españoles y que en caso de que éstos no lo entendieran al principio se valdría de gestos con las manos y el rostro hasta que interpretaran sus deseos y le indicaran la palabra o frase correcta que debía emplear. Imitó un avión o cualquier otra cosa con los brazos cuando no encontraba la palabra precisa en español, pero a los tres meses acabó dominando nuestro idioma, segundo de los ocho en que ahora se expresa, gracias a que no le importó en absoluto que se rieran de él por decir en rudimentario  español el equivalente al ‘relaxing cup of café con leche’ de Ana Botella en inglés.

Y es que el único método para aprender cualquier cosa es la constancia.