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Arcadia

La modernidad según Monteseirín

La modernidad según Monteseirín

El Ayuntamiento del (sin) alcalde está dejando sin presupuesto a la Comisión Especial de Quejas y Sugerencias, conocida vulgarmente como  el Defensor del Ciudadano. La gráfica presupuestaria dibuja una línea sin un solo diente de sierra porque es tan descendente que cae en picado: 40.000 euros en 2008; 32.000 euros en 2010 y 23.000 en 2011. Esta última cifra está tan hipotecada por cargas de anteriores ejercicios y compromisos previos que se calcula que para el mes de mayo, cuando expire el tercer y último mandato del (sin) alcalde, se habrá alcanzado el cero absoluto, el cero patatero. Por no haber, no hay ni habrá un solo euro para el pago de una cerradura que adelantó de su bolsillo el Defensor ni para un mísero bonobús solidario de los que Torrijos carga en la cuenta de Tussam. También en este capítulo Monteseirín conseguirá la meta que no pudieron lograr en la Exposición Universal de 1992  ni Manuel Olivencia ni Jacinto  Pellón: el balance cero. Y bien pensado, es absolutamente lógico que ocurra lo que tiene que ocurrir. La Comisión Especial de Quejas y Sugerencias ha de quedarse necesariamente sin presupuesto a partir del mes de  mayo porque, habiendo alcanzado para entonces Sevilla la tierra prometida de la modernidad bajo el mandato de Alfredo, ya no habrá lugar para queja alguna.

Contramano

Fran Fernández

Fran Fernández

Hubo un tiempo en que era imposible coger un taxi los fines de semana por la noche. Los taxistas decían que no salían por la inseguridad, pese a que las estadísticas policiales indicaban lo contrario. Bastó que Fran Fernández les aprobara una subida por bajada de bandera o cualquier otro concepto sacado de la manga para que Sevilla pasara a ser  una ciudad segura para los taxistas. Con el dinero se les acabó el miedo. Ahora, el gremio, al que siempre le ha importado una higa el IPC a la hora de exigir incrementos, invoca el índice para instar al Consistorio a que triplique el coste del bus del aeropuerto, porque les parece excesivamente barato. El Defensor del Pueblo, que se llama Rubén Sánchez y no Chamizo y cuya sede es Facua y no Reyes Católicos, ha puesto el dedo en la llaga al decir que el problema no es lo barato del bus, sino que los taxis son demasiado caros. Y tanto: tomar un vuelo a Mallorca puede costar hoy casi como una carrera al aeropuerto. En la era en que triunfa el bajo coste los taxistas sevillanos van contramano pidiendo  el ‘high cost’.

Vista gorda

El Defensor del Pueblo ha condenado, según Facua, la (falta de) actuación del delegado de (in)Movilidad, Fran Fernández, por hacer la vista gorda, nunca mejor dicho, cuando los parkings de Plaza de Cuba, Avenida de Roma y Paseo de Colón aplicaron ilegalmente subidas de hasta el 53% pese a que la entrada en vigor de una nueva ley les obligaba a cobrar por minutos. Facua recuerda que el delegado dijo que no sancionó a las empresas de los parkings (Martín Casillas y Sando, ¿les suenan?), “porque son bastante colaboradoras con la ciudad” ¿Y hasta dónde llega ese grado de colaboración con el Ayuntamiento como para eximir a estas empresas del ladrillo de cumplir la ley y cobrarles una demasía del 53% a los usuarios? ¿No será ésta una nueva versión del ‘urbanismo bajo sospecha’ del que hablaba Monteseirín sin ver la viga en el ojo propio? Esto tiene cierto olor a podrido, por no decir bastante. Un delegado que se pone al servicio de las grandes corporaciones en vez de velar por los intereses de los sevillanos no merece estar ni un minuto más en el Ayuntamiento.

Verdades del pescadero

‘Es de Ronda y se llama Cayetano’. Corrochano inmortalizó así al  ‘Niño de la Palma’ tras su presentación en Madrid. Si yo tuviera su misma pluma,  escribiría ahora: ‘Es de Triana y se llama Jesús’. Jesús Estela es el pescadero que, tras oírle a Monteseirín su rollo sobre la peatonalización de San Jacinto, tuvo el valor de romper el silencio de los corderos para espetarle: “¿Usted cree en el Defensor del Pueblo?”. Cuentan las crónicas que Alfredo empezó a sudar, expresión somática de su angustia. Pero Jesús no calló: “Se lo digo porque llevamos este asunto al Defensor y el Ayuntamiento no le ha contestado, pese a que se lo ha pedido en tres ocasiones, hasta el punto de que el Defensor califica su postura de hostil y entorpecedora”. Por dejar en evidencia al (sin) alcalde, un pesebrista del Ayuntamiento le amenazó en plan matón, al peor estilo marchenero: “¡Cuidadito con lo que dices!”. Rindo homenaje a quien no se dejó intimidar y le cantó al (sin) las verdades del barquero y las del pescadero. Ojalá hubiera en Sevilla muchos en la estela de Jesús.

Multas falsas

El Defensor del Ciudadano, que depende del (sin) alcalde y no del Parlamento por lo que tiene más mérito su denuncia (ya veremos si no lo liquidan  como a José Vallés por sus dictámenes contrarios a Monteseirín desde el CES), el Defensor –decía- denuncia que los controladores de la zona azul suplantan la identidad de los policías para firmar los boletines y dar validez a las multas al no ser  agentes de la autoridad. Dice el Defensor que hasta tal punto se parecen las firmas  que en principio no se pueden distinguir unas de otras, por lo que al final la multa cuela y los sevillanos son sancionados ilegalmente al desvirtuarse su presunción de inocencia. ¿Y no deberían intervenir la Agencia de Protección de Datos y el Sindicato de la Policía? Porque ¿cómo conocen los controladores las firmas de los policías que deben imitar? ¿Y quién y cómo los ha entrenado para lograr tal  perfección falsificadora? El caso de las facturas falsas de la Macarena es un escándalo menor comparado con este otro, en que parece que se ha montado toda una academia de multas falsas.

Gatos rojos

Torrijos escenifica a un año de las elecciones su separación del (sin) alcalde al anunciar una moción contraria a la externalización de líneas deficitarias como solución al déficit de Tussam por defender la naturaleza pública de los servicios ciudadanos. ¿Es ésta la naturaleza pública que defiendes, Antonio, u otra cosa? A los hechos me remito:  trabajar cada vez menos (35 horas/semana), con más prebendas, colocando a más gente afín (querían los puestos de trabajo hasta  hereditarios  y fueron condenados por el Defensor del Pueblo) y ganando al menos un 30% más que en el sector privado (3.000 euros/mes según denunció Gutiérrez) a costa de los contribuyentes. Con la que está cayendo, el ciudadano está hasta la coronilla de las ideologías y de que la solución,  huelgas (salvajes o no) previas, sea siempre meterle la mano en el bolsillo subiéndole el billete. Acuérdate del mensaje de tu camarada Deng Xiao Ping a Felipe: gato blanco, gato negro, no importa: sólo que cace ratones. La externalización ni se habría planteado con menos ideología y más eficacia.

Cambio Alcaldía por una embajada

El alcalde se planta  y dice que seguirá de interino hasta fin del mandato a menos que le den una embajada a la que partir al exilio con sus fieles ejecutores (el valido Marchena y su  cohorte). Monteseirín se inspira en Paco Vázquez,  que parecía el alcalde perpetuo de La Coruña por sus 23 años en el cargo. Como no lo despegaban del sillón ni con disolvente, la única forma que halló Zapatero de propiciar la renovación en Galicia fue darle la embajada ante la Santa Sede, donde son famosas sus comidas a la Curia. Ahora se rumorea en medios diplomáticos que ZP quiere traerlo de vuelta para que sea el nuevo Defensor del Pueblo. Seguro que Alfredo ha cogido onda y por eso se ha pedido una embajada, a ver si le cae esta breva. Total, él alardea de que llegó al PSOE como cristiano de base, y Marchena fue seminarista, de ahí su afición a los ‘bocatto di cardinale’. Monteseirín tiene razón: el alcalde de Sevilla  no puede ser menos que el de La Coruña; en todo caso, más, pues él ha puesto medallas ya a doce vírgenes. Y es que Alfredo nunca da puntada sin hilo.

¿Cuántas divisiones tiene el Papa?

Stalin  preguntó a uno de sus consejeros: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”. Se burlaba del poder real del Pontífice, porque para un individuo sin principios sólo contaban los tanques y no concebía una autoridad moral al margen de la fuerza. Esta pregunta se la hacen también  los alcaldes frente al Defensor del Pueblo: ¿qué más da su autoridad moral si a ellos no les pasa nada por no echarle cuenta? Los tiempos están cambiando. Tras 11 expedientes de queja por falta de colaboración, el Defensor ha dado parte del alcalde de Almuñécar y el fiscal le ha denunciado por un presunto delito contra las instituciones que podría suponerle dos años de suspensión. ¡Por fin Chamizo ha llevado a un alcalde que se ríe de él y de sus vecinos ante la Fiscalía! Ojalá lo hubiera hecho antes y lo haga muchísimo más. Veríamos cómo los parlamentarios dejarían de irse al bar cuando presentara su Informe Anual y los alcaldes cumplirían sus recomendaciones. Hasta que el Defensor no meta a un político en la cárcel no dejarán de verlo como un simple florero del sistema.