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El derecho a la impunidad

La Hispalense trata de camuflar que reconoce el derecho de los alumnos a copiar en los exámenes con la tesis de que el derecho es a que los copiones acaben la prueba. Si se extrapolara a otro ámbito de la vida este derecho, como el orden público, el procedimiento correcto de un policía que sorprendiera a un delincuente  ‘in flagranti’ no sería su arresto inmediato, sino tomar nota del hecho delictivo, incautarle el material con el que lo comete (pistola, cuchillo, ganzúa, palanqueta…), dejarle que acabe la faena y elevar el caso a una comisión paritaria compuesta por tres policías y tres colegas del ‘chorizo’ para que determine si se trataba de un delito, mera falta o nada de nada. De esta manera se garantizaría que no serían condenados un 2% de los aparentes infractores de la ley, aunque se escaparan el 98% de los que realmente la infringen. ¿Surrealismo? No es extraño que la Universidad reconozca el derecho a copiar en un país donde el ministro de Justicia ya reconoció el derecho a mentir impunemente de los implicados en el crimen de Marta del Castillo.

Como la zorra y las uvas

El rector de la Universidad Hispalense, Joaquín Luque, sigue respirando por la herida del suspenso sin paliativos que nos ha dado el Ministerio de Educación, Ciencia e Innovación al denegarnos la condición de campus de excelencia internacional. En su reciente informe a la comunidad universitaria subraya que el 50% de las subvenciones gubernamentales se las han llevado las universidades de Madrid y Barcelona, que presentaron proyectos conjuntos. He ahí el ‘quid’ de la cuestión, ya que otros centros andaluces que forjaron alianzas entre sí también se han beneficiado de la derrama de dinero oficial, pero en vez de respondernos a la enojosa cuestión de por qué la rivalidad entre la Hispalense y la UPO, como la futbolera del Sevilla y el Betis pero en el terreno educativo, se vuelve en contra de toda la ciudad, el rector denigra las bases de la convocatoria con el argumento de que obligan a un ‘show mediático’. ¿Hubiera dicho lo mismo si hubiera ganado? Esto suena a la fábula de la zorra y las uvas: para Sevilla, el racimo de la excelencia aún está verde.

El reloj de Sevilla

Tras su traslado a la Pirotecnia, Derecho ha abandonado  las caracolas que se instalaron  en los jardines de San Telmo como aulas provisionales. Pero va el Ayuntamiento y convenia con la Hispalense su cesión por 30  años, a fin de alojar en ellas dependencias municipales, además de darles otros usos genéricos que tenga por conveniente. La oposición se escandaliza,  recuerda que el PGOU preveía su supresión y denuncia que el Consistorio  vulnera la norma urbanística suprema de Sevilla. ¿Escandalizarse? ¿Por qué? ¡Si esto es lo normal entre nosotros! Somos expertos en arquitecturas efímeras y en provisionalidades permanentes. ¿Acaso no eran temporales las caracolas de Pellón para el 92 y siguen ahí? El Metro ha tardado 30 años en hacerse; el solar de la Encarnación ha estado 30 años vacío; el Prado hasta su conversión en jardín, otro tanto. El traslado de la Feria, la Ciudad de la Justicia, el acuario de Delicias, el ‘botellódromo’…todo va en la misma línea de las caracolas universitarias, porque 30 años es la unidad de medida de los retrasos en Sevilla.