Me gustaría tener el mismo talento florentino que la escribidora con nombre de heroína de Bizet para poder emular artículos como el que, con tanta (a)guasa impregnada de las verdades que están en la calle para que el que tenga ojos vea y oídos oiga, ha publicado en las hojas mancilladas por el valido a cambio de un mísero plato de lentejas. ¡Ay, quién te vio y quién te ve! Hay palos flamencos como las bulerías y palos que se dan en todo el bebe por alegorías. Éstos, con el valor añadido de que son tan transparentes como el agua de Emasesa, donde tras la migración cartujana instaló su nido el cuco entre los cucos, depredador siempre por cuenta ajena de crustáceos decápodos. A los buenos entendedores pocas palabras bastan, y a ti se te ha entendido lo que todo el mundo sabe pero pocos se atreven a contar: desde sus viajes chiripitifláuticos en plan capitán Tam hasta el abuso del agua para montarse su propia caja tonta. En la ciudad que, como otra impostura más, pasa por ser de la música, tú al menos y aunque sea hablando en clave, has roto el silencio.
Uso racional de la (a)guasa
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