La rotura accidental de un panel de las setas de la Encarnación dos semanas después del paripé de su inauguración por el (sin) alcalde ha puesto al descubierto el presunto timo del súper glue que los alemanes le han pegado, nunca mejor dicho, a Monteseirín. Porque, a simple vista, las fotos del panel quebrado muestran que su estructura interna ni es de madera maciza de pino nórdico, ni ha sido montada con la técnica ligera en forma de ‘T’ desarrollada por Muebles Rústicos en Dos Hermanas con el auténtico pino finlandés (inmune a la polilla, una de sus grandes cualidades), sino de un vulgar aglomerado: una mezcla de virutas ligada con algún tipo de cola o resina. ¿Y esto ha costado 140 millones de euros? Gracias a la grúa que le ha dado el golpetazo a las setas ya sabemos que el (sin) Metro-pol, que tampoco para el sol porque está orientado al revés de lo que debería para hacer honor a su nombre, no es ya una obra faraónica, ni Monteseirín un nuevo Ramsés. El (sin) es más bien es un émulo de Cecil B. de Mille, experto en montar decorados de cartón piedra.
Aglomerado
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