La tristeza entra en campaña electoral

El inicio en Sevilla de la campaña para las elecciones municipales del 28 de mayo de 2023 ha demostrado la degradación de la política desde la Transición hasta hoy y el cada vez menor nivel intelectual de algunos políticos, más interesados y ocupados en la descalificación personal de sus rivales que en ofrecer propuestas ilusionantes a los ciudadanos y soluciones a los problemas que éstos sufren. Y es que en vez de hablar de las cuestiones que afectan a los votantes, dirigentes del PSOE se dedicaron a tratar de ridiculizar al alcaldable del Partido Popular, José Luis Sanz, a partir de un supuesto rasgo de su carácter.

El secretario general del PSOE en Andalucía, Juan Espadas; la ministra de Justicia, Pilar Llop, y el secretario provincial de los socialistas, Javier Fernández, coincidieron en el mitin de apertura de campaña para arropar al candidato socialista a la Alcaldía hispalense, Antonio Muñoz, en el objetivo de desacreditar al candidato del PP, José Luis Sanz, calificándolo como «un triste», una supuesta condición políticamente inhabilitante que ya utilizó hace años la ex-dirigente socialista Amparo Rubiales contra el senador del PP, por lo que se trata de una estrategia que viene de lejos.

El intento de desautorizar a un rival político apelando a un supuesto rasgo de su carácter, a un atributo de su personalidad, no puede reducirse a una mera anécdota. Se trata de una estrategia condenable, basada en la construcción de un tópico sobre una persona a la que se presenta como discordante con el supuesto ideal del sevillano o de lo sevillano. Un ideal que en el imaginario colectivo dibujado por los dirigentes socialistas debería definirse como alegre, chistoso, jovial, divertido, jaranero, festivo, risueño….

Al no ser, supuestamente, nada de eso; al no tener en su carácter aparentemente ninguno de los rasgos atribuibles a la condición prescrita como de lo sevillano o de la sevillanía, José Luis Sanz es mostrado como su antítesis y, por tanto, inhabilitado públicamente para representar a Sevilla como alcalde e indigno de obtener la confianza de los sevillanos en las urnas.

Con este ataque personal, la plana mayor del PSOE demuestra a su vez que se atiene al tópico que identifica al sevillano como gracioso, en línea con la imagen acuñada de los andaluces. Si los sevillanos son alegres, festivos, risueños, graciosos…..y José Luis Sanz no lo es, porque supuestamente se trata de «un triste», no es tampoco «uno de los nuestros», no responde al perfil típico de un sevillano. Ese es el silogismo que de forma subliminal están inoculando en la mente de los votantes los dirigentes socialistas.

Mitin de inicio de campaña electoral del PSOE de Sevilla

Paradójicamente, el PSOE ha acabado incurriendo en la misma práctica que históricamente la izquierda ha reprochado a aquellos, generalmente en la derecha, que se han atribuido la condición de únicos poseedores de la esencia de Sevilla y, por tanto, de ser más sevillanos que los demás sevillanos o los sevillanos por definición y excelencia.

Por oposición al «triste» de Sanz, Espadas, Llop y Fernández se identifican ante los demás como los guardianes de las esencias, los guardianes de la sevillanía, y por tanto indirecta y automáticamente Antonio Muñoz, el «no triste», queda ante la opinión pública como el único candidato admisible para la Alcaldía.

En resumen, nos hallamos de nuevo ante un concepto excluyente de la sevillanía, en el que no caben «los tristes» como, supuestamente, Sanz. La plana mayor socialista está expidiendo pasaporte de sevillanía en función de la personalidad del rival, de si se adecua o no a las condiciones previamente exigibles pese a que, tal como he expresado en otras ocasiones, hay tanta formas de ser sevillano y de entender Sevilla como el número de habitantes -casi 700.000- que tiene la ciudad, y todas son igualmente legítimas, sin prevalencia de ninguna.

José Luis Sanz, a la izquierda, arropado por el presidente de la Junta, Juanma Moreno

En mi concepción, tan sevillano es un triste como un alegre; un capillita como un agnóstico; un amante de la Feria como quien no pisa el albero del Real.

Curiosamente, califican/descalifican a Sanz como «un triste» quienes tampoco aparentemente parecen un dechado de alegría y de gracia, desde Amparo Rubiales a Juan Espadas.

Y denigran de esta forma al candidato del PP desde un partido que tuvo en sus filas un alcalde en su día también considerado «un triste» y al que hoy, ya desaparecido y con el paso del tiempo, se le recuerda como un gran regidor, el que preparó la ciudad para la Exposición Universal de 1992: Manuel Del Valle Arévalo. Del Valle, que por ser el autor de la misma ni siquiera salió en la famosa foto socialista «de la tortilla», era la pura imagen de la seriedad, totalmente ajeno al tópico que pretende reducir al sevillano a la mera alegría, aunque sea impostada y no natural.

Manuel Del Valle, en su juventud y al final de su vida

Desgraciadamente, hay muchos que piensan que la seriedad y el rigor no se corresponden con los atributos del sevillano, y es a ellos a quienes apela el PSOE en esa construcción negativa de la imagen de José Luis Sanz, sabedora la formación del puño y la rosa del daño político que puede infligir la consolidación de un tópico personal, al modo de lo que ocurrió con una figura de las propias filas socialistas y sucesor en su día de Manuel Del Valle como candidato a la Alcaldía de Sevilla: Luis Yáñez. Su artificialmente creada fama de gafe acabó persiguiéndole durante el resto de su vida.

Es, pues, intolerable que un partido, sea cual sea, recurra a la descalificación política a partir de rasgos personales de un rival, ya sea el carácter supuestamente triste de José Luis Sanz o la diversidad sexual de Antonio Muñoz.

Antonio Muñoz, candidato del PSOE para revalidar la Alcaldía de Sevilla

La plana mayor del PSOE ha cometido un error político al insistir en la estrategia «del triste» de Sanz, ya que transmite la idea de que no quiere confrontar su programa electoral para Sevilla con el del alcaldable del PP y de que por carecer de argumentos recurre al ataque personal.

La cuestión en estas elecciones no es si José Luis Sanz es «un triste» y Antonio Muñoz «un alegre», sino el programa de cada uno para resolver los problemas de Sevilla y la forma de abordar los nuevos retos a los que la ciudad se enfrenta.

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