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Los Diez Mandamientos

A raíz de los penúltimos escándalos –recuerden mi teoría de que con esta corporación nunca hay un último- que ponen el nombre de Sevilla en todos los telediarios salvo en los de Giralda Tv, el portavoz municipal del PP, Juan Ignacio Zoido, ha elaborado sus particulares ‘Diez Mandamientos’ para garantizar la transparencia en la gestión y contrarrestar el ocultismo actual que, dice, propicia la corrupción y dificulta que salga a la luz. Ya he recortado el Decálogo para, si Zoido es un  día alcalde, situarme metafóricamente a su vera y exigirle su observancia,  como Roma ponía en la cuadriga del césar a un ciudadano para recordarle entre los vítores de la plebe que no olvidara que era mortal. Suscribo de ‘pe’ a ‘pa’ las Tablas de la Ley zoidianas, como eso de darle siempre un puesto a la Oposición, y cualquier papel en siete días, al igual que se publiquen en Internet  todas las retribuciones. Me he metido en la ‘web’ municipal, pero no he visto que Zoido haya colgado los dineros que gana “por todos los conceptos”. La transparencia empieza por uno mismo.

El nuevo Parque Temático

Con todos mis respetos por su persona, ¿qué más  méritos que otros recordados por  Antonio Zoido y  Sevilla Abierta ha hecho la duquesa de Alba para merecer una estatua por decisión de quienes, dentro del Ayuntamiento, intentan pasar por modernos cuando en el fondo se pirran por pelotear a los adalides de esa Sevilla ‘rancia’ a la que tanto critican de boquilla porque en el fondo anhelan ser parte de ella?  Y con todos mis respetos por el artista, Sebastián Santos, discrepo de su idea de crear otro Parque Temático, cuando ha dicho que con la estatua de la duquesa junto al conjunto de Susillo en San Telmo  podría configurarse el germen de “un futuro paseo de esculturas” hasta Triana pasando por Paseo de Colón. ¿Cuántos toreros, flamencos y nobles cabrían aún en ese eje para simbolizar la modernización de Sevilla por Monteseirín? Dice el Ayuntamiento que la efigie de la duquesa permitirá dar vida a los Jardines de Cristina. Ni esta estatua, ni las de Castelar y Del Valle, le dan vida, sino los pájaros y los niños. Y éstos sólo necesitan árboles y columpios.