Las crónicas periodísticas sobre el último Pleno municipal, donde se conoció la imputación de Marchena en el caso Mercasevilla y se debatió sobre la numantina resistencia del edil piquetero, coinciden en destacar que el (sin) alcalde estuvo más (sin) que nunca, de convidado de piedra en su propia casa (grande). Dicen las gacetas que Alfredo optó por ser ‘ni-ni’ y ‘no-no’ al mismo tiempo. Que ni votó a favor ni en contra, ni se abstuvo. Que no se movió. Que no intervino en ninguno de los puntos, ni respondió a las duras acusaciones del PP, ni ofreció explicaciones sobre por qué mantiene en sus puestos al delegado de Economía y al de Tráfico y al imputado Marchena. Que prefirió el silencio. Que estaba callado, ausente, distante y doloroso, como en el poema XV del libro de Neruda, donde él se ha instalado no en el amor, sino en la canción desesperada. Al contrario que en cualquier otro sitio, donde es la Oposición la que forma gobiernos en la sombra, nuestra ciudad tiene un gobierno presidido por una sombra de alcalde. Monteseirín, la sombra de Sevilla.
Sombra
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