Si aún proyectaran las películas premiadas en los Oscar, quizás más de un sevillano decidiría ir a verlas a multicines como Metromar, Abaco o Al Andalus También podría haber optado ayer sábado por un día de compras en Airesur, acercarse a ver gangas en el ‘Factory’ del aeropuerto, buscar ‘gadget’ electrónicos en el Mediamarkt de la autovía del 92, ver la nueva oferta de MerKmueble al pie de la carretera de Huelva, hacer deporte en el Sato del polígono Pisa, darse una vuelta por el ‘outlet’ de La Cartuja en la antigua ruta a Mérida, llevar a los niños a la bolera del Megaocio, comprar productos ‘made in Germany’ en el Lidl frente a la arrocería de Herba o acabar la tarde en un asador argentino del extrarradio.
Cada día, miles de sevillanos se desplazan con total naturalidad para comprar, comer, trabajar, vestirse, practicar deporte o divertirse en cualquiera de los sitios citados sin reparar en el hecho, o no darle mayor importancia, de que radican en Castilleja de la Cuesta, Mairena del Aljarafe, Bormujos, La Rinconada, Bollullos de la Mitación, Salteras, San Juan de Aznalfarache o cualquiera de los otros 46 municipios del área metropolitana, eso que los políticos llaman la ‘Gran Sevilla’.
En sentido inverso, si cada día 200.000 vehículos acceden desde el alfoz a Sevilla capital es porque decenas de miles de residentes en ésos y otros pueblos vienen de igual modo a la metrópolis a trabajar, comprar, pasearse o divertirse, sin sentirse forasteros, sino como cualesquiera otros vecinos de la ciudad.
UNA CONURBACIÓN
La construcción de urbanizaciones de adosados y de barrios enteros a continuación o extramuros de los pueblos, han convertido Sevilla y su área metropolitana en una conurbación, donde millón y medio de personas comparten el mismo espacio físico, los equipamientos comerciales, culturales y de ocio y las infraestructuras, hasta el punto de que un macroatasco, como el famoso de Ikea, colapsa el tráfico en la capital y buena parte de su área de influencia.
Esta realidad se ha formado como un magma con irracional voluntad propia y se ha extendido como mancha de aceite, sin orden ni concierto, superando los tímidos intentos de las Administraciones por domesticarla, siempre a destiempo y con planes urbanísticos o de ordenación del territorio (Potaus) que no han pasado de meros diseños sobre el papel.
DOBLE CAPITALIDAD
El caso de Ikea en Sevilla capital ha demostrado que mientras los ciudadanos tienen más que asumida el área metropolitana y se mueven por ella como peces en el agua, el discurso político sobre la ‘Gran Sevilla’ ha saltado hecho añicos a las primeras de cambio.
Fue muy significativo que Zoido hiciera en su investidura como alcalde un alegato en defensa de Sevilla como capital de Andalucía y reclamara una ley específica de capitalidad y olvidara subrayar el rol de la urbe como genuina capital de su gran área metropolitana, que le aporta 800.000 habitantes más (1,5 millones en el global) y la dota de un peso demográfico y económico contra el que Málaga no puede competir por la primacía regional.
Por contraste, quizás por su experiencia previa como presidente de la Diputación, Monteseirín siempre hizo referencias en sus tomas de posesión al papel que debía jugar Sevilla como representante y valedora de los municipios de su entorno.
ALCALÁ EN ESCENA
Ante las dificultades que está teniendo el Ayuntamiento sevillano para satisfacer las exigencias que en suelo y comunicaciones plantea desde hace meses Ikea para construir en San Nicolás Oeste un nuevo complejo comercial, el Consistorio hermano (¿o no?) de Alcalá de Guadaíra, dirigido por el socialista Gutiérrez Limones, divulgó que dispone de 3 millones de m2 de terrenos ya urbanizados al borde de dos vías estratégicas, la A-92 y la SE-40, y con el Plan Parcial aprobado en fase inicial.
Limones advirtió que su ofrecimiento tenía por objeto “evitar que se pongan en peligro (7.000) puestos de trabajo por los problemas de Sevilla”, dado que en reiteradas ocasiones la multinacional ha amenazado con llevarse su inversión a otra parte. El alcalde de Alcalá, que ha esperado ocho meses a que Zoido solucionara en sus prometidos “quince días” el bloqueo de Ikea, ha actuado con visión metropolitana al declarar: “Aquí debe primar el interés general por encima de cualquier ayuntamiento y de cualquier color político, porque es una gran oportunidad para la provincia de Sevilla, y Alcalá tiene la posibilidad de que esta actuación se realice de inmediato”.
RIVALIDAD
No lo ha entendido así Zoido, que ha visto a Limones como un competidor “por oportunismo político” y a Alcalá como una amenaza para Sevilla en vez de cómo extensión de sí misma. Pidió en el Pleno a la Oposición formar un bloque común para “ir juntos” por el proyecto de Ikea frente a la ciudad del Guadaira. Hasta el portavoz socialista, Espadas, se ha alineado con él y contra su correligionario Limones, con el argumento de que el proyecto debe desarrollarse en la capital “al haber sido el PSOE el que logró traerlo a esta ciudad”. Se da la circunstancia de que Espadas ha sido consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio (¿?) y, por tanto, se le suponía una visión supramunicipal y metropolitana y menos localista.
Probablemente, a los ciudadanos les resultará indiferente que el híper del mueble se instale junto a la SE-35 o la SE-40, en término de Alcalá o de Sevilla, porque irán a comprar igual en un sitio que en otro, como ya lo hacen en el Ikea ‘de’ Castilleja.
Cualquier día los suecos anuncian que ni en Sevilla ni en Alcalá, que se van a Córdoba o a otra parte, pero la clase política seguirá con su pomposo discurso de la ‘Gran Sevilla’.