En 1886, un oculista asturiano llamado Adolfo Fernández-Vega abre una modesta consulta en Oviedo y se convierte, sin saberlo, en el fundador de una saga de oftalmólogos que al cabo de 127 años va ya por la quinta generación. El nieto del patriarca, por nombre Luis, se fue en los años 50 del pasado siglo becado a Londres y Nueva York a completar su formación y, dada su brillantez, le propusieron quedarse en EEUU y crear escuela al modo americano.
Por apego a su tierra hizo justo lo contrario: regresar a Asturias, no sin comprometer a algunos de los mejores oculistas estadounidenses a que, en plan de intercambio científico, acudieran al menos dos veces al año a lo que de consulta familiar derivó primero en clínica y luego, por su cada vez mayor éxito, el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega. Se estableció así una fecunda corriente de ida-vuelta entre Estados Unidos y Asturias.
A su muerte en 2010, a los 87 años, el Instituto se había convertido en una institución en Oviedo y lugar de peregrinación para miembros de la Familia Real española, la duquesa de Alba, la alcaldesa de Madrid… Gracias a esta saga de oftalmólogos, Oviedo, una ciudad mediana sin mayores atractivos en comparación con otras de mayor renombre, capta hoy un turismo sanitario de alto poder adquisitivo, como lo hacen Nueva York y Boston para otro tipo de especialidades médicas (de triste actualidad está el caso del cáncer de parótida del exentrenador del Barcelona, Tito Vilanova, tratado durante meses en la ciudad de los rascacielos).
Comentamos en su día cómo Málaga, de forma inteligente, había creado un clúster empresarial, el ‘Tourism@Health Spain’, para convertirse en la capital del turismo de salud en Andalucía y cómo una iniciativa similar del hotelero Antonio Coll, de reconvertir el ‘Al-Andalus’ de la avenida de la Palmera en el equivalente a un Incosol de Sevilla tras la Expo-92, fracasó antes de nacer por el boicot al que fue sometido por los propios sevillanos.
Ahora, por fin, el delegado municipal de Economía, Gregorio Serrano, ha convencido a hoteleros, agentes de viaje y dueños de clínicas y hospitales locales a crear el producto ‘Turismo sanitario de Sevilla’ y una cartera de servicios médicos comercializable al alimón por el sector turístico y el de la salud.
Más vale tarde que nunca, pero pudiendo haber sido los pioneros hemos acabado como los imitadores de Málaga. Se ha demostrado que Antonio Coll fue un incomprendido que se anticipó a su época: iba 20 años por delante.