El 3 de septiembre, fecha límite del nuevo alcalde para que el cambio se note en Sevilla
A los nuevos responsables políticos, desde un alcalde a un presidente del Gobierno, suele concedérseles, más de forma teórica que en la práctica, un periodo de gracia o de «aterrizaje» de cien días en el cargo, para que en ese tiempo se enteren de cómo están realmente las cosas en las instituciones que han empezado a gobernar y apliquen gradualmente sus programas electorales. Sin embargo, en el caso de Sevilla, José Luis Sanz sabe perfectamente que no dispone de ese periodo de benevolencia. Ha pintado durante 600 días de intensa precampaña una ciudad en tan mal estado que ahora se enfrenta a una carrera contra el reloj para tratar de revertir esa situación cuanto antes.
Los teóricos 100 días de indulgencia del nuevo alcalde se cumplirían, contando como primero el siguiente (18 de junio) al de su toma de posesión, el lunes 25 de septiembre de 2023. Sanz, sin embargo, declaró diez días antes de su investidura lo siguiente: «Mi proyecto de ciudad es a corto, medio y largo plazos, pero el cambio se va a notar desde el primer día. Quiero ser alcalde muchos años para situar a Sevilla donde se merece y que recuperemos el orgullo de ser sevillanos en todos los sentidos».
En la euforia siguiente a la victoria electoral es comprensible que Sanz prometiera que el cambio se va a notar desde el primer día. Casualidad, coincidencia o ejecución de un plan programado, lo cierto es que al día siguiente de que Sanz tomara la vara de mando como alcalde apareció por calles de mi barrio una cuadrilla de Lipasam con maquinaria y retiró la alfombra de hojas caídas desde finales de mayo; y hasta acabó la faena con un baldeo a las aceras y al carril-bici. Los vecinos hemos estado esperando tres semanas para ver la vía pública limpia, como debería estar de forma habitual. ¡Si el nuevo Consistorio consiguiera al menos reducir el plazo de tres semanas a tres días…!
Inciso aparte, algunos colegas comentaron que el nuevo alcalde habría dicho en otros encuentros periodísticos que su acción de gobierno sería visible antes de los 100 días, concretamente a los 90.

José Luis Sanz, con la vara de mando de alcalde
Veamos. José Luis Sanz sabe que más/menos media Sevilla se irá de vacaciones de verano antes de dos semanas, con lo que de golpe en julio se reducirá el tráfico y la generación de residuos a la mitad. Esa situación favorable de menor presión sobre los servicios municipales se repetirá en agosto, cuando la otra media Sevilla disfrute de su descanso anual. Por tanto, el alcalde va a tener 60 días con dos de los problemas en los que centró su campaña y sus promesas electorales, el tráfico y la limpieza, aminorados en un 50% y crecerá en similar proporción su margen de maniobra para implementar las medidas que tenga en mente.
El calendario también concede a Sanz una pequeña prórroga, ya que el final de las vacaciones de agosto coincidirá prácticamente con el primer fin de semana de septiembre (sábado, día 2, y domingo, día 3), por lo que la plena ‘rentrée’ no se producirá hasta el lunes 4 de septiembre.
Será entonces cuando casi todos los sevillanos, salvo los generalmente escasos afortunados que puedan irse o prorrogar su estancia en la playa o en la sierra en septiembre (recordatorio: la vuelta al cole desde Infantil a Primaria será el día 11 de dicho mes), comprueben sobre el terreno si realmente han mejorado la limpieza, el tráfico y la seguridad, cuyas deficiencias subrayó Sanz a lo largo de los dos últimos años,

Para que esa verificación sea favorable para Sanz, la ciudad deberá estar en estado de revista, merced al prometido mejor funcionamiento de los servicios públicos, ya el día previo, es decir el domingo 3 de septiembre.
No hay que olvidar tampoco que ese fin de semana de vuelta de las vacaciones todos los comercios situados en el Casco Antiguo, Triana y Nervión podrán abrir sus puertas sin limitaciones, y congregar por tanto una gran cantidad de público, en virtud de la Zona de Gran Afluencia Turística que decretó para Sevilla la Junta de Andalucía el pasado mes de enero.
Esa debe ser, pues, la fecha límite y clave que el nuevo alcalde ha de marcar en rojo en el almanaque. Ni 100 días (el 25 de septiembre), ni 90 (el 15 de septiembre), sino 78 (el 3 de septiembre). Ese es el plazo máximo que tiene Sanz para que los sevillanos noten que bajo su gestión algo ha cambiado en la ciudad.
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No le va a ser fácil.
1⁰, por las herramientas con las que tiene que jugar. No va a ser fácil que Lipassam cambie de «actitud» o que la policía local empiece a perseguir lo que lleva años sin perseguir.
2⁰, porqué es verano, lo que le equivale a calor extremo y vacaciones.
(Hay más razones, pero a corto plazo, estás , creo, van a ser sus mayores dificultades)
Le deseo toda la suerte del mundo, entre otras cosas, porqué Sevilla necesita cambiar, de una vez por todas, su conciencia colectiva del «no pasa ná» y creerse que al resto del mundo, le pasa lo mismo (y no es así)