En sus bien temperadas declaraciones, como el clave de Bach, el exalcalde Manuel Del Valle abogaba por la llegada de la ‘desmemoria histórica’. No hace falta que venga. En realidad la amnesia ante el mérito mora aquí desde siempre. La muerte de Manuel Prado y Colón de Carval nos recuerda, paradójicamente, cómo habitaron en cernudiano olvido entre nosotros quienes en tiempos consagraron sus mejores esfuerzos a engrandecer a esta Sevilla ingrata sin haber gozado aún en vida del reconocimiento debido a sus logros. Ahora se ha ido en silencio y soledades el artífice diplomático de la Expo-92. Loas a destiempo. Antes lo hizo Pierre Chaunu, el gran historiador de la Sevilla atlántica. En medio, Vjekoslav Sutej, el director fundador de la Real Orquesta Sinfónica. ¿Quién será mañana? Ecuatoriano, francés y croata, estos foráneos, como tantos otros, cayeron rendidos ante una ciudad que creyeron suya sin saber que ella sólo tiene ojos para mirarse a sí misma en el plateado espejo del Guadalquivir. Sevilla es otro Saturno que acaba devorando a sus hijos adoptivos.
Desmemoria histórica
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