Sanz debería visitar, al igual que he hecho yo, el centro de especialidades médicas Doctor Fleming

Así se enteraría de que sólo en una de ellas hay 3.000 pacientes pendientes de revisión y que en pleno agosto redujeron las 12 horas de atención a entre una y media y tres

En noviembre del año 2024 acudí con un familiar al Centro de Especialidades Médicas Doctor Fleming, en Sevilla, donde al acabar la consulta con el especialista nos dieron un folio con las instrucciones sobre cómo solicitar la cita de revisión para el año siguiente, o sea noviembre de 2025. Lo que sigue es el testimonio de lo acaecido casi 365 días después, por si le sirve de algo al nuevo consejero de Sanidad, Antonio Sanz.

No entraré en detalles demasiado concretos para evitar posibles problemas a terceros, que nunca se sabe.

El folio explicaba que la cita para la revisión del especialista la podían solicitar los pacientes en el mostrador o por teléfono (se reproducía un número junto al dibujo de un teléfono).

El horario, de 8 a 20 horas, y de lunes a jueves. Los viernes y periodos de Navidad, Verano, Feria y Semana Santa, de 8 a 14:30.

Se debía solicitar la cita en la ÚLTIMA SEMANA DEL MES ANTERIOR  (así, en mayúsculas) al que correspondiera la misma. Y se ponía el siguiente ejemplo: Para ser citados en Febrero, deben solicitar la cita en la última semana de Enero.

Archivé las instrucciones y me lo apunté todo en varias agendas (electrónicas e impresas) para que no se me olvidara de un año para otro. Como la última semana previa a noviembre era la comprendida entre el 27 y el 31 de octubre, desde primera hora de la mañana del lunes 27 de octubre estuve llamando de forma aleatoria pero casi continua al teléfono indicado en el papel. A veces llamaba cada media hora o cada hora; otras, de forma seguida durante un tiempo….sin éxito alguno. El teléfono podía dar todos los tonos que al cabo de equis tiempo dejaba de sonar. Otras veces parecía que comunicaba y que en cuanto colgaran saltaría mi llamada. Tampoco. En otras ocasiones parecía colegirse que lo habían descolgado.

El sprint telefónico final se produjo en el periodo previo a la hora límite de las 20:00 horas. Nada de nada. Fracaso absoluto e indignación “in crescendo”. ¡Cantidad de llamadas a lo largo de doce horas sin viso alguno de que hubiera nadie al otro lado de la línea! Parecía claro que lo del número de atención telefónica era para cubrir el expediente de cara a la galería porque aparentemente no había personal suficiente para atenderlo. Si era si, ¿por qué hacer perder el tiempo y la paciencia a los usuarios del Servicio Andaluz de Salud, bastante quemados ya, en vez de remitirles directamente al mostrador de Doctor Fleming?

Al día siguiente, martes 28, nuevo intento desde primera hora de la mañana. Tras varios fracasos, sin esperanza alguna vuelvo a llamar hacia las 9:30 y ¡eureka! ¡se produce un milagro administrativo en la festividad de San Judas Tadeo, no en vano considerado por los fieles como el hacedor de lo imposible! ¡Una voz contesta al otro lado del aparato, con síntomas de bastante prisa!

Le resumo la situación en pocas palabras por miedo a que se fugue, telefónicamente hablando, y me espeta que todavía no han abierto la agenda médica, ni sabe cuándo la abrirán.

Pero, ¿no decía el folio que para ser citado en el mes tal había que llamar en la semana última del mes previo? ¿Acaso no era tal instrucción ya la expresión de la planificación de la agenda médica? Entonces, ¿cómo me podían decir que ni estaba abierta ni se sabía cuándo se podía abrir? ¿Y qué hago ahora? La tonta pregunta fue respondida de forma “lógica” con un “llame usted más adelante”.

Tras la experiencia acumulada en estas lides deduje que como no acudiera personalmente al centro de especialidades a implorar una cita, por teléfono no iba a conseguirla.

Antonio Sanz, consejero de Sanidad de la Junta de Andalucía

En previsión de problemas, luego mucho peores en la realidad, por el aviso meteorológico para el miércoles (“Parece que el alcalde de Sevilla es el único que no se ha enterado de que estábamos en alerta naranja”, Francisco Toscano, subdelegado del Gobierno, dixit), me presenté el jueves 30 de octubre (2025) en el centro de especialidades Doctor Fleming armado con el papelito de las instrucciones sobre cómo conseguir una cita y el informe del especialista del año anterior, demostrativo de que debía ser en noviembre.

En una sala repleta hasta las trancas de pacientes, vislumbro que más o menos hacia el final hay unas ventanillas con un cartel en el que se dice que informan sobre las citas previas. Cuando llego allí lo primero que veo es a una mujer mayor prácticamente llorando al saber que por lo menos hasta dentro de ocho meses no podía verla el especialista, pese a argumentar ella que se encontraba bastante peor de su dolencia y que no creía que pudiera aguantar tanto.

De repente, queda libre la otra ventanilla y, casualmente, aparece en pantalla mi número expedido por la maquinita. Raudo, cojo la posición. En vez de hablar del tiempo y de los 115 litros de agua por m2 caídos el día anterior, para tratar de distender la situación estúpidamente no se me ocurre otra cosa que comentarle a la persona que me iba a atender detrás del mostrador la desesperación de la anciana que se acababa de marchar. Respuesta:

-¿Desesperación? ¡Para desesperación, la mía! ¡No sabe usted lo que es escuchar todo tipo de quejas y lamentaciones un día tras otro! Llevo aquí (…..) años (eran unos buenos trienios) y no puedo más, estoy pensando en pedir la baja o un traslado.

Le comento el motivo de mi visita, con el fin de que me dieran cita para el mes que viene (noviembre). Las dos personas que están detrás del mostrador se miran entre ellas, me miran luego con asombro y expresan casi al unísono:

-¡Noviembre! ¡Pero si estamos dando número para el año 2027 porque hay 3.000 personas pendientes de revisión!

Sí, pero la diferencia es que yo traigo papeles. Y a continuación saco toda mi artillería argumental, que se reduce al folio con las instrucciones y al informe clínico de consulta prescribiendo claramente «Revisiones 1 año».

Las dos personas tras las ventanillas no pueden evitar reírse, con indulgencia, cuando ven mis papeles. Me miran de forma tan conmiserativa que me siento un pardillo, y me espetan:

-Estos papeles son ya muy antiguos.

-¿Antiguos? Datan de hace menos de un año (replico).

-Pero ¿usted no se ha enterado de que el horario de atención telefónica para tramitación de citas ya no es de doce horas? Vamos, que no es de 8 de la mañana a 8 de la tarde.

-¿Cómo lo voy a saber si nadie me ha informado de nada? (respondo).

-Pues lo cambiaron en agosto y desde entonces es de 8:30 a 10 horas.

Entonces lo comprendí todo. Con agosticidad y alevosía, el SAS había rebajado de 12 horas a tan sólo una y media el tiempo de atención telefónica a los pacientes, y yo, periodista encima, sin ni puñetera idea y haciendo el tonto llamando durante doce horas. No sólo eso. El horario de atención personalizada en ventanilla también había sido reducido de doce horas a tres.

Viendo mi estado de confusión e ingenuidad, las personas que me atendían me dijeron que había una sola posibilidad: comprobar en el sistema si alguien había anulado su cita y ésta había quedado libre. En tal caso me la podrían conceder a mí. Mira que si la cita anulada es porque alguien se ha muerto de tanto esperar, pensé para mis adentros, pero antes de formular en voz alta pensamiento alguno ya detrás de la ventanilla se habían repartido la tarea de mirar en sentido ascendente la lista por una parte y, por otra, en sentido descendente, expresiones que me recordaron los partes de tráfico en las carreteras sobre atasco en el punto kilométrico tal ascendente o al contrario. Bien mirado, lo que tenía delante era otro gran atasco, pero sanitario.

Y, nuevo milagro de San Judas Tadeo en el día de su festividad. Resultó que se había anulado una cita y que en vez de en 2027 mi familiar podía acudir a revisión hacia la mitad de 2026. Yo mismo me sorprendí al ver que en vez de estar indignado por acumular un retraso de ocho meses sobre lo previsto inicialmente estaba contento por no haber acumulado dos años.

¿Será esta aceptación del mal menor un síndrome de Estocolmo sanitario desarrollado gracias al Servicio Andaluz de Salud?

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