El querido colega Javier Rubio se pregunta qué habría ocurrido si se hubieran empezado a construir en Tablada las 15.000 viviendas preconizadas por los señores del ladrillo, cuando sin poner un solo ídem en la antigua dehesa el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha dejado 4.000 pisos sin vender en Sevilla y 20.000 en la provincia. La respuesta es que ahora habría 35.000 pisos vacíos más que añadir a los 113.248 igual de hueros (censo del INE, 2001) comprados durante la fiebre especuladora con el único fin de dar un pelotazo; o, casi peor aún, a medio construir como esas promociones a las que les invito pasen y vean entre Gelves y La Puebla o junto a Las Pajanosas. Cela tenía una máxima: esperaba diez años antes de comprar un libro de moda, por si para entonces había pasado la prueba del tiempo. Al urbanismo, donde se necesita un decenio para convertir el suelo rústico en ladrillo, habría que aplicarle el mismo principio del nobel gallego: dejar una década en el congelador las megalomanías de los PGOU y sin PGOU, a fin de ahorrarnos indeseados barquinazos.
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Insomnio
Uno de los encargos a los periodistas novatos consistía en llamar, aparte de a la Policía y los Bomberos cuando no existía el número 112 de Emergencias para preguntar por las últimas incidencias antes del cierre del periódico, al Centro Zonal de Meteorología para que tradujera a números el ‘¡ojú, qué calor!’ de cada día de verano, en lo que creíamos iba a ser un nuevo récord. Casi invariablemente, la respuesta era que de récord nada, que las temperaturas –por más que nos parecieran siempre por encima de 40º- eran las normales para la época y que ya no nos acordábamos del año anterior. Pues, como habría cantado Serrat, resulta que este año sí, ‘habemus’ récord. La temperatura media (el promedio de las máximas diurnas y de las mínimas nocturnas) en Sevilla durante julio ha sido de 30,3 grados, lo nunca visto en los 59 años de estadísticas, y merced no a los escasos días de 40º o más, sino a las noches, donde en conjunto se han registrado ¡casi 23 grados cada jornada!. Esto significa que hemos pasado todo un mes de julio por encima de la barrera del insomnio.
El tiempo es oro
Una simple nevada en comparación con las del resto de España dejó el fin de semana a centenares de imprudentes curiosos y sus vehículos aislados en la Sierra Norte, por incapacidad o retraso de la Administración en despejar las carreteras, si bien la consejera de Obras Públicas sostiene que la Junta actuó en “tiempo real” frente al temporal. Gobernar es prever, pero parece que Rosa Aguilar aún no lo ha comprendido pese a su experiencia. La cuestión no radicaba en que la Junta actuara en “tiempo real”, sino “antes de tiempo”, para prevenir y paliar con margen suficiente de maniobra los efectos de las inclemencias meteorológicas en coordinación con ayuntamientos y Diputación. De los testimonios de los alcaldes se colige que más que ser coordinados por la Junta se coordinaron ellos mismos sobre la marcha y sin un plan preestablecido. Así, en el Ayuntamiento de Guadalcanal manifestaban que aunque había estado nevando durante nueve horas seguidas, no fue hasta el final de la tarde cuando la Junta y la Diputación se pusieron en contacto con ellos.
Las radios contaban desde la mañana del domingo que centenares de curiosos se dirigían a la sierra para disfrutar de la nieve, sin percatarse de que iban a quedar atrapados en una ratonera conforme a las previsiones meteorológicas. Esas previsiones sí fueron tenidas en cuenta por la DGT, que en los paneles informativos de la autovía Huelva-Sevilla alertaba ya el sábado sobre la necesidad de adelantar el retorno en previsión de nevadas al día siguiente. Nadie supo reaccionar desde la Junta para contener la avalancha de turistas ocasionales en las carreteras o hacerles llamamientos a través de los medios de comunicación para que se dieran media vuelta. El resultado: numerosos atrapados, que tuvieron que alojarse en colegios y casas particulares en los pueblos porque la reacción en “tiempo real” fue insuficiente. La Junta envió sólo seis máquinas quitanieves con doce operarios y 7.500 kilos de sal para despejar la red viaria de toda una comarca. Los ayuntamientos tuvieron que suplir la carencia de medios recurriendo a máquinas retroexcavadoras de particulares para apartar el manto blanco.
Nevaba desde por la mañana pero como dijo el alcalde de Alanís, “a la tarde ya llegaron los vehículos de la Junta”. A la tarde y, por tanto, tarde, porque las máquinas quitanieves ya deberían haber estado desplegadas desde la víspera, pero la Junta no actuó hasta que no nevó en “tiempo real”. Osea, a destiempo.
Oír los sondeos
El presidente provincial del PSOE y de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos, decía no hace mucho que para la designación del candidato a la Alcaldía de Sevilla “habría que oír las encuestas”. Pues bien, las encuestas ya hablan. El nada sospechoso exconsejero socialista de la Junta, Antonio Pascual, presentó en calidad de director del Centro Andaluz de Prospectiva el último Barómetro de Antares en unos términos que no dejan lugar a dudas: es la primera vez en cinco años que los sevillanos que piensan que la ciudad empeora superan a los satisfechos con la situación actual, por lo que globalmente el 64,1% ven Sevilla igual o peor que antes.
La conjunción de la crisis económica (más de 70.000 parados), la avalancha de obras (ha llegado a haber 400 calles levantadas simultáneamente) y el tráfico insufrible han generado esta percepción en unos momentos en que el PSOE sigue oficialmente deshojando la margarita sobre el alcaldable. Aunque es cierto que las grandes obras suscitan un inicial rechazo por las molestias que causan y que la impresión varía tras su terminación, también lo es el hastío de los ciudadanos por la reiteración de esta política. Conscientes de ello, los alcaldes suelen acometer los trabajos al inicio del mandato para que la percepción sobre las molestias no siga vigente a la hora del voto cuatro años más tarde. Monteseirín prometió no incurrir en el mismo error de atosigar a los sevillanos con tantas obras tras la experiencia anterior del levantamiento del Centro, pero ahora se halla en una situación parecida, forzado por los planes 8.000 y 5.000. Su problema es si le dará tiempo a que varíe la percepción ciudadana antes de las elecciones, pues como él mismo dijo en una ocasión “la realidad no es como es, sino como se percibe”.
Reducido a mero aspirante
El presidente de la Junta, José Antonio Griñán, ya introduce significativos matices en su discurso cuando se refiere a Monteseirín, al que públicamente ha emplazado a que comunique como muy tarde antes del verano si quiere optar a ser candidato a la Alcaldía. Atención: no ha dicho que vaya a ser el candidato del PSOE por que diga que quiera serlo, sino que en caso de que lo comunique quedaría en la condición de mero aspirante, pese a acumular tres mandatos consecutivos como alcalde. Si después de doce años en el sillón no hay aún un apoyo inequívoco y explícito, la percepción (ésta es la palabra de moda) que queda es que el partido ve agotada la figura de Monteseirín.
Ya lo dijo Velasco, el secretario de organización del PSOE (A), que no es lo mismo optar a un segundo mandato –y ahí daba por automática la repetición de la candidatura de alcaldes en su primer cuatrienio- que repetir cuando como en el caso de Sevilla se lleva 12 años en el Poder. Griñán abunda ahora en lo mismo: Monteseirín, después de tanto tiempo en el cargo, “tiene que hacer balance y saber si su proyecto puede continuar o no”. Balance es un término que suena a punto y final.
‘My fair lady’ municipal
Las denuncias de los sevillanos por los desperfectos en las calles se han incrementado en un 600%. El Ayuntamiento se ve obligado a organizar cuadrillas de emergencia pero dice que apenas podrán hacer algo frente a socavones, baches y hundimientos en las aceras, que atribuye al temporal. ¿Tiene el agua caída tanta fuerza para, por ejemplo, levantar losas de una calle como San Eloy, sin desgaste por el tráfico, o será más bien que las precipitaciones han dejado en evidencia la auténtica calidad del material empleado como pavimento y el pésimo remate ejecutado en muchas obras de ‘la ciudad de las personas’? ¿Quién y cómo hizo los controles de esos trabajos y les dio el visto bueno a la hora de recepcionarlos? Al igual que para Audrey Hepburn en la película ‘My fair lady’, la lluvia en Sevilla también es una maravilla para quienes nos gobiernan desde el Consistorio: les viene de perlas como coartada para encubrir las chapuzas municipales. Ellos, como Felipe II con la Armada Invencible, siempre dirán que no se puede hacer nada contra los elementos.
La realidad y el deseo
Por más que numerosos sevillanos presuman de que justo en la zona en que viven sí nevó y no en el resto de barrios de la ciudad, el director del Centro Meteorológico los acaba de dejar sin argumentos al decir que técnicamente no cayó nieve sobre Sevilla, sino aguanieve, una preciosa palabra perdida en la noche de los tiempos de nuestra memoria porque hasta ese fenómeno meteorológico es excepcional en nuestras latitudes. Aguanieve es agua de lluvia mezclada con copos de nieve que no cuajan en su trayectoria descendente o al llegar a tierra porque no hay la temperatura mínima que lo propicie. El pasado domingo, cuando las nubes vertían aguanieve desde el cielo, a ras de suelo el termómetro marcaba unos dos grados sobre cero y los copos se diluían en la atmósfera: lluvia helada, pero no nieve. No obstante, miles de sevillanos jurarán que ellos están entre los privilegiados que vieron nevar, por más que fuera un engaño de sus sentidos. Como decía Octavio Paz comentando la obra poética de Luis Cernuda, el deseo vuelve real lo imaginario, irreal la realidad.
La respuesta está en el viento
A pesar de que Sevilla está en alerta por un temporal que deja records de lluvias y vientos huracanados, algunas personas aguantan desde primera hora el día 24 ante la Oficina de Empadronamiento. El 1 de enero entra en vigor el tarifazo de Emasesa, que, para aliviarlo, insta a los sevillanos que no lo estén a darse de alta en el Padrón. Además, el Ayuntamiento hace permanente campaña en pro de la inscripción, para no bajar de 700.000 habitantes. En la Casa de la Moneda sólo hay un cartel con el mínimo horario de atención al público: de 9,30 a 13,30. El reloj da las 9,30. Nada. Las 9,45. Tampoco. A las 10 las puertas siguen cerradas a cal y canto. Está claro que los funcionarios se han tomado el día libre, pese a que el 24 de diciembre no figura como festivo en el calendario laboral oficial que publica el Boja. Los ciudadanos que han perdido su tiempo y los nervios en la espera bajo la lluvia y el viento se van bramando contra Monteseirín. Y todavía se pregunta el PSOE por qué da tan mal en las encuestas. En la suma de estos detalles está la respuesta.