Los ambientes académicos andan revueltos por una disputa arquitectónica que ha derivado en ataques entre dos bandos irreconciliables. En la Casa de los Pinelo comentan unos que los puñales literarios que vuelan por los aires son debidos a insalvables diferencias sobre la torre Pelli, mientras que otros aventuran que la enemistad obedece a la biblioteca del Prado, dependiente del alma máter sevillana donde prestan sus servicios algunos de los integrantes de estas dos corrientes estéticas y antitéticas. Muestra del combate intelectual es este soneto satírico, en la mejor tradición quevedesca del Siglo de Oro: “Quien fuera seminarista,/ de su dios desengañado,/ pretendiera mejor hado/ en el medro de arribista./ A la plata y a la usura/ no le es parca la afición;/ mas no triunfa en el salón,/ le faltan gracia y figura:/ es gordo como un bidón./ Tan menguada donosura/ a este menester no llama/ y por más culos que lama,/ al conservador o al progre/ gordo será siempre. Y pobre”. Se hacen cábalas sobre quién es el autor del epigrama y, sobre todo, de su destinatario.
El soneto
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