Resumen del último capítulo del ‘culebrón’ Mercasevilla: el dueño de Larena 98, firma propietaria de los derechos de superficie para poder construir unas naves sobre terrenos de la empresa municipal y por los que pagaba un canon de 58.738 euros/mes, declara ante la Policía Judicial que recibió todo tipo de presiones para que, pese al incumplimiento de contrato por Mercasevilla, no dejara de pagar el canon y para que, posteriormente, renunciara a sus derechos a cambio de la promesa de adjudicarle jugosos contratos bajo cuerda.
Al empresario Antonio Pardal le prometieron primero una ITV y el mantenimiento de las calles de Sevilla. No sólo no tragó, sino que, según su declaración, fue a ver al alcalde, con el que se entrevistó hasta cuatro veces, para contarle lo que le ocurría. Pardal ha dicho que Monteseirín, una vez enterado, quedó en hablar con Manuel Marchena, su ‘alter ego’ y por entonces gerente de Urbanismo, para que solucionara el problema. La forma de arreglarlo de Marchena habría sido, según el testimonio empresarial, asegurarle varias promociones de VPO si se quitaba del medio y dejaba de estorbar.
Inmediatamente, la Oposición ha saltado a la palestra para decir que este testimonio coloca a Monteseirín “en el epicentro del caso Mercasevilla”, pues ya no podría alegar que no conocía las irregularidades que se cometían en la empresa municipal y, además, habría encomendado presuntamente a Marchena la misión de finiquitar el asunto.
Denuncias sin pruebas
El alcalde ha reaccionado de forma indignada y ha afirmado que el testimonio del empresario ante la Policía Judicial es “una denuncia sin pruebas”. Monteseirín ha dicho que denuncias de este tipo “no deben hacerse porque no benefician a nadie y deterioran mucho el trabajo de los servidores públicos, los cuales no hacen otra cosa más que trabajar por el bien común”. Ha añadido solemnemente que “en el Ayuntamiento se cumplen fielmente la ley y los procedimientos”. Naturalmente, se estaba olvidando de la condena judicial por el caso de las facturas falsas en el Distrito Macarena, o del procedimiento de desalojar a los chabolistas de Los Bermejales a golpe de billetes.
Y es tremendamente curioso que Monteseirín se indigne ahora por que se hagan “denuncias sin pruebas que no benefician a nadie y deterioran el trabajo de los funcionarios”, cuando él basó la campaña de las elecciones municipales de 2003 en denunciar sin pruebas –si las hubiera tenido, se supone que habría acudido a la Justicia- el “urbanismo bajo sospecha” que imputaba a su hasta entonces socio de gobierno, el PA, y en cuestionar la probidad de los funcionarios, al anunciar reiteradamente que haría una auditoría en la Gerencia. Obsérvese la paradoja: Monteseirín, como máximo responsable del Ayuntamiento, se estaba denunciando a sí mismo en la medida en que ponía bajo sospecha la gestión de su propio gobierno. Naturalmente, en cuanto ganó las elecciones se olvidó de la auditoría y de mirar bajo las alfombras de la Gerencia. Más irónico aún: hasta le mejoró hasta el convenio a los funcionarios. Se supone, como él dice, que “en defensa de los intereses de la ciudad”.
Cita(s) de cortesía
Monteseirín trata de desacreditar al empresario madrileño, pero lo cierto es que ha reconocido ya dos de los extremos denunciados por Pardal: que hubo reunión entre ambos y que trataron de las inversiones que proyectaba su sociedad en Mercasevilla. El alcalde afirma que ha tirado de su archivo personal y que ha constatado que se trató simplemente de una cita de cortesía. Una primera visita puede ser considerada de cortesía, pero el empresario ha testificado que tuvo cuatro encuentros con Monteseirín, y nadie, salvo que eleve la cortesía a extremos de ceremoniosidad japonesa, se reúne cuatro veces con otro para saludarse y hablar de la lluvia. Pardal tenía intereses muy serios en juego como para perder el tiempo en juegos florales: una empresa municipal incumplía un contrato por el que estaba pagando 58.738 euros mensuales (704.856 euros al año), se derrumbaban sus expectativas de un negocio mayor (las naves) y le estaban presionando para que se quitara del medio a cambio de contratos amañados a su medida y vulnerando la legalidad.
¿Hubo una sola reunión o fueron cuatro? ¿Se produjeron todas en el Ayuntamiento o en otro sitio? La clave puede estar en el libro de visitas que, se supone, ha de tener y conservar la Corporación Municipal, salvo que no se lleve control alguno en tal sentido por, como es habitual, un error técnico o mecánico.
Caracolas de la Cartuja
Y otro elemento clave puede ser el libro de visitas de las caracolas de la Cartuja para acreditar que se produjo en Urbanismo ese encuentro con Marchena en que, según Pardal, el valido le habría propuesto el chanchullo de adjudicarle promociones de VPO a cambio de renunciar al canon de superficie en Mercasevilla que, oh casualidad, compró en el último minuto Sando presuntamente de la mano del otro hombre de confianza del alcalde –Domingo Castaño- y a la que luego le adjudicaron los terrenos pese a presentar una oferta muchísimo más baja que Noga.
Nueva pregunta: un empresario de Madrid que estaba en las circunstancias de Pardal ¿pierde su tiempo en ir a la Cartuja para tomarse un cafelito con Marchena o va para que, siguiendo las instrucciones del alcalde, el ‘alter ego’ arregle el problema a su manera?
Vuelve el urbanismo, pero con la diferencia de que a quienes ahora pone bajo sospecha es a Monteseirín y Marchena.