Segunda lectura de la lista electoral de Juan Espadas para los votantes hispalenses. Del (sin) alcalde que, según Chaves, iba a dejar huella en la milenaria historia de Sevilla, Espadas no ha dejado ni la sombra. Me corrijo: la única sombra ha sido la inclusión del defensor del imputado Marchena, aunque aún tiene tiempo para renunciar. Fran Fernández, Alfonso Mir y Nieves Hernández, los últimos de Filipinas de Monteseirín, pasarán de la Casa Grande a sus casas. El (sin) alcalde, que primero vio frustrado su intento de sucederse a sí mismo, y después el fracaso de su plan de seguir mandando a través de Celis como su hombre de paja, ve ahora cómo Espadas ha laminado a todo aquel vinculado a su figura. Es el fin de una era, la peor del PSOE en el Ayuntamiento, por fin pronto sin Alfredo y sin alfredistas. Si Griñán convirtió a Monteseirín en un cadáver político mediante un teletipo, Espadas ha sido su enterrador, el hombre que ha liberado al partido de estas cadenas del pasado. Ahora sí cobra sentido la frase que dijo en el debate a tres: “Yo soy el futuro”.
‘The end’
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