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Fariseo

El (sin) alcalde, cuya primera decisión hace 11 años fue subirse el sueldo, trata ahora que tiene un pie en el estribo de congraciarse con los funcionarios al decir que le parece “un poco injusto” que ZP les recorte un 5%. Lo afirma farisaicamente quien en 2009 quiso recortar la subida pactada con los sindicatos del Ayuntamiento aun a costa de sublevar a los funcionarios, desatar huelgas en los servicios y hasta poner en crisis el grupo socialista con tal de darle por saco a Carrillo, a quien, tras relegarlo a Delegado de Personal, había tendido la trampa de que cerrara el convenio municipal al alza para luego dejarlo a los pies de los caballos negándose a reconocer la subida en Pleno. ¿A quién va a engañar a estas alturas? Y aún omite si va a recortarse su nómina en un 15% como ha hecho el Gobierno. Tendría truco, porque aunque el (sin) dice que gana unos 60.000 euros como alcalde, en la práctica se embolsa cerca de 110.000 merced a las empresas municipales. Al contrario que Telepizza, su secreto no está en la masa (salarial), sino en las dietas.

Zoido demostró, frente a quienes auguraron que no iba a aguantar cuatro años en el Palomar, que no sufría el síndrome de Luis Yáñez, el cual dio la ‘espantá’ cuando vio que no iba a suceder a Del Valle. Sin embargo, ahora Zoido ha metido la pata hasta el corvejón al decir que si no es el alcalde se irá tras las elecciones porque ha venido a la política “a servir y no a servirse”. Incurre en una confusión garrafal de concepto: no sólo se sirve desde la Alcaldía, sino también desde la Oposición, como demuestra él mismo cada día controlando al Poder en nombre de todos los sevillanos y no sólo de sus votantes. Con sus palabras ha dado pie a que Moriña le acuse de ambicionar sólo el cargo, de incivismo por querer irse si no es alcalde y de hacer un chantaje antidemocrático al electorado. Tiene razón el portavoz socialista: la obligación de un político que se presenta a unas elecciones es defender el interés ciudadano allí donde democráticamente le sitúen los votos. Esta vez, Zoido se lo ha puesto al PSOE como decían que se las ponían a Fernando VII: a huevo.

Comulgar con ruedas en Tussam

El delegado de (in)Movilidad y presidente de Tussam, Francisco Fernández, el mismo que fue obligado por Susana Díaz a sentarse a negociar en la sede del PSOE con los  huelguistas y que ya antes fue en peregrinación a Luis Montoto a decir que aunque a él lo incluían en el sector crítico en realidad también era enemigo de Caballos (mensaje subliminal: el enemigo de tu enemigo en el fondo es tu amigo), va diciendo a quien hace el paripé de escucharle que aunque su vice Gutiérrez ha dimitido no había motivos para sentirse desautorizados por la doña, ya que no han cedido en nada. Según el hombre grande del Ayuntamiento, que no al revés, si los huelguistas han levantado el paro no ha sido porque se les haya prometido poner el contador a cero y por tanto arrojar a la papelera la externalización de líneas deficitarias y la congelación de sueldos y de plantilla, sino por “responsabilidad” de los sindicalistas, los mismos a los que se tachaba en los últimos años de ‘batasunos’ y ‘rompelunas’.  A la bajada de pantalones le llaman ahora en Tussam diálogo social.

Honorables ‘mileuristas’

De fuera vendrá el que bueno te hará. ¿Recuerdan la que se lió con Chaves porque sólo tenía 22.461 euros ahorrados y  un piso de 46.502 euros? Camps, el presidente valenciano, declara ahora ahorros de ‘mileurista’: una cuenta con 905 euros, un coche con 15 años, un piso a medias con su mujer que vale menos que una VPO y un plan de pensiones con  8.309 euros. Monteseirín declara que no tiene coche (¿comprenden lo del blindaje del Centro al tráfico?), sólo 2.700 euros en el banco, dos pisos que son dos chollos porque les da un valor conjunto de sólo 73.792 euros a pesar de su magnífica ubicación y un plan de pensiones de 58.507 euros por si Viera lo quita de alcalde. Ya ven, ustedes envidiando a los gobernantes y resulta que a pesar de que disfrutan ‘gratis total’ de coche, comilonas, viajes y hoteles de cinco estrellas, tras toda una vida de cobrar sueldazos y dietas acaban como unos vulgares ‘mileuristas’; honorables, pero ‘mileuristas’ al fin y al cabo. Tanto, que cada vez que veo a un político estoy tentado de hacerle llegar discretamente un donativo.