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Paradojas turísticas

Espadas hablar de cuidar el turismo “hasta la extenuación” mientras baja el empleo en los hoteles

¿Cómo justificar una tasa al turismo mientras se le quitan al Alcázar 20 millones dejados por los turistas?

El otoño económico en Sevilla ha empezado caliente, en plan veranillo del membrillo, con el turismo como protagonista y coincidiendo con la celebración del Día Mundial del sector. El alcalde a tiempo parcial, Juan Espadas, aprovechó la efeméride para presentar el primer Consejo Local de Turismo en la historia de la ciudad, ente en el que ha dado entrada a 40 entidades de todo tipo. Están las que siempre le arropan, y viceversa, por aquello de la proximidad al perol del Poder a ver si cae algo, y alguna habitualmente muy crítica a su gestión, como Ecologistas en Acción.

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De Sevilla a Venecia….

…pasando por Turín y Milán. Aprovechando el vuelo directo entre Sevilla y Turín, iniciado el pasado 1 de junio, he hecho durante este verano recién terminado una ruta por el Norte de Italia y tomado nota sobre algunas cuestiones comunes a Sevilla, especialmente en materia turística. Primera constatación: el cambio climático. A pesar de que Turín está al pie de los Alpes, sólo desde la colina de Superga, a 667 metros, me fue posible divisar en la lejanía alguna cima escasamente nevada de montañas que superaban los dos mil metros de altura.

En la Oficina de Turismo turinesa no recordaban un calor como el que ha hecho este verano, especialmente en la primera mitad de agosto, desde hacía 60 años. Item más, en los paneles informativos de la estación ferroviaria de Santa Lucía, en Venecia, salió un mensaje comunicando que los trenes de alta velocidad italianos que conectaban con la mitad meridional del país acumulaban media hora de retraso porque debido a la altísima temperatura alcanzada por las vías no podían circular más rápidamente. Pensemos entonces, para bien, en la eficacia del AVE que une Sevilla con Madrid, sin problemas de este tipo pese a nuestros tórridos veranos, y en el reto que afronta la ingeniería española con el tren de alta velocidad entre Medina y La Meca, en la desértica Arabia Saudí.

 

Si por efecto del cambio climático suben de forma generalizada las temperaturas en otros países, el calor de Sevilla dejará de ser un “handicap”. De hecho, desde hace unos años el verano ha dejado de ser temporada baja turística en nuestra ciudad y se baten récord de visitantes julio tras julio y agosto tras agosto. El cambio climático nos iguala a todos.

 

PAISAJE URBANO

 

Y hablando de agosto, fue el mes en que el Ayuntamiento de Sevilla externalizó, como bien ha visto IU, la redacción de la Ordenanza de Paisaje Urbano, por valor de 72.600 euros, como si entre los miles de empleados del Consistorio no hubiera nadie capacitado para redactarla y por eso haya que pagarla aparte a una empresa privada. ¿Qué hacen entonces los técnicos de la Delegación de Hábitat Urbano, Turismo y Cultura?

 

Según declaró la pasada primavera el delegado, Antonio Muñoz, el objetivo de esta Ordenanza será eliminar “la vulgarización de las calles como consecuencia de la proliferación de franquicias de multinacionales de la hostelería y del comercio, cuyo diseño, estética y publicidad no implican ningún valor añadido”.

 

La estética y “uniformidad” provocada por las franquicias ha sido uno de los argumentos empleados por los dueños de la confitería La Campana para exigir un trato favorable y diferencial respecto de aquéllas y que se les permitiera la colocación de veladores en la calle Sierpes y en la plaza aledaña.

 

Pues bien, vean en la foto que ilustra esta página la franquicia que la multinacional por excelencia de la hostelería, McDonald’s, tiene en la Piazza Castello de Turín, el corazón de su casco histórico, equivalente a nuestra Plaza Nueva pero con, salvando las distancias, los soportales de República Argentina. Está perfectamente integrada en el paisaje urbano y en sintonía con la banda de kioscos cuadrados que tiene enfrente, entre los arcos de los soportales.

 

Si en vez de McDonald’s tuviera un nombre italiano pasaría por ser una marca de toda la vida del país transalpino. Hay que preguntarse, pues, cómo McDonald’s se adapta al paisaje urbano de Turín en vez de Turín subordinarse al estilo de la multinacional, y por qué en Sevilla pasa lo contrario, de lo que podría colegirse que el problema no radicaría en las franquicias, si no en la laxitud de nuestro Ayuntamiento.

En Turín también hay veladores, pero no calles enteras llenas de ellos como la nuestra de San Fernando y la Avenida, sino digamos isletas de veladores bastante distanciadas, que no impiden la circulación de los viandantes, entre otras razones porque no hay un monocultivo turístico como en Sevilla.

 

Hay concentración de veladores allí donde por su extensión su impacto se difumina, como en la inmensa plaza Vittorio Veneto, que mide 360 metros de larga por 111 de ancha. Es tan enorme, casi 40.000 m2 (casi seis veces el campo del Sevilla F. C. o del Betis) que hay sitio para todo, pero incluso allí zonas con veladores están delimitadas con pivotes metálicos y cordones. ¿Recuerdan que aquí el Ayuntamiento dictaminó que los veladores debían estar delimitados por tachuelas en el suelo para separarlos de los pasillos peatonales? ¿Se ha cumplido tal directriz?

 

LAS COLAS

 

Demos ahora un salto. De Turín a Milán, donde enlazamos con otra de nuestras polémicas turísticas domésticas, que causarían estupor en el extranjero. En Sevilla se quiere meter la piqueta, sentando un peligrosísimo precedente porque entonces nada estaría a salvo de la misma, en el Patio del León del Alcázar, monumento Patrimonio de la Humanidad, porque el “lobby” turístico local dice que son inadmisibles las colas de turistas que se forman delante del monumento, ante lo cual se pretende habilitarles la Casa del Militar para que la cola esté por dentro y no se vea por fuera.

Nuestro “lobby” local habrá viajado poco y no habrá visto colas gigantescas como las que se forman ante el Vaticano y/o sus museos, el palacio de Versalles, Notre Dame y la Sagrada Familia de Barcelona. En Milán, la Catedral (el Duomo) se alza frente a una plaza que debe de medir unos 150 x 110 metros. El pasado agosto, a pleno sol, la cola llegaba casi hasta el final de la plaza y como las vallas de seguridad dibujaban pasillos en forma de ese, casi a las puertas de la Catedral había carteles indicadores de que a esa altura todavía quedaba una hora, hora y media o más para la entrada. Los turistas aguantaban sin rechistar y allí no se ha suscitado ningún debate sobre cómo mejorar su situación instalando, por ejemplo, alguna estructura, siquiera efímera, que  los defienda de las inclemencias meteorológicas.

 

El flujo de la cola es, además, lentísimo, por las estrictas medidas de seguridad. Allí, desde hace años ya y sin que pueda considerarse como una reacción a atentados similares al de Barcelona, son militares que hacen ostentación de sus metralletas los que controlan a rajatabla a cada turista antes de que pueda acceder al templo: les pasan escáneres manuales por todo el cuerpo, les obligan a vaciar sus bolsos y hasta les conminan a que beban el contenido de sus botellas, no vayan a contener algún tipo de explosivo líquido.

 

LA TASA TURÍSTICA

 

Tercera etapa del viaje: Venecia. En el hotel me advierten de que antes de la salida he de pasar por caja para abonar la tasa turística que desde el 1 de julio de 2011 impuso el Ayuntamiento, como pretende hacer también el gobierno de Espadas. Así que mientras efectúo el abono le meto los dedos al encargado a ver por dónde respira al respecto. Se queja de que los hoteleros venecianos tengan que hacer de recaudadores de la Corporación Municipal y de que no sepan en qué se gasta el dinero de la tasa, supuestamente destinado a preservar esta maravillosa ciudad. Aboga por que se dedique a rebajar el billete del vaporetto, que para los turistas cuesta nada menos que 7 euros.

Como estuve anteriormente hace un cuarto de siglo, cuando acudí a informar sobre la candidatura de Venecia a organizar en sus Atarazanas la siguiente Exposición Universal a la de Sevilla-92 (el Gobierno italiano retiró la candidatura al final y Hannover se impuso a Toronto), traté de ver el efecto de la aplicación de la tasa turística a la conservación de esta urbe sin parangón. Pese a que me recorrí a fondo buena parte de los distritos, sólo vi seis carteles de obras de restauración de edificios, cuatro de ellos a orillas del Gran Canal. Venecia presentaba prácticamente el mismo aspecto decadente que veintisiete años atrás.

 

Dado que la previsión del Ayuntamiento era recaudar al menos 20 millones de euros/año por la tasa turística, en los 7 años transcurridos podría haber obtenido 140 millones. Sin embargo, a la hora de restaurar recurre a patrocinios de grandes empresas. Así, Chanel ha financiado la del león de San Marcos; Benetton proyectó la remodelación del edificio Fondaco dei Tedeschi; Generali y Venice Gardens Foundation patrocinan la recuperación de los Jardines Reales…. Lo mismo que en Roma, pionera en implantar la tasa turística (1 de enero de 2011, con previsión de 80 millones de euros/año), y donde es Fendi quien repara la Fontana di Trevi (pese a que los turistas dejan en monedas 1,5 millones anuales); Tod’s el Coliseo (aportación de 25 millones); Valentino el Templo de Venus…

 

Estos ejemplos demuestran la necesidad de que, en caso de que la tasa se implante en Sevilla, sea un órgano autónomo al Ayuntamiento (¿por qué no el Consejo Económico y Social?) el que administre el dinero para que se destine al patrimonio y no a tapar agujeros municipales.

 

Por cierto: estando en Italia me llegó la noticia del camarero del bar de la Ciudad Deportiva del Betis al que le detectaron un cáncer y que cuando acudió a darse de baja se enteró de que no tenía derecho porque no le habían dado de alta en la Seguridad Social. Pero es que allí conocí a una persona que trabaja también en el sector turístico/hostelero de Sevilla y me confesó que carece de contrato alguno. Sentí vergüenza ajena.

 

¿Y si en vez de preocuparse tanto por cobrarle la tasa a los turistas, el Ayuntamiento de Sevilla procura que primero cobren los trabajadores de nuestro sector turístico?

La tasa (turística) de la discordia

El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, se ha sumado a la campaña que en plan llanero solitario había iniciado su delegado de Turismo, Antonio Muñoz, en pro de la implantación en Sevilla de la tasa turística, que consistiría en cobrarles a los turistas que se alojen en hoteles al menos un euro por noche, con lo que se recaudarían 5 millones de euros que invertir en la promoción de la ciudad.

Muñoz ha declarado de forma gráfica que se le ponen los ojos como platos imaginando la de cosas que se podrían hacer con ese dinero. Espadas y su delegado han abundado en la idea de la tasa turística en contra de la política mantenida al respecto por la Consejería de Turismo, organismo que tiene las competencias en la materia, y de la Mesa del Turismo de Andalucía (patronales y sindicatos). Lo han hecho en el marco de la “Sevilla Tourism Week”, unas jornadas de reflexión en las que Muñoz ha mostrado su preocupación por la “estandarización” de la ciudad, pero lo primero que ha hecho ha sido pecar de esa “estandarización” al huir del español y denominar las jornadas en inglés.

El motivo declarado de este encuentro era cómo evitar los efectos del turismo masivo, que ya está provocando movimientos ciudadanos de protesta en Venecia y Barcelona, mientras se presiona a la Junta para que apruebe la aplicación de la tasa turística para captar más visitantes, con lo cual se avanzaría en la dirección que supuestamente se pretende evitar: a más turistas, más riesgo de masificación y de acabar como Barcelona y Venecia.

Precedentes

El alcalde dice que nadie va a dejar de venir a Sevilla por pagar un euro más por noche en el hotel, y Muñoz, que ciudades como París, Lisboa, Roma y Barcelona ya aplican la tasa y que nosotros tenemos que elegir si queremos un despegue real turístico o no. Cuando la Generalidad de Cataluña anunció que a partir de abril de 2012 aplicaría una tasa a todos los turistas que pernoctaran en la región (en principio iban a ser 3 euros a los usuarios de hoteles de 5 estrellas y de los cruceros atracados en los puertos; dos euros a los de 4 estrellas y un euro al resto), en el diario El País hicieron un recuento de sitios con este tipo de gravamen vigente por entonces:

-París lo empezó a aplicar en 1994, a razón de entre 0,20 y 1,50 euros por persona/día.

-Roma, desde enero de 2011: entre 2 y 3 euros.

-Florencia: un euro por estrella de hotel y día desde julio de 2011.

-Venecia, desde agosto de 2011, entre 1,80 y 5 euros por habitación y día.

-Alemania, desde enero de 2011 cobra una tasa encubierta como impuesto verde de entre 8 y 45 euros a cada billete de avión.

-EEUU, desde septiembre de 2010, otra tasa encubierta en forma de 14 dólares por el formulario ESTA.

En ese mismo medio se plantearon ya una serie de cuestiones que siguen sin despejarse a la luz de ciertas experiencias y que se han obviado en el intento de debate en Sevilla:

-¿cómo se asegura que el dinero de la tasa se dedica de verdad a la promoción turística y no a otros capítulos?

-¿cómo se garantiza que cada municipio recibe lo mismo que ha recaudado?

-¿qué pasa con la gente que viaja por asuntos familiares, de negocio o incluso de salud?

-¿cómo se les cobra a quienes se alojan en casas particulares, de familiares o amigos o en establecimientos no declarados?

-¿se crea un impuesto directo e injusto que castiga a quienes se alojan en el circuito oficial pero no a los que viajan por libre y alquilan casas particulares?

Baleares

El primer precedente de tasa turística en España lo tuvimos en las islas Baleares a partir del 1 de mayo de 2001 y se calificó de “ecotasa”, ya que el dinero (2 euros/día en los hoteles de 5 estrellas; 1 euro en los de 3 y 4 estrellas y 0,25 euros en el resto) iría a engrosar un denominado Fondo de Rehabilitación de Espacios Turísticos. La polémica fue tremenda, con todo el sector turístico en contra de la decisión del Gobierno “de progreso” (PSOE apoyado por otras fuerzas de izquierda). Los hoteleros acabaron con tres opciones:

1) asumir ellos mismos el pago del impuesto para no repercutirlo a sus clientes, o sea contra su propia cuenta de resultados;

2) tratar de cobrarlo a los turistas, ya que la ley no establecía mecanismos coercitivos, sino que eran ellos los que estaban obligados a hacer frente al pago de todas todas, aunque el turista se negara a pasar por caja;

3) “comprarle” a sus clientes la tasa: se las cargaban pero a cambio los compensaban con un bono por importe equivalente, que podían canjear por servicios en el mismo establecimiento, desde consumiciones en el bar hasta alquiler de películas.

Como las Baleares eran el destino favorito del turista alemán y británico, la prensa de Alemania y Reino Unido, especialmente la sensacionalista, vio un filón en alimentar la controversia. El diario “Bild” lanzó una campaña para que sus lectores (casi 3,5 millones) remitieran cartas al Rey Juan Carlos pidiéndole la supresión de la tasa,

y hasta el secretario general del Partido Democristiano germano declaró que el gravamen iba “a hacer casi imposible las vacaciones para las familias alemanas con niños en Mallorca”.

Periodistas extranjeros desembarcaron en las islas para hacer reportajes entre sus compatriotas afectados por la tasa. Entre la polémica negativa y otros factores, el turismo alemán cayó en un 30% y parte de la demanda se desplazó desde los hoteles reglados hasta apartamentos privados que eran alquilados a los turistas y que quedaban al margen de la tasa.

El polémico gravamen se suprimió en octubre de 2003. Los hoteleros calcularon que el sector turístico balear necesitaría tres años para recuperarse de los efectos negativos de aquella iniciativa. Paradójicamente, trece años después y con otro Gobierno “de progreso”, en Baleares ha vuelto a implantarse desde el pasado 1 de julio, a razón de entre 0,50 y 2 euros por noche y en función de la categoría del hotel.

Cataluña

En Cataluña se empezó a aplicar en noviembre de 2012 con el declarado fin de mejorar la calidad de la experiencia turística en los municipios de la región y de paliar los efectos nocivos del turismo de masas, especialmente en Barcelona (19,66 millones de visitantes en 2015 y 8,3 millones de pernoctaciones hoteleras). En función del periodo del año, en la ciudad de Barcelona se recauda entre el 49% y el 67% de todo el dinero de la tasa turística de Cataluña, pero la Generalidad sólo le devuelve el 33% de esos fondos, que por ende no se invierten en los barrios populares más afectados por la invasión de turistas, como la Barceloneta.

Según un balance, de los 12.408.708 euros enviados por el Gobierno catalán en 2014 al Ayuntamiento barcelonés, prácticamente no se invirtió nada en compensar los efectos negativos del turismo, sino en todo lo contrario, como demuestran las siguientes partidas: 243.000 euros para promocionar los deportes de invierno en una pista de hielo en la Plaza de Cataluña; 850.000 euros para ampliar el funcionamiento de las fuentes de Montjuïc y 60.000 euros para dinamizar turísticamente la plaza de Les Glories y convertirla en un nuevo centro urbano “vibrante”.

Al final, la tasa turística se ha convertido en un instrumento recaudatorio más para la Generalidad de Cataluña y las protestas de los vecinos de Barcelona contra la invasión turística, en vez de reducirse desde su aplicación se han incrementado.

Así pues, hemos visto algunos de los riesgos de la tasa turística publicidad negativa aparte, desde provocar un incremento de la oferta no reglada de alojamientos en viviendas particulares en detrimento de la planta hotelera hasta convertirse en un impuesto más que no acabe repercutiendo en el sector turístico y sólo parcialmente en la ciudad recaudadora porque es otra Administración la que reparte el dinero. Si nuestro objetivo, como declaran Espadas y Muñoz, es no caer en la masificación turística, ¿qué sentido tendría imponer un gravamen a los turistas para promocionar la ciudad con el fin de que vinieran cada vez más turistas?