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Justicia

La suspensión de una de las sesiones del juicio por el escándalo Mercasevilla debido a la imposibilidad técnica de reproducir la famosa grabación en que los acusados habrían exigido, presuntamente,  el pago de una ‘mordida’ de 300.000 euros a los empresarios del grupo La Raza es una metáfora de la situación de la Justicia. Para rizar el rizo,  tuvo que ser un miembro del Jurado, de profesión informático, el que arreglara el cacharro -nunca mejor dicho- con que cuenta la Audiencia. Al igual que ante una urgencia en un teatro o cualquier otro local público se pregunta por los altavoces si hay un médico en la sala, a partir de ahora los jueces sevillanos deben estar preparados para inquirir si hay un informático entre los presentes, capaz de realizar una chapuza sobre la marcha.  Ya que no podemos aspirar a que se construya la Ciudad de la Justicia de la que se viene hablando desde el siglo pasado por ser un tema de ciencia-ficción según el consejero Emilio Llera, roguemos al menos por que en los tribunales funcione el equipo de sonido, que no tiene tanta ciencia.

 

El humo del Metro

El Consejo del Agua de la Demarcación del Guadalquivir aprobó el miércoles, tras cinco años de trabajos, el nuevo Plan Hidrológico de la cuenca hidrográfica, que ha de sustituir al vigente desde 1998. En el documento previo se contemplaba una inversión de 4.106 millones de euros, ahora reducidos a 1.738. De un plumazo, Andalucía, y sobre todo Sevilla, sufre un recorte de 2.368 millones de euros. El presidente de la Confederación Hidrográfica , Manuel Romero, dependiente del Gobierno central, ha justificado esta drástica reducción de las inversiones (un 60% menos) “por realismo” y “para adaptarse a la nueva situación económica”. Nadie ha dicho nada hasta ahora de este tijeretazo, a pesar de que su cuantía es dos veces superior al coste estimado de la línea 3 del Metro (Pino Montano-Los Bermejales).
Ese mismo día, la prensa económica adelantaba el sacrificio que Hacienda impondrá al Ministerio de Fomento en los Presupuestos Generales: una caída de la inversión en infraestructuras de entre el 15% y el 17%. No habrá dinero para nuevas carreteras ni  tampoco para el mantenimiento integral de las existentes. En el capítulo ferroviario, los esfuerzos se concentrarán sólo en la alta velocidad, uno de los pocos campos en que España exporta tecnología al mundo.
Este es el panorama real de un país al que Zapatero dejó con una deuda de 900.000 millones de euros y que está a punto  de pedir un segundo rescate.

EJERCICIO DE REALISMO

Y en este contexto se está produciendo el politizado debate posterior al anuncio de la consejera de Fomento, Elena Cortés, de que no quiere engañar a nadie con proyectos que no se pueden hacer y que por ahora queda aparcada la ampliación del Metro de Sevilla: “Hay que actuar en las infraestructuras -ha dicho- conforme al contexto económico que tenemos y a los recortes que nos imponen, que hacen que esas nuevas líneas se vayan a tener que aparcar de momento”.
Su segundo anuncio fue que, entre los transportes, tendrán prioridad las obras en ejecución, esto es, los Metros de Málaga y Granada y el tranvía de la costa de Cádiz. Si se analizan sus palabras sin prejuicios, se observa que coincide con las líneas maestras del nuevo plan de obra pública que prepara Fomento en Madrid, salvo que a última hora y por intereses políticos fuercen a Ana Pastor a cambiar sus prioridades: rematar los proyectos en ejecución y abstenerse de licitar nuevos. Por una vez, la Junta y el Gobierno coinciden en algo, aunque ello no ha evitado que el PP y el PSOE andaluces hayan acabado tirándose los trastos a la cabeza.

AGRAVIADO
Si Zoido le dio balas a Griñán cuando dijo en el Parlamento aquello de que Andalucía necesita es un rescate político, el presidente de la Junta ha hecho otro tanto con el alcalde al expresar de forma desafortunada en relación con el Metro que Sevilla era la tercera prioridad del Gobierno autónomo, por detrás de Málaga y Granada. En los ojos y oídos sólo quedó este titular y no lo que también dijo a continuación: “Los únicos que ya tienen Metro son los sevillanos”.
Como no cabe pedirles racionalidad y sentido de Estado ( y sobre todo de los dineros públicos) a unos políticos que distan mucho de aquellos de la Transición, Zoido tradujo estas palabras presidenciales en términos de discriminación a Sevilla, sin reparar en su otra condición de líder andaluz del PP que ha de comprender también la situación del resto de territorios de la comunidad y de que iba a levantar ampollas en el seno de sus propias filas en Oriente: “Ya está bien de agravios con Sevilla, de relegarla y de que se le dé la espalda. Debe recibir el mismo trato que las demás ciudades”.

RECELOS ANTISEVILLANOS

Este tipo de declaraciones sólo contribuye a alimentar la leyenda del centralismo sevillano y los recelos contra Sevilla, porque la discriminación radica en el trato igual a los desiguales. Invirtamos, siquiera en hipótesis y por un momento, la situación: si Málaga tuviera ya en funcionamiento desde hace tres años la única línea de Metro de Andalucía en la que se hubieran invertido 658 millones de euros; si la Junta hubiera dicho que sólo había dinero para rematar los suburbanos de Sevilla y Granada; y si el alcalde de Málaga hubiera montado en cólera y exigido que se licitara al mismo tiempo otra línea para la capital de la Costa del Sol porque en caso contrario se crearía un agravio comparativo, ¿qué opinaríamos en Sevilla?
Se puede objetar todo lo que se quiera, que la línea 1 de nuestro Metro se construyó con 30 años de retraso y que la red completa consta de cuatro y no sólo de una, pero la realidad es la que es, como decía el presidente de la Confederación Hidrográfica al anunciar su tijeretazo de 2.368 millones de euros. La alternativa de una colaboración público-privada como la propuesta por Zoido, que ahora suspira por que se construya siquiera un tramo de la línea 3 cuando antes exigía todas a la vez, parece difícil en un escenario donde no fluye el crédito. Y, además, tras las múltiples incidencias en las obras de la línea 1, construida por este sistema, la Junta perjuró que nunca más.
El escándalo no radica en que la consejera haya dicho la verdad de que no hay dinero para el Metro, como antes se confesó el consejero Llera con la Ciudad de la Justicia (y hasta fue aplaudido por no seguir con las falsas promesas), sino en eso de que cuando ha mirado en los cajones en busca de los nuevos proyectos no ha encontrado nada, cuando en la precampaña electoral la Junta urgía a Zoido a que eligiera cuál de las tres futuras líneas se empezaba a construir primero.
O sea, que tras aquellos anuncios sólo había humo.

Ciencia-ficción

Como estamos en la semana de la ciencia-ficción (Emilio Llera, consejero de Justicia, dixit), imaginemos que durante doce años la Junta hubiera prometido la ejecución en Málaga de un proyecto valorable en unos 100 millones de euros para el que se hubieran reservado suelos en su PGOU, firmado convenios con su Ayuntamiento, presentado incluso planos de ubicación y distribución de superficies… y que, de la noche a la mañana,  hubiera dicho que no había dinero y que todo eso no era más que “ciencia-ficción”.
Seguro que no se lo imaginan porque saben que en tal hipótesis habría ardido Troya y que la Junta se habría cuidado muy mucho de tomarles el pelo a los malagueños por muy carente de fondos que estuviese, con tal de no encender un foco de rebelión, con el consabido agravio comparativo, victimismo político, alusiones al centralismo sevillano, etcétera.
Imaginen ahora que la Junta se atreve a todo eso y que los más directamente afectados por el entierro del proyecto no sólo no se rebelan, sino que alaban lo que califican de ejercicio de realismo y hasta respiran aliviados por que no se materialice.

DOCE AÑOS DE ESPERA

Pues esto es lo que ha pasado en Sevilla con la Ciudad de la Justicia cuando tras doce años de un proyecto dando tumbos sobre plano (Los Remedios, los cuarteles de Bellavista, los Gordales, el Puerto, otra vez los Gordales….) de la mano de siete consejeros (Carmen Hermosín, María José López, Evangelina Naranjo, Begoña Alvarez, Luis Pizarro, Francisco Menacho, Emilio Llera), el último, por recién llegado e inexperto en las lides políticas, se atreve a finiquitarla con la tesis de que en las actuales circunstancias es de “ciencia-ficción”.
La prensa especulaba sobre dónde metería Griñán las tijeras para recortar 2.700 millones de euros del déficit y no hubo que esperar siquiera a su primer Consejo de Gobierno para saberlo, porque ya lo anunció su consejero de Justicia apenas tomar posesión de su cargo: en no construir la Ciudad de la Justicia en Sevilla, lo cual demuestra que la fórmula andaluza de salir de la crisis por la izquierda no es muy distinta de la que viene aplicando la derecha en forma de suspensión/”reprogramación”· de obras públicas, equipamientos e infraestructuras, en vez de lo contrario, como aconsejaba Keynes.
Naturalmente, en los doce años en que la Junta ha estado mareando la perdiz en Sevilla, le ha dado tiempo de sobra a construir la Ciudad de la Justicia de Málaga, el mayor edificio administrativo de Andalucía, con una inversión de unos 85 millones de euros (¡más barato que las ‘Setas’ de Monteseirín!). Allí no impera la ciencia-ficción, sino el realismo. El Escorial malagueño en plan Torretriana ha permitido concentrar los 88 órganos y siete sedes judiciales hasta entonces dispersos por la ciudad y cuyos alquileres costaban más de un millón de euros.

REACCIÓN DE LA JUDICATURA

Emilio Llera ha encontrado la complicidad y hasta el aplauso de la Judicatura sevillana, a la que él pertenece como fiscal (ahora en excedencia), por que Sevilla pierda la Ciudad de la Justicia y una inversión equivalente a la mitad de la que proyecta Ikea. La fiscal jefe, María José Segarra, le ha agradecido su “realismo” porque “en época de crisis económica es normal que se haga este tipo de anuncios”. El decano de los jueces, Federico Jiménez Ballester, afirma que “el consejero ha dicho en voz alta lo que todos reflexionábamos sobre la Ciudad de la Justicia: si en tiempo de bonanza no se hizo, en tiempos de crisis y de desaceleración de la inversión no es posible encontrar financiación, ni siquiera privada”. El decano de los abogados, José Joaquín Gallardo, considera que Llera “ha verbalizado lo que muchos de los que trabajamos en la Justicia sevillana pensamos”.
Y es que, sin disimulo, la Judicatura se ha opuesto durante estos doce años a mover sus reales del Prado, en torno al cual sus miembros han organizado sus despachos y hasta sus vidas, para irse a un lugar tan distante en su opinión como los Gordales. Aunque se pudiera ir allí en Metro, para ellos es más cómodo ir hasta andando al complejo judicial actual, aun cuando sea manifiestamente insuficiente y haya habido que dispersarlo por Viapol y la Buhaira. Anhelaban, pues, el anuncio de Llera para colmatar aún más el Prado con un proyecto como el que Zoido, juez en excedencia, tenía preparado desde su época en la Oposición y que se ha apresurado a sacar de los cajones con el argumento de que es más barato que el de  los Gordales.

LA ALTERNATIVA DE ZOIDO

Zoido, en vez de haber amarrado la inversión para Sevilla tomándole la palabra a la Junta cuando le instaba a que pusiese él el sitio para construir la Ciudad de la Justicia, ahora que no hay dinero esgrime la alternativa de toda la Judicatura, tan comprensiva (Zoido ha protestado con la boca chica) con el Gobierno autónomo. El alcalde-juez propugna derribar el actual edificio de los Juzgados, reformar el de la Audiencia y construir tres más en el entorno, algunos de ellos con diez plantas de altura y hasta varias bajo rasante (trabajar en un sótano), lo que cambiaría el paisaje actual del Prado al meterle casi 110.000 m2 de edificabilidad, equivalente a dos complejos como el de la torre Pelli/edificio Podio o a tres estadios de fútbol, y sin posible ampliación futura de esta Ciudad dispersa, al contrario que en los Gordales.
Y como la Junta ha comprobado lo comprensiva que es Sevilla y que no ha protestado, sino aplaudido, por el entierro de la Ciudad de la Justicia, la nueva consejera de Obras Públicas ya ha dicho sobre la línea 3 del Metro: “habrá que verlo”.