Por más que numerosos sevillanos presuman de que justo en la zona en que viven sí nevó y no en el resto de barrios de la ciudad, el director del Centro Meteorológico los acaba de dejar sin argumentos al decir que técnicamente no cayó nieve sobre Sevilla, sino aguanieve, una preciosa palabra perdida en la noche de los tiempos de nuestra memoria porque hasta ese fenómeno meteorológico es excepcional en nuestras latitudes. Aguanieve es agua de lluvia mezclada con copos de nieve que no cuajan en su trayectoria descendente o al llegar a tierra porque no hay la temperatura mínima que lo propicie. El pasado domingo, cuando las nubes vertían aguanieve desde el cielo, a ras de suelo el termómetro marcaba unos dos grados sobre cero y los copos se diluían en la atmósfera: lluvia helada, pero no nieve. No obstante, miles de sevillanos jurarán que ellos están entre los privilegiados que vieron nevar, por más que fuera un engaño de sus sentidos. Como decía Octavio Paz comentando la obra poética de Luis Cernuda, el deseo vuelve real lo imaginario, irreal la realidad.
La realidad y el deseo
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