El IAPH se inspiró en una fábrica de cervezas (Madrid), una central eléctrica (Londres) y una factoría de barriles (Sao Paulo)
La cuestión se resume en si crear un museo más pensando en el turismo o un complejo cívico para los sevillanos
El Ayuntamiento ha anunciado para la segunda quincena de febrero la celebración de unas “jornadas participativas” sobre qué tipo de proyecto acometer en la fábrica de tabacos de Altadis tras el dictamen proteccionista del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH) y de la Comisión Provincial de Patrimonio.
Por si sirve de referencia, el IAPH y la Comisión se basaron para adoptar su acuerdo en cuatro precedentes de transformación de arquitectura industrial: la fábrica de cerámica de Pickman en la Cartuja, convertida en Pabellón Real durante la Expo-92; la fábrica de cervezas El Aguila, en Madrid; una antigua central eléctrica de Londres y el complejo SESC Pompeia en Sao Paulo (Brasil). Obviaré Pickman, por tenerla tan cerca y ser suficientemente conocida por todos, y abordaré siquiera sucintamente los otros ejemplos.
La antigua fábrica de cervezas El Aguila comparte con la Cartuja Pickman el hecho de que su transformación es fruto de una operación de carácter público. Se convocó un concurso de ideas en 1994 para reutilizarla, con la condición de mantener su fachada de ladrillo en estilo neomudéjar, que ganaron los arquitectos Luis Moreno y Emilio Tuñón. La inauguró Gallardón en diciembre de 2002 como biblioteca Joaquín Leguina (en honor del primer presidente autonómico madrileño): un moderno centro bibliográfico y documental especializado en albergar todo lo referido a Madrid, desde libros hasta discos, películas y demás. Tiene construidos 12.500 m2, acoge casi 21 kilómetros de estanterías distribuidos en ocho plantas y costó 66 millones de euros. Primera idea, por tanto, una biblioteca o/y museo dedicados a Sevilla, que no existen, pero si no ha habido dinero municipal para la Gavidia, ¿lo habría para Altadis?.
TATE MODERN
La antigua central eléctrica londinense de Bankside, cerrada en 1981, fue reconvertida en nueva sede del Tate Modern (equivalente a un Museo de Arte Moderno) previo concurso internacional que ganaron los arquitectos suizos Herzog y De Meuron. Tate Modern forma parte de un conglomerado cultural privado (cuatro museos de temática distinta bajo la misma denominación) que depende de Tate Enterprises, cuya declaración de intenciones es “maximizar los beneficios y extender el valor de la marca Tate para respaldar sus colecciones”. Tate Enterprise, pues, funciona como una empresa privada que se nutre de los ingresos de sus museos, de donaciones privadas y de acuerdos con las Administraciones británicas. Los 12 millones de libras que costó comprar la central eléctrica fueron fruto de aportaciones de mecenas artísticos. No he conseguido datos del coste de la primera reconversión en museo pero debió de ser multimillonario.
Tras el éxito del museo, convertido en la segunda atracción turística del país (30 millones de visitantes en siete años), en 2007 se encargó a los mismos arquitectos una ampliación (que diseñaron en forma de rara pirámide achatada de ladrillo de diez plantas) que contó con un presupuesto inicial de unos 300 millones de euros en números redondos, de los que el Gobierno británico se comprometió a aportar 70 millones. El resto lo recaudó la Tate en el sector privado (patrocinios y donaciones). Así pues, segunda idea, un museo de arte contemporáneo, pero ya existe desde 1997 en el antiguo monasterio de la Cartuja el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. ¿Se duplica? ¿Se traslada? ¿Se gastaría el dinero dos veces para lo mismo? ¿Y quién lo pagaría?
LINA BO BARDI
Hace una semana se ha clausurado en la Fundación Juan March, en Madrid, una exposición dedicada a la cuarta inspiradora del dictamen del IAPH, la arquitecta italo-brasileña Lina Bo Bardi, por lo que aún se podría estar a tiempo de que una entidad local (la Fundación Cajasol, por ejemplo) negociara su exhibición en Sevilla, para dar a conocer la original obra, por forma y concepción, de esta polifacética artista (arquitecta, museógrafa, diseñadora, escritora…) que murió en 1992, y cuyo lema ya era rompedor entre tanto arquitecto-estrella de los últimos tiempos: “La arquitectura -afirmaba-.no son los edificios, sino lo que sucede dentro de los mismos una vez inaugurados”.
El Servicio Social del Comercio (SESC) es una organización no gubernamental vinculada a una Federación de Empresarios de Brasil que se creó en el decenio de 1940 para proporcionar a los trabajadores servicios de salud y actividades y que ha funcionado como un Ministerio Complementario de Cultura y Deportes. En el año 1977 encargó a Lina Bo Bardi un proyecto donde estaba una antigua fábrica de barriles metálicos, que pensaban demoler.
HORMIGON ARMADO
La arquitecta investigó y descubrió que su estructura había sido creada por uno de los pioneros del hormigón armado de principios del siglo XIX, el francés François Hennebique. Inició un proceso de búsqueda de su esencia, eliminó el yeso de las paredes para dejarlas desnudas y no sólo conservó la fábrica original, sino que la complementó con dos edificios de hormigón a la vista, unidos mediante pasarelas para preservar la memoria del barrio con la existencia de la factoría en ese lugar, y una chimenea para subrayar aún más esa antigua función industrial.
Dos arquitectos, Marcelo Ferraz y André Vainer, que trabajaron con ella codo con codo durante nueve años en medio de la obra desarrollando el singular proyecto, han dado testimonio de las ideas de Lina al respecto. “Cuando comenzamos los trabajos en la antigua fábrica, SESC ya estaba facilitando actividades allí. En Pompeia hallamos cinco equipos de fútbol, un grupo de aficionados al teatro, un club de baile de la Tercera Edad, un grupo que hacía
barbacoas los sábados y niños por doquier. Y Lina dijo: “Lo que queremos es precisamente mantener y ampliar lo que hemos encontrado aquí, nada más”.
CENTRO DE OCIO
“Así comenzó -continúan- el debate sobre qué tipo de programa se debía implementar. En lugar de un centro “deportivo y cultural” comenzamos a usar la expresión “centro de ocio”. Cultural, dijo Lina, tiene demasiado peso y puede hacer que las personas piensen que deben realizar actividades culturales por decreto. Y eso puede llevar a la inhibición o al embotamiento traumatizador. La cultura debería ponerse en cuarentena, se la deberïa dejar descansar un poco para que recupere su significado y profundidad originales. Para ella, el término “deportivo” implicaba competencia y disputa, lo que consideraba una tendencia dañina en una sociedad ya excesivamente competitiva. Simplemente sería “ocio”.
Tenía -.añaden- la intención de fomentar la convivencia como una fórmula infalible para la producción cultural (sin necesidad de usar ese término). Proporcionaba incentivos para disfrutar del deporte recreativo, con una piscina con forma de playa para niños pequeños y para quienes no sabían nadar; canchas deportivas con techos por debajo de la altura mínima requerida por las federaciones deportivas y, por tanto, inadecuadas para las competiciones. La idea era fortalecer y promover la recreación -deporte “liviano”-, y así el programa y el proyecto se fusionaron, se enredaron, se amalgamaron.
La clave para el éxito del proyecto fue la elaboración de un programa integral e inclusivo y soluciones especiales que facilitaron la accesibilidad (llevar la calle y la vida pública al complejo) y atrajeron el interés de todos los grupos de edad y clases sociales, sin discriminación. Ese es un papel de la arquitectura, de hecho uno de los más nobles. La calle abierta y acogedora (se creó una interior que vertebraba el complejo); los espacios de exposición; la estricta prohibición de los coches; las actividades al aire libre, que culminan en el área de terrazas de madera y se convierten en la “playa de Sao Paulo” (impactante la imagen de la gente tendida sobre toallas tomando el sol entre sombrillas y sillas playeras llevadas por ellos mismos) en verano. Todo esto hizo de SESC Pompeia una ciudad de la libertad, un sueño de vida cívica hecho realidad”.
¿Cuál de estos proyectos inspiradores para el IAPH sería más interesante para Sevilla? ¿Crear otro museo más pensando en el turismo y los turistas o reconvertir Altadis en un gran complejo cívico para uso y disfrute de los vecinos de Los Remedios y de todos los sevillanos al modo de lo hecho por Lina Bo Bardi en Sao Paulo?