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Año nuevo

Año nuevo, problemas viejos. El tiempo en Sevilla, al contrario que en la máxima latina, no parece que vuele, sino que marche en sentido inverso, hacia atrás. A la ocupación de edificios, ahora llamados ‘corralas’ como en Madrid, en demanda de una vivienda para los desahuciados o los que carecen de ella, se une el encierro de los trabajadores de la factoría Roca, de Alcalá de Guadaíra, en la catedral en protesta contra el proyectado cerrojazo a la fábrica. Esta pacífica toma del templo metropolitano por turnos de 40 obreros nos retrotrae treinta años en el tiempo, cuando eran tan frecuentes estas formas de protesta en las iglesias que inspiraron al gran Manuel Barrios una de sus obras más celebradas, ‘El encierro de San Serapio’, en la que un sacerdote que no se había visto en otra semejante debía afrontar la ocupación de su templo por unos obreros en conflicto laboral. Tanto éxito tuvo que hubo de ser repuesta en cartelera diez veces en el plazo de seis años. Por éso este 2013, más que un año nuevo semeja un año viejo que nos trae el aroma de lo ya vivido.

 

Manuel Barrios

Apenas iniciado en este veneno del periodismo, que es siempre éso, un eterno principio sin fin en plan piedra de Sísifo, no recuerdo ya si fue Antonio Burgos o Manuel Ferrand, o los dos, me mandaron entrevistar a los ‘narraluces’. Y, como en el soneto de Lope, nunca me vi en tal aprieto: un becario frente a los maestros consagrados. Así conocí a Manuel Barrios. Me recibió en su piso del Polígono no como el multipremiado escritor y periodista, sino como un colega a otro. Me trató y me hizo sentir como un igual. Y en su afectuosa despedida al principiante me regaló un ejemplar de ‘La espuela’ dedicado de su puño y letra. Guardaré siempre ese imborrable recuerdo de Manuel Barrios, al que trato torpemente de emular en lo que él fue mucho antes y mucho mejor que yo: un francotirador periodístico, unamuniano contra ésto y aquéllo, en la insobornable busca de la verdad. Sufrió las incompresiones de derecha e izquierda porque no era de nadie y sólo aspiraba a ser él mismo. Sí, ha muerto solo, pero libre, porque la soledad es el precio de la libertad. Y ése es su mejor epitafio.