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El grupo La Raza pierde el pleito con el Ayuntamiento de Sevilla

Desestimado su recurso por la extinción de la concesión del restaurante en el parque

Exigía mantenerla o una indemnización de 1,6 millones de euros

El juez dice que debió haber adoptado medidas previsoras, propias de un ordenado comerciante

 

El Juzgado de lo Contencioso-Administrativo Nº 13 de Sevilla ha desestimado el recurso interpuesto por el grupo hostelero La Raza contra la decisión adoptada por el Ayuntamiento, hace ahora dos años, de declarar extinguida la concesión del bar-restaurante del mismo nombre en el parque de María Luisa, una vez expirado el plazo del que venía disfrutando,  para sacarlo a concurso público.

El grupo hostelero llevó el caso ante la Justicia y solicitó la anulación del acuerdo municipal y que en su lugar el Ayuntamiento declarara o reconociera las siguientes exigencias:

1.- Que convirtiera el contrato  de arrendamiento existente en otro de concesión, previo procedimiento en que se estableciera un periodo de 50 a 75 años.

2.- Para el caso de que no se admitiera mantener la concesión por el plazo de 50 a 75 años, se le reconociera derecho a ser indemnizado, “por la lesión a la confianza legítima”, con al menos 1.637.528 euros.

3.- Que además pudiera seguir manteniendo la ocupación del local en tanto finalizara una nueva licitación para la ubicación de una nueva concesión.

Sin embargo, la sentencia judicial deja claro que el bar La Raza se encuentra dentro de un bien público como es el parque de María Luisa y afecto a un uso público. Asimismo, que su explotación se ha basado en un antiguo (1972) contrato de arrendamiento, “título manifiestamente inhábil -puede leerse-, sin que haya mediado procedimiento alguno que justificara el contrato, ni publicidad o concurrencia”.

 

CONCURSO PÚBLICO

 

Según el fallo judicial, es innegable que como bien de dominio público es precisa una concesión administrativa, que debe hacerse previa licitación y en régimen de concurrencia, “siendo nulas las concesiones que se otorgaran sin ajustarse a las formalidades establecidas”.

Asimismo, el juez recuerda que el contrato de arrendamiento ya no existe al haber sido extinguido por una ley de 1994 y superado el plazo máximo de vigencia de 20 años establecido en la misma, por lo que no procede que el grupo La Raza pida un plazo de 50 a 75 años sin fundamento legal y como si hubiera sido un concesionario legal, “lo que no es el caso”.

El juez tampoco estima razonable que el grupo hostelero sostenga que tendría un derecho preferente para continuar usando el bar y que en base a esa confianza de buena fe ha hecho inversiones y asumido obligaciones y compromisos que ahora no puede atender, “porque -dice en la sentencia- no hay fundamento legal para que continuara en la ocupación del local, que es un bien demanial al que accedió en virtud de un título inhábil y sin la existencia de procedimiento de concurrencia competitiva alguna”.

Por tanto dice que no procede la indemnización solicitada en virtud del supuesto perjuicio causado, “que se podría haber evitado, o atenuado, con medidas previsoras, propios de un ordenado comerciante”..

El pago mensual por el espacio del parque de María Luisa ocupado por el bar La Raza era en 2016, tras 44 años de disfrute del mismo, de 197,22 euros/mes (Iva incluido).

Ayuntamiento de Sevilla: La Raza hizo reservas hasta 2017 aun sabiendo que le caducaba la concesión

 

El Consistorio  acusa al grupo hostelero de “falta de previsión y carencia de cautela”

Afirma que debió acompasar sus inversiones y reformas a la ley de Arrendamientos
Le recuerda, frente a los 50 años que pide, que lleva 62 ininterrumpidos en el Parque

 

El Ayuntamiento de Sevilla  ha respondido de forma contundente al grupo hostelero La Raza en el dictamen jurídico redactado para desestimar el recurso de reposición presentado por su director general y expresidente de la patronal del ramo, Pedro Sánchez Cuerda. El Consistorio le recuerda asimismo la cantidad de años que lleva el restaurante sobre suelo público y le reprocha a la empresa su falta de previsión y de cautela a la hora de adquirir compromisos comerciales.

La ocupación de suelo del Parque de María Luisa por el grupo La Raza data, según los antecedentes que obran en el expediente municipal, desde el 7 de junio de 1954 de forma ininterrumpida, por lo que el mes pasado se cumplieron 62 años, sea cual sea la forma jurídica (arrendamiento o concesión) a la que se quiera remitir el grupo hostelero.

Como se recordará, los directivos de La Raza vienen sosteniendo que como en los tiempos antiguos las concesiones (en caso de que se admitiera la tesis del Ayuntamiento)  sobre bienes de dominio público se solían otorgar por un plazo de 50 años, no procedería desalojar el restaurante hasta el año 2022.

Si se cuenta hacia atrás a partir de esa fecha, el grupo se retrotraería hasta el año 1972 como fecha de origen del contrato que estiman aún vigente con el Ayuntamiento. Sin embargo, para la Corporación Municipal, ha sobrepasado con creces ese medio siglo que invoca, ya que lleva 62 años “sin solución de continuidad” en el Parque de María Luisa.

 

EMPLEOS Y RESERVAS

Por otra parte, para mantenerse en suelos de dominio público y pagando un exiguo alquiler de 197 euros mensuales (IVA incluido), el grupo La Raza se ha escudado en que su desalojo podría en peligro los 400 empleos de la compañía y crearía un problema social por tener reservas para actos de distinto tipo hasta dentro de dos años.

El Ayuntamiento le responde que si como sostiene el grupo hostelero su contrato es de alquiler y está regido por la Ley de Arrendamientos Urbanos, era consciente de que en virtud de la Disposición Transitoria Tercera de dicha norma ese contrato estaba abocado a la extinción y por tanto los empresarios debieron acompasar sus inversiones y reformas al plazo que la ley le fijaba.

“En modo alguno le cabe responsabilidad alguna a la entidad concedente (el Ayuntamiento), que daba por hecho el conocimiento que la limitación de este plazo -se afirma en la contestación a este recurso- le imponía al usuario como determinante de los gastos a realizar y que, en consecuencia, debió limitar en sus últimos años a las estrictas obras de mantenimiento”.

Según el Ayuntamiento, los Sánchez Cuerda pudieron, previamente a la extinción del contrato por el que ocupan suelos del Parque de María Luisa, adecuar el ritmo de evolución de la empresa y, consecuentemente, sus compromisos comerciales, al tiempo que, tal como se desprendía de los documentos que tenían en su poder, le restaba para el vencimiento de la concesión.

Aún más, el Consistorio les recuerda que los compromisos comerciales a que aludían en anteriores escritos dirigidos al Ayuntamiento no se han limitado ya al año 2016 (fecha de extinción del contrato o de la concesión) sino que los han extendido a diciembre de 2017, pese a que tenían conocimiento de la iniciación del expediente de caducidad de la concesión.

“Esta actitud -se lee en el dictamen jurídico- deja de manifiesto una falta de previsión y una carencia de cautela contrariamente a la que hubiese procedido en una situación como la presente”.

 

Zoido pagó 39.000 euros por la poda de un ficus en el restaurante La Raza

 

El gobierno de Espadas entiende que al ser una concesión ese coste no correspondía al Ayuntamiento
Comunica al grupo hostelero que deberá asumir los costes de jardinería hasta el final de la concesión

Insta a que aclare y reduzca la copa de los ficus y en caso contrario le pasará una factura de 15.000 euros

 

El conflicto entre el Ayuntamiento y la empresa gestora del restaurante La Raza se ha extendido hasta el patrimonio vegetal que se encuentra dentro del perímetro del establecimiento hostelero. El gobierno de Espadas entiende que la empresa ha de correr con los gastos del mantenimiento y poda de plantas y árboles y que no procedía que en el mandato de Zoido la Corporación municipal abonara los 39.261 euros que costó la poda de un enorme ficus del que se desprendió una rama gigantesca.
En la madrugada del 26 de julio de 2013 se produjo el desplome de una gran rama de un ficus sobre el techo del restaurante La Raza. Causó bastantes destrozos materiales pero, afortunadamente, sin herir a nadie, ya que a esa hora el establecimiento se hallaba cerrado al público y sólo estaba presente un vigilante nocturno que quedó fuera de la zona donde se produjo el desplome.

Tras aquel suceso, el director general del grupo La Raza y expresidente de la patronal hostelera, Pedro Sánchez Cuerda, exigió al Ayuntamiento la retirada de la rama desprendida y una poda general de los árboles del entorno del restaurante para evitar la repetición de episodios similares. En cuanto a la reparación de los desperfectos causados, Sánchez Cuerda declaró que como la rama procedía de un árbol del parque de María Luisa, debían ser cubiertos por las pólizas de seguro del Ayuntamiento.

Casi un año después, el 6 de junio de 2014, el delegado de Medio Ambiente de Zoido, Maximiliano Vílchez, asumió el pago de 39.261,78 euros a la Unión Temporal de Empresas Convesa/Aldilop por los servicios de poda de los ficus ubicados en la terraza del restaurante, sita en la avenida Isabel la Católica, pese a que un informe de los Servicios Municipales reflejaba que el ficus desde el que se había desprendido la rama se hallaba “en el interior del restaurante”.

REVISIÓN

El gobierno de Espadas, que ha revisado los expedientes, entiende que el de Zoido nunca debió cargar sobre las arcas municipales el pago de la poda, al hallarse el árbol dentro del recinto del restaurante y no fuera y por tratarse de una concesión administrativa, máxime cuando así también lo interpretó la corporación municipal del PP al incoar luego el expediente de caducidad de dicha concesión al grupo La Raza, expediente de caducidad que el gobierno socialista se ha limitado a continuar.

No sólo se cargó a la Hacienda municipal la factura de la poda de uno de los dos enormes ficus existentes en el área que ocupa el restaurante, ya que el Servicio de Parques y Jardines se había hecho cargo de ese tipo de tareas con anterioridad, sin coste alguno para el grupo hostelero.

El actual gobierno municipal cree que no procede mantener por más tiempo esta situación y ha comunicado al grupo La Raza que deberá pagar las labores de aclarado y reducción de copa de los ficus.

En caso de que la empresa no lo haga, lo ejecutará de forma subsidiaria el Consistorio y le pasará la factura correspondiente, estimada en 14.945 euros.

 

La Raza vs El Barranco

El Ayuntamiento ha declarado desierta la subasta que había convocado para alquilar un local de unos 54 m2 sito en los bajos del edificio Laredo en la calle Sierpes, contiguo al restaurante de la cadena Robles. Se da la circunstancia de que era esta cadena quien también lo explotaba, aunque con una fórmula hostelera distinta, tras suceder a una firma de helados italiana, bajo la figura de un contrato de renta antigua.

Al acabar el año pasado la moratoria de la ley de Arrendamientos Urbanos, el Consistorio, propietario del local, lo ha sacado a concurso por un mínimo de 38.400 euros/año, dada su privilegiada situación en el corazón de la ciudad y los precios de mercado vigentes en el casco histórico. La cadena Robles ha sido la única ofertante, pero el Ayuntamiento ha declarado desierta la subasta por considerar “inadmisible” la oferta recibida, quizás porque quienes la han efectuado aún piensan en clave de renta antigua.

En contraste, hace tres años y medio el gobierno de Zoido adjudicó por concesión administrativa la explotación del mercado gourmet en las naves del Barranco a la UTE del torero Rivera Ordóñez y del periodista Carlos Herrera a cambio del pago de un canon anual de 230.000 euros. Y ello sin contar la millonaria inversión de la sociedad para restaurar el histórico edificio.

Si el canon anual de las naves del Barranco es de 230.000 euros y por el local del edificio Laredo en Sierpes se pide un mínimo de 38.400 euros, ¿a cuánto debería ascender el canon por el restaurante de La Raza, que ocupa desde hace 44 años un privilegiado suelo de dominio público en el parque de María Luisa? El grupo hostelero del mismo nombre que lo explota sólo paga al Ayuntamiento 1.955 euros anuales (2.366 si se incluye el IVA, a una media mensual de 197 euros, en números redondos).

RESISTENCIA

Estas cifras y los enormes intereses en juego explican la numantina resistencia de los directivos del grupo hostelero La Raza a aceptar el final de la concesión que vienen disfrutando por ese módico precio desde hace casi medio siglo merced a un contrato que originalmente sólo es de carácter anual prorrogable y que expiraba el día 2 del año en que el Ayuntamiento dejara de prorrogarlo, como empezó a ocurrir cuando el gobierno de Zoido, que no el de Espadas, inició en 2014 el expediente de caducidad.

Al tratarse de un bien de dominio público o demanial como el Parque de María Luisa, en el que se integra, ha de sacarse a concurso de nuevo y no puede dársele preferencia al ocupante mediante un nuevo arrendamiento a precios actualizados, como habría sido el caso de un local afectado por el fin de la moratoria dada en la ley de Arrendamientos Urbanos.

La ley 33/2003, de 3 de noviembre del Patrimonio de las Administraciones Públicas estipula claramente que el otorgamiento de concesiones sobre bienes de dominio público se efectuará en régimen de concurrencia y que las concesiones y autorizaciones demaniales se extinguirán por muerte o incapacidad del usuario o concesionario (caso del bar Parada, en Heliópolis, del que ahora se ha descubierto un ilegal traspaso de concesionario hace cuatro años, en otra muestra del descontrol del Ayuntamiento sobre los bienes municipales), o caducidad o vencimiento del plazo de la concesión, caso en el que se encuentra La Raza, cuyo director general, Pedro Sánchez-Cuerda, ha declarado: “El propio Ayuntamiento reconoce que se estuvo prorrogando cada mes de mayo y nos instaba al desalojo ese mes”.

Pero no lo desalojaba, como no lo hizo tampoco a partir del año 1985, cuando inició 29 años antes que Zoido un expediente de caducidad del contrato, hasta que lo ha retomado Espadas tras los informes jurídicos en tal sentido emitidos por el secretario y el Servicio de Patrimonio del Ayuntamiento.

Sánchez-Cuerda discrepa por entender que si se trata de una concesión y no de un alquiler de renta antigua debe expirar a los 50 años (en 2022) y no ahora. Esa diferencia de criterio se sustanciará probablemente en los tribunales, como corresponde en un Estado de Derecho, y es legítimo que el hostelero defienda por esa vía sus intereses.

Sin embargo, Sánchez-Cuerda ha ido mucho más allá, al presentar su caso o darle pábulo a quienes lo han presentado como una venganza política del gobierno socialista (obviando que fue Zoido y no Espadas quien inició el expediente de caducidad) por haber denunciado el caso Mercasevilla; haber amenazado con el forzado despido de 400 trabajadores (repartidos por sus seis unidades de negocio y no sólo el restaurante), cuando sabe que el Ayuntamiento dio ya por expirado el contrato hace dos años y debió por tanto prepararse para tal contingencia; haber iniciado una campaña victimista en las redes sociales con el lema “Salvemos la Raza”, como si tuviera un monopolio sobre el mismo y nadie más tuviera el derecho a participar en un concurso público para su gestión, y haber movilizado o permitido que se movilizara en su favor la Confederación de Empresarios de Sevilla, por unir a su condición la de presidente de la patronal de hostelería, con lo que la CES ha demostrado hasta dónde llega su corporativismo y cómo los poderes fácticos de la ciudad, los mismos que invocan el libre mercado, en realidad aspiran al más puro proteccionismo con la coartada de la “seña de identidad” o el “negocio emblemático”.

La CES debería explicarnos por qué el mercado gourmet del Barranco ha de pagar un canon de 230.000 euros y La Raza tan sólo 1.955 euros. Será quizás porque para la patronal que preside Miguel Rus no todos los empresarios de Sevilla son iguales o, como en la granja de Orwell, unos son más emblemáticos que otros.

 

Arboricidio

Vecinos de Heliópolis denuncian que la Confederación del Guadalquivir (CHG) ha  cortado 15 árboles (acacias, paraísos, árboles del amor y una palmera) plantados por ellos hace 30 años en la calle Perú, colindante con la carretera camuflada de Parque del Guadaíra que construyen  para unir la SE-30 con la prolongación de la Avenida de la Raza. La CHG dice que no es una tala, sino un apeo, pero la 5ª acepción de este término en el DRAE le da la razón al vecindario: la Confederación ha cortado por lo sano la arboleda, ya tan perdida como la de Alberti, con la manida coartada de que los ejemplares estaban enfermos. Las fotos previas parecen demostrar lo contrario. En todo caso, la calle estaba mejor con árboles supuestamente enfermos que con el talud hecho por las excavadoras. El nuevo arboricidio de Heliópolis (antes se cargaron otros 20 ejemplares) pone en solfa la promesa de Zoido de que no se cortaría ningún árbol si no era con la firma del alcalde. Heliópolis es la prueba de que  en la Sevilla de Zoido se siguen cortando árboles como en la Sevilla de Monteseirín.

Dignidad vegetal

Ahora que se habla tanto de los derechos de los animales a raíz de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña y de que el futuro parece encaminado a que no se celebre espectáculo en el que tenga que aparecer algún ser del reino animal, yo me pregunto cada vez que paso por la Plaza de San Francisco cuándo hablaremos de los derechos de los vegetales. Reparen, por favor, en la pareja de ficus que deberían ser de gran porte sitos a cada lado de la fuente de Mercurio, ante la fachada del Banco de España. A estas maravillas arbóreas, que podrían alcanzar similar  frondosidad que en la Avenida de María Luisa tienen sus hermanos junto al restaurante ‘La Raza’, las podaron años ha con el argumento de que los empleados del banco se quejaban de que les tapaban la luz. Ni que fueran Diógenes en su diálogo con Alejandro Magno, cuando en Sevilla lo que hay que valorar es justamente la sombra, porque luz y sol nos sobran. Y no se contentaron con talarlos más que podarlos, sino que los han desfigurado al darles un porte cuadrado, ajeno a su elegancia natural.

La Sevilla de las antípodas

Frente a la ‘grandeur’ de los nuevos estadios ‘Olímpico’ que son las ‘setas’, la biblioteca a costa de una zona verde en el Prado y el tranvía que duplica en superficie el trazado del Metro, el sentido común de que una ciudad es sobre todo la suma de muchas pequeñas cosas. Fiel a su estilo, ésta fue la ‘filosofía’ de gobierno que expuso  Soledad Becerril en  el ciclo de ‘Los exalcaldes democráticos’, del grupo La Raza, los que tiraron de la manta de Mercasevilla en plan Hércules con los establos de Augías. Al margen de ciertos lapsus de memoria con el Urbanismo, doña Sole recordó como su mejor hito un Ayuntamiento ordenado, calles limpias y servicios municipales cuidados. Tal era su obsesión por los detalles que su al final odiado socio, Rojas Marcos, definió malévolamente su visión de Sevilla como ‘la casita de Pin y Pon’. Sí, pero como ella ha dicho, se llevó bien con los vecinos y con la Oposición, no orilló a los funcionarios, no derrochó en teles ni fundaciones, ni se pasó el día en los Juzgados. Soledad Becerril, en las antípodas de Monteseirín.