El cambio climático provoca una menor escorrentía a los pantanos de Sevilla

En la sequía 1990/1995 llovió menos que en la actual 2018/2023 pero las aportaciones a los embalses fueron sensiblemente más altas

La comparación entre las sequías de 1990/95 y 2018/23, basada en los trabajos Fin de
Master (TFM) realizados por Marta Marín Moreno (2020/21) y Pablo Saura Varo
(2022/2023) ,alumnos del Master sobre el Ciclo de Agua Urbana impartido en la
Universidad de Sevilla , dentro de las actividades de la Cátedra del Agua de EMASESA,
ambos TFM tutorizados por el Profesor y Doctor Ingeniero de Caminos Juan Saura
Martínez, pone de manifiesto un comportamiento diferente en la relación lluvia/escorrentía que, a juicio de ambos, debe hacer reflexionar sobre la utilización del actual Índice de Sequia Prolongada (ISP), basado exclusivamente en la pluviometría,
como indicador de la intensidad de las sequias. Hay que tener en cuenta que este índice es muy importante en la gestión de las sequías, ya que los Planes Especiales de Sequía (PES) aprobados en el Marco Normativo de la Planificación Hidrológica utilizan este índice para la adopción preventiva de medidas excepcionales sobre los derechos al uso del agua de los diferentes usuarios de la Cuenca Hidrográfica.

En las Tablas 2 y 3 que se reproducen a continuación se observa que en la sequía 1990/1995 los parámetros pluviométricos fueron más bajos que en la 2018/2023 y, sin embargo, las aportaciones a los embalses fueron sensiblemente más altas.

La precipitación media anual de los cinco años considerados fue de 453 milímetros en la primera sequía y de 488 milímetros en la segunda; y la lluvia del año más seco ha pasado de 303 milímetros en el año 94/95 a 407 milímetros en 2018/2019.

A pesar de ello, la entrada a los embalses del abastecimiento ha bajado de 428 hm3 en el 1990/1995 a 316 hm3 en 2018/2019 (o de 617 hm3 a 467 hm3 si incorporamos Melonares).

Asimismo, en los valores del Índice de Sequía Prolongada (ISP) puede verse en los Gráficos 1 y 2 que el número de meses en los que dicho índice en la UTS 21 (UTS: Unidades Territoriales a Efectos de Sequía Prolongada) está por debajo de 0,3 (Umbral de Sequia Prolongada) es de once meses en la primera, frente a ocho meses en la presente sequía.


El año 2018/19 ha sido el más seco de la presente sequía, con 407 milímetros; ocurrió al comienzo de la misma, con los embalses con un volumen inicial tranquilizador de 507,49 hm3, consecuencia de una primavera muy húmeda en 2018.

En la sequía de los años 90 fue justamente lo contrario, pues el último año 1994/1995, con los embalses exhaustos, fue extraordinariamente seco, con 303 milímetros. En ese año el abastecimiento se alimentó fundamentalmente desde el rio Guadalquivir.

El comportamiento del índice pluviométrico ISP fue muy parecido en ambos años, como puede verse en los Gráficos 1 y 2, y las aportaciones a los embalses muy bajas, si bien aquí sí que se obtiene un resultado más lógico en las aportaciones, que fueron menores en 1994/1995 (21 hm3 frente a 37 hm3 de 2018/2019).

Esta aparente contradicción en ambas sequías en la relación de lluvias y aportaciones está ligada, a juicio de Saura Varo, al valor de la evapotranspiración por el aumento de temperatura experimentado en los últimos treinta años, puesta de manifiesto en el reciente Plan Hidrológico de la Cuenca del Guadalquivir como consecuencia del Cambio Climático.

La temperatura ha aumentado a lo largo de estos 30 años, lo que redunda en una disminución del coeficiente de escorrentía, y, en consecuencia, de las aportaciones a los embalses.

Este hecho ha sido especialmente significativo en el año hidrológico 2022/2023, en el que el índice ISP basado en la pluviometría alcanzó un valor de 0,5 en Enero de 2023 y no ha bajado de 0,3 ni en el invierno ni en la primavera, que han sido extraordinariamente secos y calurosos.

Esto ha sido debido a que los 200 mm caídos en Diciembre de 2021 supusieron que la lluvia semestral (valor en el que se basa el cálculo del Índice de Sequía Prolongada (ISP) a principio de cada mes) no fuera demasiado baja, pese a las escasas precipitaciones posteriores en Enero, Febrero, Marzo, Abril…. lo que unido a la temperatura relativamente elevada ha producido el “secado” de los arroyos de la UTS 21.

Por consiguiente han circulado caudales muy inferiores, incluso a veces nulos, a los valores considerados como de caudales mínimos para protección de los ecosistemas acuáticos y ribereños, que es precisamente el concepto en el que se
basa la definición de SEQUÍA PROLONGADA incorporado a la Planificación Hidrológica.

Saura Varo cree que la incorporación de la evapotranspiración a un nuevo índice de sequía es conveniente. Ya se viene manejando como índice con las siglas SPEI a nivel internacional, también por AEMET y la Junta de Andalucía, y este nuevo índice sí que estaba señalando la grave situación de sequía que se ha venido padeciendo en el invierno y la primavera de 2023.

Este investigador está en condiciones de afirmar que si bien la sequía de los años 90 fue ligeramente la más dura desde el punto de vista estrictamente pluviométrico, la presente sequia 2018/2023 tiene peores registros en lo que es más importante desde el punto de vista de garantía del abastecimiento de Sevilla, los recursos entrantes a los embalses, al haberse producido una disminución del coeficiente de escorrentía, muy probablemente por efecto del cambio climático y la elevación de la evapotranspiración.

A pesar de esa mayor dureza en cuanto a recurso fluyentes de esta sequía actual, el trabajo realizado a lo largo de estos treinta años en el aumento de la eficiencia en el uso del agua, la construcción del pantano de Melonares y la colaboración de los ciudadanos en el buen uso del agua ha dado lugar a un menor impacto al día de hoy en el abastecimiento, sin llegar a la situación límite de Octubre de 1995, cuando solo había agua para tres meses en toda la cuenca del Guadalquivir y milagrosamente las fuertes
lluvias del otoño e invierno 95/96 llenaron los embalses.

En este sentido, tal como vimos en un informe anterior, la construcción del embalse de Melonares se ha demostrado esencial para la garantía del abastecimiento.

POSICIÓN DE LOS REGANTES

Por su parte, la Federación de Regantes de Andalucía (Feragua) también se ha mostrado muy crítica con el Índice de Sequía Prolongada (ISP), en un informe publicado en su último Boletín, con la siguiente argumentación:

«Los embalses andaluces siguen bajando su nivel de llenado y ya se sitúan por debajo del 19%. Todas las cuencas andaluzas están peor que el año pasado. Aunque las que más han empeorado su situación en un año son las que están mejor. Es, en concreto, la cuenca del Mediterráneo la que ha visto descender más el nivel de sus embalses. El año pasado por esta fecha se situaban por encima del 36% y ahora se encuentran más de trece puntos por debajo, al 22,5%.

También por encima del 36% se encontraba el año pasado el Tinto-Odiel-Piedras, y ahora se encuentra sólo ligeramente por encima del 29%, es decir, siete puntos por debajo. El Guadalquivir, en cambio, está casi igual que el año pasado, apenas un punto por debajo (encontrándose de hecho el sistema de regulación general más de un punto por encima). La peor suerte se la lleva el Guadalete-Barbate, al 15% de su capacidad, más de 7 puntos por debajo de hace un año.

Pues bien, a pesar de esta dramática situación, y como ya hemos venido denunciando reiteradamente (y lo seguiremos haciendo hasta que se arregle) los indicadores de sequía prolongada siguen dibujando el mapa de Andalucía de verde, o sea, en situación de normalidad, como puede apreciarse sobre estas líneas.

Una clasificación que no es meramente nominal, sino que tiene consecuencias prácticas, pues determina los caudales ecológicos. Hablando en plata, cuando los regantes hemos sufrido restricciones durísimas, y cultivos como el arroz se han quedado sin sembrar en casi toda Andalucía, cuando las propias autoridades políticas reconocen que sufrimos una sequía atroz, seguimos desembalsando agua para los caudales ecológicos como si nuestros embalses estuvieran llenos, priorizando el uso ambiental incluso sobre el abastecimiento, que ya empieza a verse afectado en muchos puntos de Andalucía.

La palabra más suave que se nos ocurre es estupor».

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