Apenas llegar al Teatro de la Maestranza para asistir al Concierto de Año Nuevo que iba a ofrecer la Real Orquesta Sinfónica, sorpresa: casi me doy de bruces con Alfonso Guerra que, si no me equivoco, iba acompañado por su hijo ‘Pincho’. Me sorprende la asistencia de ‘El Canijo’ a un concierto cuyo programa se basaba íntegramente en composiciones de la familia Strauss -aunque Pedro Halffter dirigió entre las propinas una magnífica obertura de ‘La fuerza del destino’, de Verdi, por su bicentenario-, tan alejados estilísticamente los reyes de los valses de Gustav Mahler, del que Guerra pasa por ser su exégeta en España. Y sorpresa añadida porque cuenta la leyenda, no sé si negra o blanca, que Guerra se opuso a la construcción de un teatro de la ópera en la Expo -con diseño de Eleuterio Población- porque a su juicio era un espectáculo para señoritos, por lo que cuando al final se rectificó la única forma de hacerlo a tiempo fue recreciendo el Maestranza para convertirlo también en teatro lírico a costa de ese remonte que le confirió el mote de ‘la olla exprés’.