Fue el artífice de la corta de la Cartuja, que además liberó los suelos que permitieron acoger la Exposición Universal de 1992
La catastrófica riada de Valencia debería haber sido un motivo más para organizar el homenaje institucional y de toda la sociedad sevillana -homenaje del que se habló hace tiempo pero que aún no se ha materializado- al ingeniero Mariano Palancar Penella con motivo del centenario de su nacimiento, que se cumple en este año 2024, a punto de expirar. Nieto del compositor Manuel Penella (autor de ‘El gato montés’), Palancar nació en Madrid en 1924. Ocupó, entre otros, tres cargos en los que realizó una labor esencial en beneficio de Sevilla, su ciudad de adopción, a la que llegó en plena madurez profesional (44 años) para dirigir la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Desde su puesto en la CHG ejecutó en 1982 la corta de la Cartuja, que salvó definitivamente a Sevilla de las avenidas del río y conformó la isla en la que diez años más tarde se pudo celebrar el acontecimiento que transformó la ciudad: la Exposición Universal de 1992. Como presidente de Emasesa elaboró el Manual de Sequía, que desde entonces ha servido como guía para afrontar los efectos de un fenómeno climático recurrente y cada vez más acusado, como prueba la última sufrida y cuyos efectos aún perduran. Y tras su jubilación, ya con más de 70 años, fue el incomprendido delegado de Tráfico en la Corporación Municipal de Soledad Becerril e implantó la primera zona azul de Sevilla para poner orden en el estacionamiento, hasta entonces regido por la ley de la selva.
Mariano Palancar recibió diversos reconocimientos públicos en vida, como el homenaje que le tributó en el Real Círculo de Labradores el Curso de Temas Sevillanos del Ateneo, y al que asistió en compañía de su familia; y el de Emasesa, en 2018, junto a otras figuras de la política hidráulica en Andalucía como Juan López Martos y Manuel Vizcaíno.
El cartel de la Jornada dedicada a Palancar en el Colegio de Ingenieros
El pasado mes de octubre, el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos organizó una Jornada en su memoria con el título ‘Mariano Palancar Penella y su legado’, en la que participaron José Luis Manzanares, Juan Saura, Agustín Argüelles y el hijo del homenajeado y también ingeniero como él, Mariano Palancar Sánchez, pero sigue sin tributársele un reconocimiento institucional por parte de la ciudad que tanto le debe y que ni siquiera le ha dedicado un espacio público como en su día se planteó y que fuera cercano a la corta de la Cartuja, su gran obra, con la que libró a Sevilla del riesgo de las riadas, que históricamente sufría una vez cada siete años desde el siglo XIII.
Con motivo del nonagésimo aniversario de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, el entonces Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente insertó el 29 de noviembre de 2017 en diversos periódicos un encarte, dos de cuyas páginas estuvieron dedicadas a la corta de la Cartuja.
Así se rememoró la historia de esta obra emblemática de Mariano Palancar:
«(….) La tercera gran operación de transformación del cauce (del Guadalquivir) será la apertura de la Corta de la Cartuja. En la revisión de las castigadas defensas de Sevilla los ingenieros de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir comprobaron con temor que el muro de defensa a su paso por San Jerónimo tenía la base descalzada.
Esto aceleró el proceso y en 1968 el proyecto dirigido por Carlos Conradi y Alberto López García ya se encontraba en fase de estudio. En este mismo año fue nombrado director de la Confederación el ingeniero Mariano Palancar Penella, quien dio un impulso definitivo y trascendental a las obras.
Mariano Palancar antes de su muerte en Sevilla en 2020, a los 96 años
Se aprobó finalmente en 1972 sin ninguna reclamación durante el periodo de información pública, y en el año 1975 se adjudicaron unas obras que duraron hasta 1982. El presupuesto previsto fue de 740 millones de pesetas (finalmente fueron 2.300 millones) y comprendía una corta de seis kilómetros, muros de defensa, puentes de carretera y ferrocarril, infraestructuras y el taponamiento en San Jerónimo del cauce histórico del río.
Esta corta vendría a dibujar un cauce vivo muy similar al que en 1895 habían propuesto los ingenieros Mariano Cárcer y Juan Ochoa conectando, en un único proyecto, la desembocadura del Rivera de Huelva con la punta de Tablada.
La tramitación de tamaña obra distó de ser fácil. Se creó una Comisión de Coordinadores de las obras, presidida desde la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir por su director, Mariano Palancar, en la que participaron el Puerto de Sevilla, la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento, la compañía Emasesa, la compañía Sevillana de Electricidad, la Diputación Provincial, Renfe, la Demarcación Provincial de Carreteras y el Ministerio de Obras Públicas, así como el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y el Colegio de Arquitectos, para dar audiencia a todos los sectores implicados en aras a lograr una labor eficaz de coordinación y de búsqueda de consenso.
La financiación fue otro de los grandes obstáculos de la obra. El Ayuntamiento de Sevilla debía participar en ella como establecía la Ley de Obras de Defensa, pero su capacidad económica en aquel momento no alcanzaba ni la cuantía de una aportación testimonial.
Finalmente, la Confederación Hidrográfica propuso la intervención del Ministerio de la Vivienda, entonces independiente del de Obras Públicas. Así este ministerio financió el 100% de las obras, y el de Vivienda realizó las expropiaciones no sólo de los terrenos necesarios para la obra que debía haber facilitado el Ayuntamiento, sino también de los terrenos recuperables de carácter inundable mediante la ACTUR de la Cartuja.
En el año 1973 se acordó la solución más económica del proyecto, que consistía en rellenar de tierras el cauce del meandro de San Jerónimo en lugar de mantener la lámina de agua del viejo cauce, pues exigía menor distancia de transporte de las tierras excavadas que no se usarían como muro de defensa.
Gracias al empeño de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir en aquellos días y a la labor encomiable de su Director, Mariano Palancar Penella, al conseguir la financiación de la obra a cargo del Ministerio, pudo mantenerse el antiguo cauce tal y como hoy lo conocemos.
El cauce del Guadalquivir por Sevilla antes y después de la corta de la Cartuja (toporama)
Esta obra consiguió salvaguardar Sevilla de las inundaciones provocadas por el Guadalquivir, pero además aportó a la ciudad unos importantes beneficios de tipo urbanístico como fueron la eliminación del ferrocarril de la calle Torneo abriendo la ciudad al río en ese frente eliminando el muro que lo ocultaba y ganando un nuevo paseo de ribera en la ciudad; conectar el cauce histórico de nuevo con la dársena eliminando el ‘Tapón de Chapina’ y enlazándolo en el muelle de Nuestra Señora de la O; recuperar los terrenos del Charco de la Pava (100 hectáreas junto a Triana que constituían un foco degradado y ocupado por unas industrias ladrilleras que inundaban de humo la ciudad) y conseguir 500 hectáreas de terreno no inundable junto al centro de la ciudad y de propiedad pública que sirvieron de sede para la Exposición Universal de 1992 y que permitió poner en valor el Monasterio de la Cartuja, los Jardines del Guadalquivir (una joya entre los parques de Sevilla), tender nuevos puentes de comunicación y crear, más tarde, un polo universitario y el Parque Científico y Tecnológico de la Cartuja.
A la izquierda, la corta de la Cartuja (cauce vivo del Guadalquivir); a la derecha, el cauce histórico (la dársena), y en medio, la isla de la Cartuja, que albergó la Expo-92
Así se consiguieron 500 hectáreas que dejaban de ser inundables junto al centro de Sevilla, terrenos por los que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir mantuvo desde el principio una gran preocupación tanto por su titularidad pública como por el uso futuro que se les asignara. Tras la proclamación en 1986 de Sevilla como sede de la Expo-92 se vislumbró en este nuevo sector recuperado para la ciudad una perfecta ubicación».
Estas líneas dan una idea de la trascendental importancia que tuvo y ha tenido para Sevilla la corta de la Cartuja, que no sólo ejecutó desde su puesto de director de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir Mariano Palancar, sino que además lo hizo sin costarle un duro a la ciudad gracias a su amistad personal con el entonces ministro de la Vivienda y a su gestión ante el de Obras Públicas.
Todavía no ha acabado el año de su centenario y Sevilla aún está a tiempo de reparar el olvido institucional hacia su persona y su ingente obra.
Nota: Con posterioridad a la publicación de este artículo, el 13 de enero de 2025 se inauguró en la Fundación Cajasol la exposición ‘De ciudad inundada a ciudad transformada. Mariano Palancar, la Corta de la Cartuja’, que muestra la transformación y revolución urbanística que experimentó Sevilla en torno al río Guadalquivir, poniendo el foco en el proyecto estratégico de la Corta de la Cartuja, emprendido en los años 80 por el ingeniero y director de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, Mariano Palancar. Gracias a esta iniciativa, se lograron paliar las graves inundaciones que venían afectando a la ciudad.
Según la referencia de E. Press, al acto acudieron ingenieros que trabajaron con Mariano Palancar como José Luis Manzanares y Juan Saura Martínez y distintas autoridades como la viceconsejera de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural, Consolación Vera.
Miguel Ángel Camino destacó que «la obra de ingeniería civil de Mariano Palancar ha aportado seguridad ante las inundaciones, mejorado el urbanismo y contribuido, a través de la Expo 92, al desarrollo de Andalucía, España y de la Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos».
Joaquín Páez Landa ha definido esta exposición como «un reconocimiento para este ingeniero de caminos que pudo librar a Sevilla de las amenazas de las riadas. Mariano Palancar pudo realizar junto con su equipo, y como director de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, ese nuevo cauce, la Corta de la Cartuja que evitó que se continuaran produciendo inundaciones».
Por su parte, Juan Bueno ha ensalzado la figura de Mariano Palancar por su profesionalidad y compromiso con la ciudad de Sevilla. «El Ayuntamiento de Sevilla -dijo- está muy agradecido por la labor desarrollada por Palancar en la ciudad. Su enorme bagaje y currículum lo han llevado a ser una de las figuras más destacadas que han posibilitado un gran avance en la ciudad».
Inauguración de la exposición
Mariano Palancar hijo ha incidido no solo en el trabajo y los resultados del proyecto que lideró su padre, sino también en su papel para que estos terrenos sirviesen de escenario para el desarrollo de la Expo 92′. Su padre, cuando inicia la Corta de la Cartuja, «piensa que esa obra que va a hacer el Estado va a liberar a la ciudad de las inundaciones pero que, una vez realizada la obra, van a estar en manos de la propiedad privada y van a ser fruto de la especulación. Por ello, sin ser su cometido inicial, incentiva la expropiación de estos terrenos, que pasan a ser públicos, siendo más tarde utilizados para la colocación de la Expo 92».
José Luis Manzaranes, uno de los ingenieros que trabajó en su día con Mariano Palancar, ha destacado que dos de las grandes virtudes del ingeniero son que «tenía una gran preocupación por el urbanismo y era un magnífico gestor. Consiguió que la obra de la Cartuja saliera adelante y eso fue por la realización de una gestión espectacular que yo siempre he admirado».
Finalmente, Antonio Pulido ha cerrado la inauguración manifestando la apuesta de la Fundación Cajasol por este tipo de proyectos expositivos quieren «abrirse a este tipo de propuestas para que la sociedad sevillana conozca la historia de la ciudad, en este caso de un hecho tan importante como fue la Corta de la Cartuja y lo que ha supuesto para el urbanismo su desarrollo posterior».
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