El arquitecto Francisco Granero ha acuñado una nueva unidad de medida de los derroches y obras faraónicas de Sevilla: el canon de Santa Catalina. Granero, que es como el médico de cabecera del templo y ha declarado que cabe la posibilidad de que amanezca y se haya derrumbado, destaca que el coste de salvar este centenario monumento nacional sevillano es de 3 millones de euros, “un fleco de un modificado de cualquier obra de cierto nivel de las que se han hecho en Sevilla”, y que la factura de las ‘Setas’ de Monteseirín equivale a treinta y tantas restauraciones de esta iglesia. Aplicando el canon de Granero, los 29 millones que ha sacado Zoido para hacerle la SE-35 a Ikea equivalen a casi diez restauraciones de Santa Catalina. Y con el dinero de la torre Cajasol se habría podido arreglar el templo de cabo a rabo cada año durante más de un siglo. Si se hubieran convertido sus presupuestos al canon de Santa Catalina antes de ejecutarlas, probablemente por vergüenza nos habríamos ahorrado obras como el Metropol y el paseo marítimo de Islantilla en la Alameda.
El canon
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