Doñana, entre Lorca y Daimiel

Científicos de la Universidad de Western Ontario liderados por Pablo J. González han determinado que uno de los motivos del terremoto de mayo de 2011 en Lorca fue la sobreexplotación, para regadíos,  del acuífero del Alto Guadalentín.

Gracias a los datos obtenidos por satélite, los expertos han comprobado que la pauta del movimiento de la falla guarda correlación con los cambios en la corteza terrestre, causados por un descenso de 250 metros del nivel del agua subterránea debido a las extracciones desde los años 60. Esta caída del nivel freático provocó una fractura en la roca que, a su vez, indujo el seísmo. Resultado: 9 muertos, 300 heridos, 1.300 casas destruidas, 3.000 personas aún sin hogar y enormes pérdidas.

La Administración franquista, que desecaba lo húmedo y regaba lo seco y de la que el Iryda y el Icona fueron sus principales brazos ejecutores, aprobó en 1956 la ley de Desecación de Márgenes de los ríos manchegos Cigüela, Záncara y Guadiana. Se canalizaron cauces y se perforaron en el entorno del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel 50.000 pozos, al menos 5.000 de ellos ilegales, para la sustitución de los cultivos tradicionales de secano por otros intensivos con elevado consumo de agua, como el maíz.

El encharcamiento natural de las Tablas se redujo al 1% de su superficie original (ahora es mantenido de forma artificial y sólo en parte gracias a trasvases especiales desde el río Tajo) y acabó ocurriendo lo que predijeron los científicos: incendios por la combustión de la turba del subsuelo y la liberación  de  gases tóxicos como el CO2. Una zona húmeda como las Tablas de Daimiel literalmente salió ardiendo.

Razón: la sobreexplotación del acuífero para los regadíos provocó tal enorme descenso del nivel del agua que, en ausencia de humedad y con el recalentamiento de la tierra, los gases explosivos existentes en el sustrato carbonoso de la turba se combinaron con el oxígeno y se produjo su combustión espontánea.

A finales de los años 80, el por entonces presidente de la Unión Internacional de Hidrogeólogos, Ramón Llamas, alertó de que si continuaba la sobreexplotación de las aguas subterráneas en el entorno de Doñana podría acabar ocurriendo lo mismo que en La Mancha con la combustión del subsuelo, en lo que llamó la ‘daimielización’ de Doñana.

Pese a estos precedentes catastróficos de Lorca y Daimiel, el PSOE no ha tenido otra ocurrencia que proponer que al igual que el Gobierno ha aprobado una amnistía fiscal para delincuentes económicos, debería paralizar las inspecciones de la Guardia Civil a los agricultores

con pozos ilegales en el entorno de Doñana. O sea, barra libre a la ilegalidad. Pero con ser gravísimo la proliferación de pozos ilegales y el alarmante descenso del nivel del acuífero que nutre al Parque Nacional, gracias a la incompetencia e ineficacia de sus órganos rectores, incapaces siquiera de cumplir hasta siete sentencias del Tribunal Supremo sobre los  riegos ilegales en los Hatos, peor aún es lo que está ocurriendo con las aguas superficiales de las marismas del Guadalquivir en este emblemático espacio natural, sitas en la provincia de Sevilla.

En este sentido es sangrante la transformación del Brazo de la Torre, cauce de unos 70 kilómetros y que ha desaparecido en muchos de sus tramos, como puede comprobarse a simple vista y comparando fotos aéreas e imágenes de satélite. Otros brazos, como el caño del Guadiamar y lucios (Cochinato, Quebradas Blancas,  Hombre) han corrido la misma suerte, y centenares de hectáreas del dominio público, de altísimo valor ecológico, han sido usurpadas.

En la mitad del Brazo de la Torre se hacen canales y diques con maquinaria pesada y se desvía el agua bien a los canales del arroz, bien al río Guadalquivir, para drenarlos. A continuación se excavan nuevos canales a través del cauce, para desecarlo. Y hasta se toma  agua procedente del Corredor Verde para regar el espacio así usurpado. Asimismo, se desplazan con total impunidad los mojones que deslindan las áreas protegidas.

Aún quedan restos donde, por contraste, se puede percibir esta situación, como en Veta Alí, donde ya no se aprecia la margen izquierda del Brazo de la Torre, transformada. También en la zona del Matochal. Se ara y/o se transforman en arrozal zonas originales de playas, juncales y eneales y desaparece la biodiversidad acuática y sus hábitats, porque dado el valor del arrozal hay incluso quienes alardean de que en el caso improbable de que sean sancionados les resultaría más rentable pagar la hipotética multa.

Toda esta ingente usurpación y transformación artificial del medio natural acaece en el espacio ecológico más importante de Europa, teóricamente protegido por todo tipo de normas, leyes y declaraciones internacionales y reconocido con todos los títulos (Patrimonio de la Humanidad, Reserva de la Biosfera de la Unesco, Diploma del Consejo de Europa, Sitio de Ramsar…), no es ocultable y salta a la vista de cualquiera menos, de forma harto sospechosa, de los organismos encargados de su vigilancia  y conservación: Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, Dirección General de Costas, Autoridad Portuaria, Seprona, Guardería del Parque Nacional, Guardería de la Junta, Consejería de Medio Ambiente, Ministerio de Medio Ambiente, Unesco, Unión Europea y Convenio de Ramsar.

Aquí no existe la ley, salvo la del más fuerte. El último que llega se apodera de lo que aún quede virgen. Las marismas del Guadalquivir se han convertido en otro salvaje Oeste, el Far West de Europa o la Sicilia andaluza.

 

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