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Holanda

El día 30 del muy sevillano mes de abril, los príncipes Guillermo y Máxima se convertirán en los nuevos reyes de los Países Bajos tras anunciar a principios de 2013  la reina Beatriz su abdicación cuando está a punto de cumplir los 75 años, edad similar a la del rey de España. Ocupados en señalar coincidencias y diferencias respecto a la abdicación entre las dinastías de los Orange y los Borbones, los medios apenas han hablado de las circunstancias en que se conocieron los herederos de la Corona holandesa y futuros reyes. Fue en la Feria de Abril de 1999, tras lo cual el príncipe Guillermo llamó a la reina Beatriz y, entusiasmado, le dijo en plan Corrochano: “Se llama Máxima y es argentina. Confía en mí”. Tras el flechazo en el campo de Los Remedios, la boda se celebró tres años más tarde. Pese a que tanto se ha hablado de la pérdida de glamour de la Feria de Abril y de que ya no vienen los protagonistas del papel couché que venían antaño, para la pequeña historia de la Casa reinante en el país centroeuropeo quedará que Sevilla propició una reina argentina para Holanda.

El cartelón

En la Avenida de Jerez, junto al antiguo cauce del Guadaira, a cuya vera se alza ese Escorial en forma de hotel Al-Andalus, aún sobrevive al tiempo y a los vándalos un cartelón que anuncia para no sé qué año ya pretérito la terminación del Parque sobre el cegado curso del afluente del Guadalquivir. En esta Sevilla virtual que ocupa páginas de periódico  pero que no acaba de materializarse, nos pintaron una zona verde que serpeaba desde las Tres Mil hasta Nuevo Heliópolis y Los Bermejales con pasos elevados sobre la avenida de Holanda y molinos eólicos. Éstos, impulsando el agua desde el Guadalquivir, obrarían el milagro de que volviera a fluir líquido elemento por el primitivo curso de  un Guadaira que castigó los chalecitos de la Expo del 29 con históricas inundaciones y que por ello fue desviado extramuros. Del Parque y del futurible curso fluvial no hay nada, salvo vestigios de obras abandonadas. ¡Y pensar que este proyecto ya databa de los tiempos de Soledad Becerril!. Hoy, sólo queda el cartelón como mudo testigo de cargo contra la desidia de Sevilla.