El creciente peso que viene adquiriendo dentro de la industria turística mundial el turismo de compras ha impulsado a Fitur, Feria Internacional de Turismo, a crear en el marco de la edición recientemente clausurada en Madrid la nueva sección Fitur Shopping.
La OMT afirma en su “Informe Global sobre Turismo de Compras” que este tipo de turismo, caracterizado por su alto nivel y elevado poder adquisitivo, está cobrando una creciente importancia dentro de un sector que busca su diversificación, tanto en las economías más desarrolladas como en aquellos países en vías de desarrollo. En ese contexto, el informe señala que “el turismo de compras es uno de los motores que contribuirá a la recuperación económica y a la creación de empleo en todo el mundo”.
Sevilla ha querido apuntarse de inmediato a esta tendencia y en vísperas del evento ya anunció que acudiría a Madrid a promocionar sus tiendas de lujo, sus clínicas privadas y la Cuaresma, entre otros atractivos de nuestra ciudad.
Aunque es loable el intento de captar cualquier nueva tendencia que aparezca en el mercado y de diversificar la oferta, parafraseado a uno de nuestros escritores malditos de la cultura oficial, Luis Cernuda, una cosa es el deseo y otra la realidad en ese afán de convertirnos en meca del turismo de compras para un público de alto poder adquisitivo, porque la primera condición sería contar con un segmento de lujo que, sencillamente, no tenemos.
LA ESTELA DE LA EXPO
Cuando con motivo de la Exposición Universal de 1992 Sevilla se convirtió durante seis meses en la capital del mundo, al acoger en el recinto de la Cartuja a 112 países, 24 organizaciones internacionales y las 17 comunidades autónomas españolas, se pensó que se inauguraba una nueva era en la historia de la ciudad, la cual daba el salto al siglo XXI con un decenio de anticipación.
Sevilla recibió en esos seis meses 16 millones de turistas, que hicieron 42 millones de visitas al recinto de la Exposición. Con esa proyección universal y siendo además una ciudad eminentemente turística, inversores internacionales apostaron por nuestra ciudad en esa idea de captar lo que ahora llaman con un anglicismo más ‘Shopping’ o turismo de compras.
Fue el caso de la firma británica Marks & Spencer, el equivalente, salvando las distancias, de El Corte Inglés del Reino Unido: grandes almacenes dedicados a la venta de ropa, productos para el hogar y también de lujo (menos) y alimentación.
M & S compró un edificio en la Plaza del Duque, en pleno corazón de Sevilla, pero aunque en 1998 se convirtió en la primera firma comercial británica en ganar más de mil millones de libras después de impuestos, ni el mercado local sevillano ni los turistas que venían a nuestra ciudad fueron suficientes para asegurar la rentabilidad del negocio, que cerró pocos años después. El inmueble fue adquirido por El Corte Inglés para instalar Sfera, una cadena de tiendas multimarca pensada inicialmente para un público juvenil.
LA CALLE SIERPES
También al socaire de la Expo, Virgin Megastore, la firma fundada por el magnate Richard Branson y equivalente británico a lo que años más tarde sería la francesa fnac, abrió en el número 21 de la calle Sierpes su primera y única tienda en Sevilla. Esta marca, que era un icono internacional desde su primera apertura en Londres en 1976, tampoco tuvo el mercado que esperaba en Sevilla y cerró sus puertas al poco tiempo. Inauguró una leyenda maldita. Su sucesora, Giacomelli Sport, también se fue a pique. Recogió el testigo en 2006 la sueca H&M, que al cabo de un lustro la liquidó por no cumplir sus expectativas y prefirió la calle Tetuán.
El tercer fiasco británico fue el de la conocida firma de ropa de alta gama Burberry, que eligió la Sevilla postExpo para inaugurar en un local de 700 m2 de la calle Sierpes su tercera tienda de lujo en España, tras las de Barcelona (Paseo de Gracia) y Madrid (calle Ortega y Gasset). La tienda sevillana, siguiendo el modelo de la londinense sita en New Bond Street, sólo duró cuatro años, por la falta de negocio. El local que dejó libre lo ha acabado ocupando Beta, con un híbrido de librería y cafetería.
Posteriormente también lo intentó en Sierpes (antigua sede de Izquierdo Benito) la firma alemana de moda y perfumes Hugo Boss, que facturaba en todo el mundo unos 1.700 millones de euros y tenía su base en España en la madrileña calle Ortega y Gasset. Su aventura duró el tiempo que tardó en percatarse de que aquí no tenía demanda suficiente para sus productos de lujo, sector en el que se estaba reposicionando.
LA ‘MILLA DE ORO’
Frente al declive de la alta gama en la calle Sierpes y la continua apertura de distintas marcas de la cadena textil Inditex en Tetuán, pensadas para un público medio con la excepción de Uterque, la Plaza Nueva se configuró durante unos años como la ‘milla de oro’ del comercio sevillano, en la que se concentraban firmas dedicadas al segmento de mayor poder adquisitivo y donde en una operación de compra-venta el m2 se cotizaba a 10.000 euros.
Aunque paradójicamente el sector del lujo es uno de los que ha crecido durante la crisis, en Sevilla el enclave de la Plaza Nueva no tardó en sufrir sus efectos, por la falta de demanda local y el perfil de la inmensa mayoría de nuestros visitantes. Así, en los últimos años se han ido cerrando locales ocupados por Agua de Sevilla (también el de la calle San Fernando), Victorio & Lucchino, El Caballo, Tommy Hilfiger, Velasco y la italiana Max Mara, que ha resistido durante quince años antes de dejar su sitio a un outlet de bolsos. Hoy sólo sobreviven O´Kean, Carolina Herrera y Loewe.
No sólo el comercio de alto ‘standing’ se ha quedado bajo mínimos en estos años, sino que también han desaparecido hoteles de cinco estrellas en el extrarradio, como la Hacienda Benazuza y La Boticaria, amén de numerosos restaurantes que en su día seguían la estela de Ferrán Adriá.
CONEXIONES INTERNACIONALES
Para consolidar un turismo de compras de productos de lujo o de gama alta la primera condición es elevar el perfil de nuestros turistas, ya que actualmente, según el diagnóstico de profesionales del sector, Sevilla aún está situada en un segmento turístico de tipo medio-bajo y tampoco tiene la tradición y la oferta de mecas del consumo como Londres, Nueva York y París.
Aunque el aeropuerto ha experimentado una recuperación en el último año, no hay que olvidar que no hace mucho fue el que más descenso de pasajeros sufrió de toda Europa y que ha carecido de suficientes conexiones internacionales, en especial con las grandes urbes que pueden canalizar esos turistas de alto poder adquisitivo para las compras. A título de ejemplo cercano, mientras que Sevilla tiene vuelos a 28 ciudades, entre nacionales y extranjeras, Málaga está conectada con 86, más del triple.
Según la estadística de 2013, el de San Pablo es el décimo tercer aeropuerto de España por número de viajeros, con sus 3,6 millones. La distancia que nos separa de los punteros da idea del diferencial de oportunidades en este aspecto, ya que Madrid canalizó 39,7 millones; Barcelona, 37,2 millones; Palma de Mallorca, 22,7 millones; Málaga, 12,9 millones; Las Palmas, 9,7 millones; Alicante, 9,6 millones y Tenerife, 8,7 millones.
También nos falta la otra vía de entrada del turismo de alto poder adquisitivo, el de cruceros. El número de cruceristas (15.970) ha caído en un 18% el año pasado, mientras que Barcelona recibe 2,5 millones en números redondos, y Baleares, 1,5 millones.
La conclusión es obvia: para captar el turismo de alto poder adquisitivo que sostenga con sus compras (‘shopping’) un segmento de lujo en la ciudad es condición imprescindible establecer y mantener conexiones aéreas con al menos las urbes más importantes de Europa, aquellas donde está el dinero.