Al contrario que su homónimo de ficción creado por Ariosto, Orlando Rivera es un pacífico exiliado cubano que, por azares de la vida, ha acabado como librero ambulante en los Jardines de Murillo. Mientras que a Juan Ramón Aguedilla le mandaba moras y claveles, a Orlando los viejos le regalan libros de eso mismo, para que los venda y se gane unos eurillos, cuando no es él quien los salva de la basura, los recicla y los expone a la curiosidad de jueces, universitarios y transeúntes. El otro día, los polis de Mir, esos que no veían nada raro en los mercadillos bajo la influencia de Torrijos, le requisaron su inocente mercancía de segunda mano y ahora le exigen 85 euros, en concepto de multa, por recuperarla. Cuando Neruda estaba postrado en Isla Negra y llegaron los golpistas de Pinochet en busca de armas, el nobel les dijo que debajo de su cama tenía una bomba muy peligrosa: obras de poesía. Los guindillas de Monteseirín, en plan Fahrenheit 451, piensan eso mismo de todos los libros. En la ciudad de las personas no hay, como en París, lugar para el bouquinista.
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‘Okupas’
Fran Fernández, el concejal que ve la vocación en los solares al igual que León Felipe veía poemas en las piedras pequeñas y aventureras como tú, no es el único entre los equipos del (sin) alcalde que ‘okupa’ propiedades ajenas. Carmelo Gómez, otro de los ángeles caídos de Monteseirín, se puso a asfaltar para parking una explanada particular sin encomendarse ni al Registro de la Propiedad ni a Urbanismo cuando era delegado de la Macarena. Ya les conté lo de la zona verde en suelo ajeno inaugurada por Parques y Jardines. ¿Acaso Marchena no avaló con los fajos de billetes la ‘okupación’ de los terrenos por los chabolistas de Los Bermejales con el argumento de que gozaban de un derecho adquirido? Y Alfonso Mir, ¿no ‘okupó’ también la caseta de las limpiadoras en la Feria? La ‘okupación’ es una práctica inveterada del Consistorio de Monteseirín, convertido en sumatorio de ediles con vocación usurpatoria. Si un día el juez le preguntara a Fran quién diseñó los parkings sobre suelos privados, éste bien podría invocar a Fuenteovejuna: todo el Ayuntamiento a una.
Operación acordeón
Mercasevilla está en la ruina y recurre a una ‘operación acordeón’: reducir su capital a cero y luego ampliarlo. Dicen las crónicas que el consejero apoderado, Alfonso Mir, “no acertó a explicar en qué consistía la ‘operación acordeón’, para lo cual recurrió al nuevo director gerente, Juan Carlos Recio, que tampoco acertó a explicarlo”. Los gestores de Monteseirín en las empresas municipales no saben ni lo que aprobaron cinco minutos antes ni lo que se traen entre manos. ¡Así le va a Sevilla! Pero como una de las obras de caridad es enseñar al que no sabe, debería ilustrar a Mir con una metáfora inteligible para él. Mira, Alfonso: la ‘operación acordeón’ es como si por Nochebuena Mercasevilla te regalara una cesta repleta de mariscos. Llegaría el momento en que -tras haberte comido los langostinos, bocas, nécoras, gambas y etc- la cesta se quedaría a cero, pero a la siguiente Navidad Merca te enviaría otro canastón y así ampliarías tu capital de marisco. Y si aún no lo has comprendido, vete a Emasesa: seguro que Marchena te lo sabe explicar mejor que yo.
La caseta de Feria de Adán y Eva
El PSOE usó en el último Pleno el libro de estilo de Monteseirín: enmerdarlo todo para tapar sus escándalos. Lo hizo desde con el impago del sello del coche hasta con el desalojo de los chabolistas de Los Bermejales, y la caseta de Feria no iba a ser excepción, sino la regla. Fran Fernández se remontó hasta una supuesta irregularidad de los padres del pepero Goro Serrano. Si le hubiera hecho falta habría llegado hasta Adán y Eva, aunque en nada habría cambiado la naturaleza del asunto: Mir se apropió de la caseta de las limpiadoras. El mensaje socialista era claro: todos somos iguales ante la desvergüenza. ¿Dónde, pues, la pretendida superioridad moral de la izquierda? En vez de expulsar a los inmorales, al margen de lo que haga la Derecha, el PSOE los cobija. ¿Es éste el partido de Pablo Iglesias? Lo peor fue ver que Fran Fernández no trataba de depurar responsabilidades, caiga quien caiga, sino que ofrecía al PP un oscuro pacto de silencio. Nunca como en este Ayuntamiento llegó a un nivel más bajo la Democracia, que por definición significa transparencia.
La caseta del cuco
Rosamar Prieto apela a la generosidad del concejal Alfonso Mir para que admita en la caseta que usurpó al Servicio de Mantenimiento de Edificios Municipales a las limpiadoras que se lo soliciten. Ha dicho la delegada de Fiestas Mayores del edil que convirtió esa caseta en familiar compartida aprovechándose para ello de un supuesto ‘error mecánico’ (sigue dándome la risa floja), que “si alguien quiere formar parte de su caseta, él va a ser el primero que no tenga inconveniente en aceptarlo”. ¿Cómo que su caseta? ¿Cómo que hay que solicitarle a un particular un gesto graciable en plan de nuevo señorito cuando se trata de una pertenencia municipal? Mir es como el cuco, que expulsa del nido a sus legítimos concesionarios y encima engorda su ego a costa del Ayuntamiento. Alega Rosamar que Mir se la queda porque nadie la ha reclamado. Ignora la delegada que la Ley de Bienes de las Entidades Locales obliga al Ayuntamiento a reclamar, conservar y proteger lo que es suyo/nuestro. Si no da la batalla por una caseta, ¿cómo en caso de ser alcaldesa librará una guerra por Sevilla?
Cortina de humo
Aunque digan que no les importa, lo primero que hacen en el Ayuntamiento es analizar la prensa. Esto leyeron el lunes por la mañana: “El PP lleva al pleno la reprobación de Mir y Celis por el ‘caso caseta’ y acusa al primero de una “evidente maniobra fraudulenta”. Marchena, el hombre clave: no hay nada que se cocine en el Ayuntamiento sin que él no esté al tanto. Mercasevilla decide si recurre la sentencia de su exdirectivo (Daniel Ponce). Denuncian al juez ‘sobresueldos’ a altos cargos municipales en Feria pese a que algunos de ellos ni siquiera se ponían al teléfono. La asfixia de Tussam deja a la plantilla sin cobrar 375.000 euros en pluses salariales; la ‘privatización’ de líneas, en el BOE”. Así que por la tarde lanzaron un señuelo, pese a que faltan 7 meses para el presunto plan, y el martes los periódicos abrían con la estratagema municipal de convertir Sevilla en el gueto de Varsovia y multar a todo coche que se mueva por el Centro. Ya no se hablaba de Marchena, Mercasevilla o la caseta. Y luego dicen que son tan inocentes que ni saben comunicar.
Alfonso, bueno y mártir
La delegada de Fiestas Mayores, Rosamar Prieto, ha pedido un informe –el tercero que encarga el Ayuntamiento en los últimos días en relación con la gestión del Real- sobre los criterios de adjudicación de las casetas de la Feria de Abril a raíz de la presunta usurpación de la caseta de las limpiadoras municipales por el concejal Alfonso Mir, que la convirtió ‘de facto’ en la caseta del sector del PSOE sevillano crítico con su secretario general, José Antonio Viera. La noticia es sumamente reveladora del descontrol imperante en el gobierno municipal tanto en éste como en otros escándalos (el de Mercasevilla, sin ir más lejos), porque es sorprendente que con el tiempo que lleva en el cargo y en el Ayuntamiento la delegada responsable de este departamento aún no sepa cuáles son los criterios que se aplican en una materia de tanta trascendencia social.
Extrapolado el caso al sector privado, es como si el consejero delegado de Airbus no supiera con qué criterios se adjudicaran los aviones que vende su compañía, de lo cual se inferiría que tras ser designado para el cargo ni revisó la política previa de la empresa ni dictó sus propias directrices para la nueva etapa, pues en tal caso no habría necesitado encargar informe alguno para paliar su ignorancia. Del máximo responsable de una sociedad privada o de una Delegación municipal se presupone que debe estar al tanto al menos de las cuestiones básicas que les atañen, y si en Fiestas Mayores no es básico el reparto de las casetas de la Feria pues ya me dirán de qué otras cuestiones ha de preocuparse más la titular del departamento.
Caldo de cultivo
¿Cuál es el criterio? Sebastián Torres, el periodista que de forma tan brillante ha destapado el escándalo, ha demostrado con sus investigaciones en este periódico que el aparente criterio de la preeminencia de la antigüedad es pura falacia, ya que hay privilegiados que se saltan la lista de espera sin ningún problema. Hay, pues, una retórica oficial y una práctica encubierta que demuestra que el criterio es justamente la ausencia de un procedimiento reglado, ya que ello permite adjudicaciones irregulares como la que presuntamente habría beneficiado al concejal Mir, sin que exista una fiscalización pública ni se abran plazos de alegaciones de los posibles perjudicados.
Ese magma de ambigüedad y descontrol es el caldo de cultivo para la arbitrariedad, los autopases de casetas y los cambios de ubicación, mientras hay sevillanos preteridos desde hace más de veinte años, y ello pese a que según la normativa vigente este tipo de prácticas están tajantemente prohibidas. Al Defensor del Pueblo, José Chamizo, le han faltado reflejos para abrir una queja de oficio en este asunto de tanto calado popular.
Enredar la madeja
Y en esto llegó el alcalde. Monteseirín, fiel a su libro de estilo, le dio la vuelta a la tortilla e interpretó al revés el dictamen de la Delegación de Fiestas Mayores, que determinó en su día que la caseta ocupada por Mir nunca había sido suya, sino de titularidad municipal. Pues bien, el alcalde dijo todo lo contrario: “la caseta nunca fue municipal; fue privada”. Segunda táctica: marear la perdiz. Alfredo ha introducido en la escena variaciones, combinaciones y permutaciones sobre el término “privado” para enredar aún más la madeja. Según el alcalde, ahora se trata de discernir si la caseta es “privada institucional” o “privada particular”.
Lo primero es una antítesis; lo segundo, un pleonasmo. En la línea abierta por Monteseirín también cabría discernir, por ejemplo, si es “privada singular” o “privada específica”; o si más bien es “privativa singular” o “privativa plural”; acaso pudiera ser “privada íntima” o “privada colectiva”; quizás “privada confidencial” o “privada elástica”; inclusive “privada oficiosa” o “privada reservada”; asimismo, “privada abierta” o “privada cerrada”; cabe que sea “privada normal” o “privada superlativa”, y así podríamos seguir ‘ad infinitum’ o, al menos, hasta que acabe el mandato.
Sentimentalismo
Tercera táctica del regidor: el victimismo habitual. Alfonso Mir no es un presunto usurpador de una caseta de Feria, sino una pobre víctima al que el alcalde describe casi con la misma ternura que Juan Ramón a Platero en su celebérrimo poema en prosa: “Es una persona entrañable, de las que se hace querer, y un gran trabajador; no tiene nada que ver con los estraperlistas de la política que andan por ahí. El se ha ganado todo lo que tiene trabajando desde abajo, sin que nadie le regalase nada”. De Alfredo buena gente a Alfonso buena gente. Un unamuniano san Alfonso bueno y mártir. El alcalde apela al sentimentalismo para inspirar compasión y benevolencia hacia un edil pintado tan bondadoso y laborioso que no tenemos más remedio que simpatizar con él y alejar toda sospecha: este alma cándida, inocente y pura, ¿cómo se iba a apropiar de una caseta, por Dios? Y el auditorio así inducido deberá llegar a la misma conclusión de la versión oficial: sólo cabe un error, un inmenso error mecánico.
Y Monteseirín remata su pieza de oratoria con una expresión marca de la casa al calificar como “dinámica confusa” el proceso de adjudicación de las casetas. Desde aquello de Pellón de que la Expo estaba sumida (por Olivencia) en una “nebulosa jurídica” no se había oído nada parecido. Pues bien, si tras diez años de Monteseirín en la Alcaldía las casetas aún se adjudican con esa dinámica de confusión, ¿de quién es la responsabilidad? ¿Habrá que achacársela, como siempre, a la Sevilla rancia?
El delfín no da la talla
La imagen del delegado de Urbanismo, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, como alcaldable del PSOE en la carrera por la probable sucesión de Monteseirín ha quedado seriamente afectada a cuenta de la polémica por la presunta usurpación de una caseta municipal que habría realizado su correligionario, compañero de gobierno municipal e íntimo amigo, Alfonso Mir. Celis ha cometido durante la polémica todo un catálogo de errores, impropios de quien es considerado el ‘delfín’ del alcalde y por tanto aspirante a regir los destinos una ciudad como Sevilla.
Celis se ha mostrado ante la opinión pública como un gobernante imprudente al poner en diversas ocasiones la mano en el fuego por el delegado de Convivencia y Seguridad con declaraciones de apoyo a su actuación en el caso de la caseta sin esperar siquiera a que concluyera la investigación abierta por la Delegación de Fiestas Mayores, la cual acabó determinando que la caseta era de titularidad municipal y no propiedad del edil socialista y de su familia, como este último viene sosteniendo de forma numantina pese a todas las evidencias, el propio informe de Rosamar Prieto y el testimonio de Antonia Jiménez, la trabajadora que en nombre del Servicio de Limpieza de Escuelas la solicitó en el año 1989.
Un político prudente habría esperado al menos a que concluyera la investigación que estaba en curso para realizar cualquier pronunciamiento público. Si Celis apuesta por alguien que presuntamente ha cometido irregularidades de amplio eco social además, ¿qué confianza suscitaría como alcalde a la hora de elegir a sus colaboradores?
El segundo error de Celis fue no inhibirse en el caso pese a ser parte interesada en calidad de socio de la caseta presuntamente usurpada por Mir y ocultar tal condición ante la opinión pública. El delegado de Urbanismo se enfangó en el caso al actuar más como miembro de la peña de Mir y amigo personal del delegado de Convivencia y Seguridad que como un responsable del gobierno local, del que además ejerce como portavoz y por tanto es su cara ante los sevillanos.
Celis cometió otro error al implicarse personalmente en el escándalo saltando a la palestra en vez de dejar que fuera la responsable del área afectada, Rosamar Prieto en su calidad de delegada de Fiestas Mayores, la que actuara de pararrayos y se pusiera delante de los focos. El ‘delfín’ de Monteseirín se mostró así como un político demasiado impulsivo e irreflexivo al bajar a la arena a las primeras de cambio. De esta manera, la polémica ascendió hasta la portavocía del grupo municipal socialista, sin que la Delegación de Rosamar actuara de dique de contención. Celis ha acaparado las cámaras y los titulares, con lo que ha acabado a la altura del propio Mir y como coprotagonista del caso. No se ha puesto a cubierto en absoluto.
El aspirante a alcalde de Sevilla ha demostrado también falta de conocimiento técnico al sostener que las Ordenanzas municipales recogían la posibilidad de cambios de ubicación de casetas, una práctica que se hace bajo cuerda pero que no está contemplada en la normativa. Un gobernante no puede ser cogido en tales renuncios por el afán de aparentar saberlo todo. Este error ha sido otra de las consecuencias de haber invadido el área de Fiestas Mayores para no cederle protagonismo a la edil responsable de la misma.
Por último, Celis ha demostrado falta de reflejos políticos tras el informe de la Delegación de Fiestas Mayores en que aclaraba el carácter municipal de la caseta ‘de’ Alfonso Mir, de la que es socio. El ‘delfín’ de Monteseirín dice que exigió en su día a Mir que expulsara como socio a Fernando Mellet tras conocerse su implicación en el caso Mercasevilla.
Al estallar el escándalo de la presunta usurpación de la caseta por el delegado de Convivencia y Seguridad, Celis podría haber reaccionado anunciando que dejaba en suspenso su afiliación a la caseta en tanto no se aclarara definitivamente la polémica por la titularidad de la misma. Sin embargo, primero trató de negar la evidencia de su condición de socio al declarar que no lo era “en el estricto sentido del término”, sino únicamente para la semana de la Feria, como si las efímeras casetas permanecieran en el Real a lo largo de todo el año y no solamente durante los días de la fiesta primaveral. A su manera, el delegado de Urbanismo presentó las casetas como si pudieran ser objeto de la figura turística del ‘time sharing’ o ‘tiempo compartido’, en que uno puede comprar el uso de un apartamento durante sólo un periodo de tiempo al año.
Celis es socio de pleno derecho de la caseta de Mir a la luz de una sentencia de la Audiencia Provincial de Sevilla de noviembre de 2008 que revocó otra anterior del Juzgado de Primera Instancia Nº 9 en el caso de la caseta ‘Chóferes municipales’. La Audiencia condenó a los titulares administrativos a inscribir como socias de pleno derecho a diez personas que habían venido pagando previamente una cuota anual y contribuido por tanto al mantenimiento y montaje.
La Audiencia explica que la Feria de Abril funciona gracias a unas normas administrativas junto a un «importante componente consuetudinario que ha ido generando una tradición consolidada». En virtud de ella, «el funcionamiento de una caseta de Feria, con la sola integración del titular administrativo, carecería del atractivo tradicional que es propio de esta clase de festejos tan arraigados en la historia y costumbre sevillanas».
Para enredar aún más la madeja, prolongar más en el tiempo una polémica que sólo puede perjudicarle y externalizar una decisión que sólo le corresponde a él, Celis ha propuesto que para su tranquilidad personal y porque se està poniendo en entredicho su honestidad personal el Ayuntamiento investigue “si es legal que cualquier persona que sea socia o está cometiendo alguna irregularidad o ilegalidad que aconseje no renovar su vinculación con esa caseta” (sic).
La explicación de Celis de que entró en la caseta por invitación de su íntimo amigo Alfonso Mir y sin ser consciente de que exisitiera ninguna anomalía en el procedimiento administrativo de concesión es plenamente convicente, pues haber reconocido lo contrario lo haría cómplice de la presunta irregularidad. A partir de ahí, lo inexplicable es que el ‘delfín’ del alcalde necesite que le hagan un informe municipal para ver si renueva o no su vinculación con la caseta. Su último error, por el momento, es justamente su indecisión.
Yo maté a Kennedy
El hombre es dueño de sus silencios y esclavo hasta de las palabras ajenas, como Luque, ese edil del PP apuntado a Facebook que, presuntamente sin su consentimiento, ha sido adherido a una especie de blog –perdonen mi supina ignoracia del mundo digital; yo pertenezco a la galaxia de Gutemberg-, en que se tachaba de malditos al PSOE y a sus votantes. Osea, que si usted se apunta a una de estas redes y se pasa cinco minutos sin mirar su perfil, puede encontrarse con la sorpresa de que alguien con aviesas intenciones o por mero divertimento le escriba en su ‘muro’ (jerga internáutica) que usted mató a Kennedy, y que el FBI lo incluya ‘ipso facto’ en la lista de magnicidas, lo mismo que equiparó a Llamazares a Ben Laden. Celis, en plan FBI municipal, aprovechó tal circunstancia como maniobra de distracción para pedir la dimisión de Luque con el argumento de que “lo grave no es que te ‘etiqueten’, sino que sabiéndolo lo permitas”. Aplicado a Mir, sonaría así: lo grave no es que te den la caseta por un error mecánico, sino que sabiéndolo te quedes con ella.
Los nuevos señoritos
Ya sabemos por qué Celis ponía la mano en el fuego por su tocayo Mir, el del autopase de la caseta de la Feria: porque también él era de la peña de ‘los mecánicos’, los coleguillas del partido que se aprovecharon del error mecánico municipal (ja,ja,ja, es que no puedo evitarlo: me entra la risa floja con la versión oficial de Rosamar) para instalar su bodeguilla en el real y no mezclarse con la plebe en las casetas de distrito. El PSOE los cría y sólo ellos se juntan. Medio sector crítico, los que se presentan como turborrenovadores que quieren cargarse al que llaman ‘abuelete’ Viera, formaban parte del minoritario club. Y entre ellos, Mellet y Castaño, dos imputados por el caso Mercasevilla. Estas eran las amistades peligrosas de Celis, el cual dice ahora que sólo era socio de la caseta “en el sentido ferial, pero no en sentido estricto”(¿?). En el estricto sentido, el que paga cuotas de socio es socio de pleno derecho. Celis pagaba para tener un reducto particular en Los Remedios y como edil emular así a la Sevilla eterna en calidad de nuevo señorito.