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Retribución

Segundo vistazo al sondeo de la Cámara de Comercio y EUSA. El 20% de los jóvenes creen que cuando acaben la carrera su salario superará los 2.000 euros. El 25% piensa que oscilará entre 1.500 y 2.000 euros/mes. El 35% espera cobrar entre 1.000 y 1.500 euros. El 17,5% afirma que su retribución será de entre 700 y 1.000. Y el 2,5%, que será de menos de 700 euros. La Cámara y EUNSA concluyen que el 80% de los encuestados desconoce el mercado laboral. Y yo me pregunto: ¿qué 20% acierta para la Cámara, el que cree que lo suyo sería percibir una soldada superior a los 2.000 euros o la suma de ese otro 20% que se imagina que va a cobrar a final de mes entre 700 y 1.000? Teniendo en cuenta que los reponedores y cajeras de una conocida marca de supermercados cobran más de 1.000 euros/mes por 8 horas de trabajo -y con numerosas ventajas sociales- sin tener en su mayoría estudios universitarios, ¿no daría que pensar que estuvieran en lo cierto quienes tras cinco años de sacrificio para lograr un título superior creen que con suerte alcanzarán la condición de mileuristas?

‘Ninis’

Tierno Galván, el mítico ‘viejo profesor’ que escribía pregones en latín y que encandiló a la juventud al coincidir la ‘movida madrileña’ durante su etapa como alcalde de la capital de España en la Transición, hizo famosa una pregunta que, para romper el hielo, se le ocurrió hacer a una joven de color con la que tuvo que salir a bailar un chotis en las fiestas de un barrio:
-¿Estudias o trabajas?
Pese a los difíciles tiempos que acaecieron tras la muerte de Franco, con España asolada por el terrorismo de ETA y el GRAPO (hasta un centenar de asesinatos en un año) y con una inflación galopante que obligó a la firma de los Pactos de la Moncloa para salir unidos de la crisis de la mano de otro ilustre profesor, Fuentes Quintana (su discurso al país en calidad de vicepresidente económico es recomendable rememorarlo por Internet), los ilustrados regeneracionistas de entonces, como Tierno, pensaban que un joven que no trabajaba era porque estaba estudiando, y viceversa.

Item más, en muchos casos, de los que puedo dar fe, no había tal disyuntiva, sino una copulativa: jóvenes que trabajaban y estudiaban. Estudiantes que por la mañana se afanaban en las labores de una fábrica y que durante la otra mitad del día, por las noches, los fines de semana o incluso mediante cursos por correspondencia o a distancia, completaban a trancas y barrancas una carrera para mejorar sus expectativas. Estaban alentados por unos padres que veían en la educación, a la que ellos no pudieron acceder por falta de medios o por las consecuencias de la guerrra civil, el único ‘ascensor’ posible en la escala social.

Degraciadamente, España es hoy noticia porque un informe de la OCDE ratifica la triste realidad que se sufre en multitud de familias: somos el país europeo con más jóvenes que no estudian ni trabajan, por la falta de oferta laboral en una nación con cinco millones de parados y porque el ‘sistema’ difícilmente les da ya una segunda oportunidad educativa.

Tenemos dos millones de ‘ninis’, jóvenes de entre 15 y 29 años cruzados de brazos en las calles, de lunes a domingos al sol, y con las puertas cerradas de las aulas, en muchos casos porque en su día las abandonaron prematuramente deslumbrados por el dinero fácil del ladrillo, cuando nadie sospechaba que la ‘burbuja’ inmobiliaria estallaría como una pompa de jabón.

Y lo peor no es ya que ni estudien ni trabajen, sino que tampoco tengan ni subsidio ni otras protecciones sociales por no haber cotizado. La generación ‘nini’ va camino de convertirse en una generación perdida.

Ayuntamiento ni-ni

La sociología habla de ‘generación ni-ni’ para referirse a los 700.000 jóvenes menores de 34 años que ni estudian ni trabajan. En línea con los nuevos tiempos, el (sin) alcalde ha inventado el Ayuntamiento ni-ni cuando ha dicho que el Consistorio no va a presentar alegaciones al proyecto del Metro: “Ahora son los ciudadanos los que decidirán los últimos detalles; nosotros no entramos en eso”. Osea, ni alegaciones, ni correcciones, ni puntualizaciones, ni sugerencias, ni mejoras, ni ampliaciones, ni más inversiones, ni más líneas, ni trazados alternativos, ni cocheras y talleres fuera del Alamillo…. Ni siquiera si una o dos estaciones en el Centro, o si la estación única debe ir en la plaza del Duque, la de la Encarnación, la del Cristo de Burgos o la de Ponce de León. Ná de ná. Ni chicha ni limoná. El (sin) alcalde se lava las manos con el Metro, en plan Poncio Pilatos, y deja que el pueblo haga según su libre albeldrío, mientras el Consistorio hace mutis por el foro. Así está Sevilla con Monteseirín: huérfana. Sin alcalde y, ahora, también sin Ayuntamiento.