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El kiosco de Torrijos

El Parlamento de Andalucía rechazó hace unas semanas merced a los votos del PSOE la creación de una comisión de investigación sobre el caso Mercasevilla que, en nombre del PP, defendió Juan Ignacio Zoido. El portavoz de IU, Diego Valderas, manifestó durante el debate que una vez que la Consejería de Empleo planteó la primera denuncia ante la Fiscalía sobre este tema, “no debería de haber problemas para aprobar la comisión de investigación en la Cámara” a fin de que se “pongan luz y taquígrafos” sobre todos los acontecimientos. Valderas afirmó que la posición de IU es proyectar transparencia donde las actuaciones han podido ser oscuras u opacas, sin juicios previos de valor. Dijo asimismo que IU siempre ha mantenido una posición coherente ante la creación de comisiones de investigación, cuando las razones “están fundamentadas, como en este caso”. Para Valderas, si bien sin control judicial no hay Estado de Derecho, sin control democrático del Parlamento “no hay democracia plena”. En su opinión, las comisiones de investigación son instrumentos democráticos de primer nivel con los que gana prestigio la Cámara.

Efectivamente, IU siempre ha abogado por la creación de comisiones de investigación al menor atisbo de escándalo político, pero Torrijos debe de ir por libre en el seno de la coalición, de heterodoxo frente a la doctrina oficial y de espaldas a su coordinador general cuando ha denegado en el Ayuntamiento lo que Valderas había  pedido previamente en el Parlamento. Fue el propio Torrijos quien, con el típico pretexto de “salvaguardar el buen nombre de la empresa y sus trabajadores” y mantenerla “en un debate político sano y alejado de controversias”, propuso un pacto por Mercasevilla al resto de fuerzas políticas. Cuando el PP planteó una cuestión elemental por pura lógica para firmar el pacto, como crear una comisión para investigar la gestión de los administradores que han llevado a la empresa municipal de escándalo en escándalo hasta el juzgado de guardia, Torrijos  ha respondido que “si esto entra en una comisión de investigación, se cierra el quiosco”.

Desbarajuste

Quien no tiene nada que ocultar nada debe temer. ¿Qué teme Torrijos para resistirse como gato panza arriba a que se investigue no  lo que ya judicialmente examina la juez Alaya, sino todo el cúmulo de irregularidades que, éstas sí, salpican el buen nombre de Mercasevilla y el de toda la ciudad? Por ejemplo, que se firme un ERE para 40 empleados y que tres años después el Ayuntamiento tenga que pagar las prejubilaciones más el sueldo de los sustitutos porque la Junta de Andalucía dice ahora que nunca se comprometió a financiarlo; que la sociedad municipal se responsabilizara del pescado ilegal que se vendiera en los pasillos del mercado y ahora deba afrontar multas por valor de 1,8 millones de euros tras incoársele 30 expedientes por tráfico de inmaduros; que se regalen por Navidad cestas con 23 kilos de marisco y que los presuntos destinatarios, dos concejales socialistas, digan que sus nombres han sido falsificados en la factura…

¿Y si resultara que este desbarajuste se ha producido con Torrijos como vicepresidente de la empresa municipal? Se comprende por qué quiere ‘cerrar el kiosco’ y por qué el acuerdo por Mercasevilla que preconiza es en realidad un pacto de mutismo, en línea con la definición que de la ciudad hizo recientemente el abogado Miguel Muruve: “Sevilla es una gran cofradía de silencio”.

Demasiada Sevilla para Gordillo

Luis Gordillo, el pintor vanguardista sevillano en el exilio de Madrid, ha presentado el cartel que ha realizado para la próxima temporada taurina por encargo de la muy tradicional Real Maestranza de Caballería, la cual viene siendo alabada por su afán de no encasillarse en los tópicos de siempre y por hacer apuestas arriesgadas con artistas rompedores que supongan una evolución creadora acorde con los tiempos en que vivimos.

El cartel de Luis Gordillo ha resultado una perfecta metáfora de la ciudad en que vivimos. El artista ha confesado que su primera idea, en línea con la trayectoria vanguardista que le avala como uno de nuestros principales pintores contemporáneos, fue la de representar un individuo con cuernos, para reflejar una síntesis entre el hombre y el toreo, pero que el miedo a que no cayera bien en la ciudad pesó más en su ánimo, por lo que ha acabado haciendo un ‘collage’ basado en la figura del Cid y que ha considerado “más llevadero por la Real Maestranza de Caballería y el pueblo de Sevilla”.

Si Luis Gordillo hubiera sido Luis Gordillo y por tanto fiel a su estilo,  habría  pintado el cartel fruto de su inspiración, máxime cuando declaró ‘a posteriori’ que “Sevilla tiene un déficit de modernidad en arte”. Pero como Gordillo tuvo miedo de su propia osadía, prefirió al final traicionarse a sí mismo para acomodarse al patrón que él presuponía de “lo sevillano”,  con lo cual ha acabado contribuyendo a mantener ese déficit de modernidad que denunciaba. Ha tenido la oportunidad de dar un salto adelante pero ha dado marcha atrás, él, que como artista está por encima del bien y del mal. Si así condiciona cierta imagen de Sevilla a todo un Luis Gordillo, ¿cómo no condicionará a los demás?  “Me daba miedo porque al fin y al cabo, ésta es mi tierra”, ha dicho el pintor. La condición de sevillano se ha impuesto al artista de vanguardia, por eso el cartel de Gordillo es una metáfora de todos nosotros: Sevilla no cambia por el miedo de los sevillanos a Sevilla.