Los socios del Gobierno de progreso hacia la opacidad absoluta, Monteseirín y Torrijos, han liquidado al PP en Mercasevilla y acabado con la tradición en Democracia de que la Oposición esté también en las empresas municipales para ejercer allí, y no sólo en el Pleno, su rol fiscalizador. Pero eso es lo que no quieren: tener a Beltrán Pérez de único testigo en plan amish, como en la película de Peter Weir, en una sociedad pública donde la juez Alaya saca un escándalo tras otro, enlazados como las cerezas de Montserrat Roig. Carecen de la coartada del ahorro por la crisis, ya que el consejero del PP jamás cobró dietas, al contrario que el (sin) alcalde. Y no pueden hablar de despolitización de la empresa, porque políticos de PSOE e IU se han quedado dentro, de guardia. Monteseirín, presidente de la compañía, se quitó del medio, como suele cada vez que a chamusquina huele. El (sin) alcalde del (sin) Ayuntamiento que ni alega al Metro y fía el proyecto a la autogestión ciudadana, quiere ahora que Sevilla se quede también sin Oposición: un sin elevado al cubo.
Sin al cubo
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