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Sin cabeza

Zoido dice que habrá que prever nuevas medidas para evitar que los vándalos vuelvan a decapitar la estatua alegórica de Híspalis en la fuente de la Puerta de Jerez. ¿Cómo que nuevas? Habría bastado con prever alguna tan antigua como el vallado perimetral del monumento, igual que en otras ocasiones en que el Sevilla o la Selección conquistaron algún título, pero esta vez el alcalde se quedó ‘in albis’ y fue pasado por encima por el ‘desmadre’ en la bulla por ‘La Roja’. Gobernar es prever y en una ciudad donde los estudiantes han empaquetado en plan Christo (el artista norteamericano de origen búlgaro) la estatua de Santa Angela de la Cruz y los vándalos habituales robado el violín a la de Mozart a las puertas del Maestranza y embadurnado de pintura las de Curro Romero y Cayetana de Alba, habría que haber previsto medidas de seguridad para la fuente de Brackembury, pero para eso no se puede estar yendo de la Ceca a la Meca y hay que tener la cabeza puesta en Sevilla y no tanto pensando en la FEMP, las Cinco Llagas y las ‘peleítas’ malagueñas en el seno del PP.

El cartelón

En la Avenida de Jerez, junto al antiguo cauce del Guadaira, a cuya vera se alza ese Escorial en forma de hotel Al-Andalus, aún sobrevive al tiempo y a los vándalos un cartelón que anuncia para no sé qué año ya pretérito la terminación del Parque sobre el cegado curso del afluente del Guadalquivir. En esta Sevilla virtual que ocupa páginas de periódico  pero que no acaba de materializarse, nos pintaron una zona verde que serpeaba desde las Tres Mil hasta Nuevo Heliópolis y Los Bermejales con pasos elevados sobre la avenida de Holanda y molinos eólicos. Éstos, impulsando el agua desde el Guadalquivir, obrarían el milagro de que volviera a fluir líquido elemento por el primitivo curso de  un Guadaira que castigó los chalecitos de la Expo del 29 con históricas inundaciones y que por ello fue desviado extramuros. Del Parque y del futurible curso fluvial no hay nada, salvo vestigios de obras abandonadas. ¡Y pensar que este proyecto ya databa de los tiempos de Soledad Becerril!. Hoy, sólo queda el cartelón como mudo testigo de cargo contra la desidia de Sevilla.