Rosamar Prieto apela a la generosidad del concejal Alfonso Mir para que admita en la caseta que usurpó al Servicio de Mantenimiento de Edificios Municipales a las limpiadoras que se lo soliciten. Ha dicho la delegada de Fiestas Mayores del edil que convirtió esa caseta en familiar compartida aprovechándose para ello de un supuesto ‘error mecánico’ (sigue dándome la risa floja), que “si alguien quiere formar parte de su caseta, él va a ser el primero que no tenga inconveniente en aceptarlo”. ¿Cómo que su caseta? ¿Cómo que hay que solicitarle a un particular un gesto graciable en plan de nuevo señorito cuando se trata de una pertenencia municipal? Mir es como el cuco, que expulsa del nido a sus legítimos concesionarios y encima engorda su ego a costa del Ayuntamiento. Alega Rosamar que Mir se la queda porque nadie la ha reclamado. Ignora la delegada que la Ley de Bienes de las Entidades Locales obliga al Ayuntamiento a reclamar, conservar y proteger lo que es suyo/nuestro. Si no da la batalla por una caseta, ¿cómo en caso de ser alcaldesa librará una guerra por Sevilla?
La caseta del cuco
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