Empieza a ser proverbial la falta de ojo clínico de Juan Espadas, que lo mismo programa su proclamación como candidato del PSOE el día de un Barça-Real Madrid que un chat en Internet el 22 de cada mes (por aquello de que las municipales se celebran el 22 de mayo) sin reparar en que el 22 de diciembre es el sorteo de lotería de Navidad y el 22 de abril, Viernes Santo. Ahora se le ocurrió visitar el puerto al día siguiente del dictamen científico contrario al dragado del Guadalquivir. Él solito se metió en la boca del lobo y, claro, no sabía cómo salir del apuro ante la canallesca y sin desairar a la Autoridad Portuaria, máxime cuando su partido lo ha presentado como un experto en Medio Ambiente (fue viceconsejero del ramo) que ‘a priori’ debería haberse alineado con los ecologistas, partidarios de no tocar el río. Toda la prensa coincide en que Espadas actuó en plan gallego, para no pronunciarse ni a favor ni en contra. Vamos, que no se mojó. Esto es un político impermeable (reversible) o que nada, como en la famosa rumba de Paco de Lucía, entre dos aguas.
Equilibrista
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