Las obras de Fibes van camino de superar en coste (si no lo han hecho ya) a las setas de la Encarnación. Una auditoría de la Cámara de Cuentas eleva la factura a casi 113 millones de euros, cuando el Ayuntamiento de Monteseirín sólo había previsto financiación por 78 millones. ¿A qué se debe esta desviación? La Dirección Facultativa ha tratado de justificarse con una perla lingüística: se han producido unas obras adicionales, aprobadas por “el devenir inexcusable”. Osea, que aquí se adjudica una obra por un presupuesto equis y al final (¿tendrá final esta historia interminable, digna de Michael Ende?) ya vamos por equis más 35 millones, como si esta desviación fuera fruto de una fatalidad y no consecuencia de los caprichos de última hora del arquitecto, de imprevistos previsibles o bajas temerarias para hacerse con el contrato, que ya pagará al que le toque. Y en eso llegó Zoido y mandó parar y no pagar hasta que no se revisen las facturas una por una. También el Ayuntamiento, en justa reciprocidad con las constructoras, puede invocar “el devenir inexcusable”.