A Rico Lara, el juez víctima inocente del caso Arny, le han rendido un homenaje póstumo en la Casa de la Provincia tras su muerte física a los 82 años, subsiguiente a la muerte civil que mucho tiempo ha le decretó la sociedad sevillana por la simple presunción de una culpabilidad que no fue tal. Pasó a ser un apestado y se le cerraron todas las puertas. Incluso tras su absolución siguió cargando con la cruz y la pena por la injusticia sufrida. En mi diario, que nació mucho después de aquellos tristes episodios, al menos tuvimos la oportunidad de poder acogerle y darle un espacio a sus escritos, que acudía a entregar en persona y casi de puntillas, por temor a molestar en la marabunta de la Redacción. Todos los oradores que en el acto tomaron la palabra coincidieron en destacar la cobardía e hipocresía, marca de la tierra, con que fue tratado en los círculos en que se desenvolvió. La cobardía ha seguido vigente hasta el final, como prueba este mismo homenaje: ha habido que esperar a su muerte para poder tributárselo, sin que se viera desagraviado en vida.
Rico Lara
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