Cuenta la Biblia que, ufano por las riquezas acumuladas en el templo de Jerusalén, Israel hizo alarde de ellas ante una legación extranjera, por lo que despertó su codicia. Al poco, en justo castigo de Yavé a ese pecado de soberbia que era la culminación de muchos otros, el rey Nabucodonosor invadió la Tierra Prometida, saqueó sus tesoros y se llevó cautivos a los judíos hasta Babilonia para una diáspora que duró 70 años. ¿Que a qué viene esto aquí y ahora? Pues a que de tanto fardar el Ayuntamiento con los dineros que mueve la Feria en tan sólo siete días, ha acabado por levantarle la liebre al ministro de Hacienda, para colmo diputado por Sevilla: Cristóbal Montoro. Este, cual redivivo Nabucodonosor, ha enviado aquí a un ejército de inspectores, los cuales han invadido las casetas pidiendo papeles, examinando contratos y aflorando la economía sumergida predominante en el Real para llevarse su parte del botín a Madrid. Más de uno estará maldiciendo la hora en que a Gregorio Serrano le dio por presumir de que la Feria genera 600 millones de euros.
Babilonia
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