Yo maté a Kennedy

El hombre es dueño de sus silencios y esclavo hasta de las palabras ajenas, como Luque, ese edil del PP apuntado a Facebook que, presuntamente sin su consentimiento, ha sido adherido a una especie de blog  –perdonen mi supina ignoracia del mundo digital; yo pertenezco a la galaxia de Gutemberg-, en que se tachaba de malditos al PSOE y a sus votantes. Osea, que si usted se apunta a una de estas redes y se pasa cinco minutos sin mirar su perfil, puede encontrarse con la sorpresa de que alguien con aviesas intenciones o por mero divertimento le escriba en su ‘muro’ (jerga internáutica) que usted mató a Kennedy, y que el FBI lo incluya ‘ipso facto’ en la lista de magnicidas, lo mismo que equiparó a Llamazares a Ben Laden. Celis, en plan FBI municipal, aprovechó tal circunstancia como maniobra de distracción para pedir la dimisión de Luque con el argumento de que “lo grave no es que te ‘etiqueten’, sino que sabiéndolo lo permitas”. Aplicado a Mir, sonaría así: lo grave no es que te den la caseta por un error mecánico, sino que sabiéndolo te quedes con ella.

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