Segunda muestra de la huella monteseirinesca en el lenguaje, fruto de sus doce años (casi una generación) en el Ayuntamiento. Caso verídico, como los que narraba Gandía. Escenario, el Arco del Postigo. Hora, la del crepúsculo. Una pareja de turistas se acerca a un vecino y tras el intercambio de saludos de cortesía pregunta dónde queda la Plaza Mayor. El nativo, sorprendido, les aclara que en Sevilla no hay Plaza Mayor como en Madrid y que o bien se están refiriendo a la cercana Plaza Nueva, que hace la misma función que la madrileña, o a la algo más alejada Plaza de España. Entonces, los turistas, sin mediar palabra, despliegan un plano delante de sus ojos y señalan un punto con el dedo. Y, efectivamente, al lado de un dibujito de las ‘Setas’ figura la leyenda ‘Plaza Mayor’. No Plaza de la Encarnación, ni siquiera Metropol Parasol, sino ‘Plaza Mayor’, conforme a la terminología acuñada por Monteseirín. No se sorprenda si a partir de ahora cualquier día se le acerca un guiri preguntándole no por la Plaza del Salvador de toda la vida, sino por ‘La piel sensible’.
Plaza Mayor
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