El neófito delegado de Urbanismo, Max Vílchez, afirma que el PGOU frena el desarrollo “cuando te viene una empresa que necesita tantos metros y tú le tienes que decir que no cabe”. Max confunde el desarrollo con la especulación. En el PGOU cabe un desarrollo digamos civilizado, pero no los pelotazos generalizados (algunos en particular sí se han propiciado) de antaño, cuando todo se sacrificaba al becerro de oro del ladrillo en beneficio de los de siempre y de algunos recién llegados. Por definición, el especulador lo quiere todo y ahora. Si por él fuera no habría cesiones de terreno para parques, escuelas, bibliotecas, equipamientos… ni empresas diversificadas con una volumetría razonable, sino uso exclusivo para él, colmatación del suelo y 100% de edificabilidad que supongan dinero rápido en beneficio únicamente de su bolsillo y traslado de costes a la ciudad. Por éso hay un Plan General, para marcar las reglas. Antes, a Sevilla le cabía todo. El objeto del PGOU, señor delegado, es justamente eso que usted dice sin comprenderlo: que no le quepa todo.
El PGOU
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