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Vocación

Uno de los últimos de Filipinas de Monteseirín, Fran Fernández, se está revelando como tal artista del lenguaje que va a mandar a los albañiles a la María Moliner de la Junta, Rosa Aguilar, y a los periodistas que aún no han podido amordazar Marchena y el (sin) alcalde pese al uso de la publicidad institucional y otros recursos como moneda de cambio. La nueva perla del fiel ejecutor de Monteseirín  para justificar el diseño de 11 parkings sobre suelos privados, razón de su parálisis, es que esos terrenos tenían “vocación pública” en el PGOU que entonces se empezaba a redactar en paralelo al Plan de Aparcamientos. Yo pensaba que la vocación era algo inherente al ser humano, pero no, resulta que Fran va preguntando por ahí, en plan San Francisco de Asís, pero a los solares en lugar de a los lobos: “Hermano suelo, ¿tienes vocación de ‘cole’ o de rascacielos?”. ¿Y qué tiene que ver la calificación de un terreno en el PGOU con la propiedad? El PGOU se aprobó inicialmente en 2004 y definitivamente en 2006. Seis años sin hacer nada. ¡Cuántas ‘vocaciones’ perdidas!

Insomnio

Uno de los encargos a los periodistas novatos consistía en llamar, aparte de a la Policía y los Bomberos cuando no existía el número 112 de Emergencias para preguntar por las últimas incidencias antes del cierre del periódico, al Centro Zonal de Meteorología para que tradujera a números el ‘¡ojú, qué calor!’ de cada día de verano, en lo que creíamos iba a ser un nuevo récord. Casi invariablemente, la respuesta era que de récord nada, que las temperaturas –por más que nos parecieran siempre por encima de 40º- eran las normales para la época y que ya no nos acordábamos del año anterior. Pues, como habría cantado Serrat, resulta que este año sí, ‘habemus’ récord. La temperatura media (el promedio de las máximas diurnas y de las mínimas nocturnas) en Sevilla durante julio ha sido de 30,3 grados, lo nunca visto  en los 59 años de estadísticas, y merced no a los escasos días de 40º o más, sino a las noches, donde en conjunto se han registrado ¡casi 23 grados cada jornada!. Esto significa que hemos pasado todo un mes de julio por encima de la barrera del insomnio.

Desvergüenza

Maribel Montaño, Pedro Zerolo y Rosa Torres fueron testigos en primera línea  de cómo al menos tres periodistas eran agredidos impunemente durante la Cabalgata del Orgullo Gay, sin que movieran un dedo por evitarlo. Las fotos publicadas por varios periódicos muestran a los colegas rodeados  a lazo como conejos en un corralito y golpeados –a uno hasta le sacaron un hombro de su sitio- por un falso policía con una acreditación más falsa que las facturas falsas de la Macarena, de lo que debería tomar buena nota y actuar en consecuencia el sucesor de Alvarez Riestra al frente de la Jefatura. A pesar de las evidencias, la ‘portacoz’ del Ayuntamiento y la ‘caja tonta’ del (sin) alcalde, Giralda Tv, difundieron en sus respectivos partes la versión de que la marcha transcurrió en un ambiente festivo -¿formaría parte de la fiesta el pim-pam-pum a los periodistas?- y “sin ningún incidente digno de consideración”. Esta es la realidad edulcorada que de Sevilla nos vende Monteseirín. La Cabalgata del Orgullo Gay se convirtió así en la de la Desvergüenza Municipal.

Las lentejas de Diógenes

Con su habitual lucidez, Juan Miguel Vega ha comentado en su artículo ‘Cuestión de clase’ que hay periodistas cuya cabeza ha sido entregada a siniestros personajes de la política porque han ejercido el periodismo de verdad y no el de boletín oficial o el de órgano de partido, pero que los decapitados como San Juan Bautista llevan su inmolación con el mismo orgullo que el militar las condecoraciones por heridas de guerra. A estos decapitados les ha ocurrido como a Diógenes. Un político ateniense pasó por delante del filósofo cuando éste, solitario porque la soledad es el precio de la libertad, comía un humilde plato de lentejas, la comida de los griegos más pobres. Y le dijo: “Si aprendieras a ser  más sumiso y adulador del rey no tendrías que estar comiendo lentejas”. Respuesta de Diógenes: “Y si tú aprendieras a comer lentejas no tendrías que ser un sumiso y un adulador”. Como dice Vega, la clase se tiene o no se tiene, pero algunos confunden la clase con el dinero y acaban traicionándose a sí mismos y convertidos en los nuevos ‘agradaores’ de Sevilla.