El termómetro

Zoido dijo aquel domingo delante de la Cospe que estaba orgulloso de su gobierno en estos dos años, que los votos vendrán solos y que frente a las encuestas confía en el termómetro de la calle. Si hasta ese día no se habían publicado encuestas sobre intención de voto, ¿por qué Juan Ignacio contrapuso el termómetro popular a los estudios desmocópicos? ¿Qué motivos tiene para no fiarse de ellos? ¿Acaso maneja algunos que no arrojan resultados satisfactorios? ¿No le traicionó el inconsciente al expresarse de un modo que denotaría que no le serían tan favorables, ya que a contrario sensu no habría tenido que recurrir a la metáfora del mercurio en las calles? Repasé las crónicas sobre la procesión del Corpus en busca de comparaciones con aquella triunfal del inicio de su mandato; incluso la prensa más adicta sólo recogía tibios apoyos en el mejor de los casos, lejos de los vítores de antaño. Así que si Zoido se piensa que los votos los trae la cigüeña, que se fije bien con su fino olfato político en qué marcaba el termómetro del Corpus: la mínima en calor ambiental.

 

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